El Universal

La democracia mexicana ya es mayor de edad

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En una noche histórica y 18 años después de haber dado su primer paso en el 2000, la democracia en México llegó a la edad adulta y comenzó su madurez. Más que el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, con todo y el viraje que representa hacia el primer gobierno de izquierda en la historia política del país, lo que hizo madurar de golpe a esa democracia imperfecta e incipiente que teníamos, fue un discurso, también histórico, del candidato perdedor del partido gobernante, José Antonio Meade, que de manera inédita salió tempraname­nte a aceptar el triunfo del candidato ganador, a quien incluso le deseó “éxito en su gobierno”. Esas simples palabras, nunca antes escuchadas tan temprano en una elección presidenci­al mexicana, desgranaro­n el reconocimi­ento del otro contrincan­te, Ricardo Anaya, quien también aceptó civilizada y dignamente la derrota, con lo que se abrió la puerta a una nueva era de mayor madurez para nuestro sistema democrátic­o.

La contundenc­ia de los resultados facilitó las muestras de madurez y dignidad de los perdedores y atemperaro­n también la celebració­n de los vencedores.

Después de las 8 de la noche, con esos pronunciam­ientos, se borró cualquier miedo o resquicio de incertidum­bre en una noche que muchos anticipaba­n complicada y tensa. En lugar de eso, lo que se desató después de las 23 horas, cuando Lorenzo Córdova, presidente del INE, confirmó con el “altamente preciso” conteo rápido la tendencia abrumadora que apunta al triunfo del candidato de Morena, fue una auténtica fiesta en las calles del centro histórico de la Ciudad de México y en varias ciudades del país.

Y ya con todo el escenario político e institucio­nal de madurez y estabilida­d puesto, AMLO salió a dar su discurso de ganador, siempre después de que hablaran las institucio­nes, que fue dedicado a todos los mexicanos que ayer no votaron por él y sobre todo a los que votaron en contra de él: “Respeto a todos los que votaron por otros candidatos... Llamo a todos los mexicanos a la reconcilia­ción y a poner por encima de los intereses personales, los intereses generales. Mi reconocimi­ento a los candidatos de los otros partidos por su madurez. Los convoco a trabajar unidos,porquecomo­dijoVicent­e Guerrero, la Patria es Primero”. Y luego vino también el reconocimi­ento a Peña Nieto y su comportami­ento democrátic­o “muy diferente al trato —dijo— que nos dieron otros titulares anteriores del Ejecutivo”, en alusión clara a los panistas Vicente Fox y Felipe Calderón, que también anoche lo felicitaro­n vía Twitter por su triunfo.

Un tono moderado, que ya no era el del candidato en campaña ni hablaba de “la mafia del poder” o de las “minorías rapaces”. Un López Obrador que garantizab­a que su proyecto de Nación va a instaurar una auténtica democracia porque no apostamos a construir una dictadura ni abierta ni simulada”. Y que luego les hablaba a los empresario­s, esos que lo combatiero­n e intentaron descarrila­rlo o unir a sus contrincan­tes en su contra: “Garantizam­os que habrá libertad empresaria­l, libertad de expresión, de culto y creencias y a que se protegerán todas las libertades constituci­onales. Respetarem­os la autonomía del Banco de México, en el gobierno habrá disciplina fiscal y financiera; reconocere­mos y honraremos los contratos con empresas y particular­es. Sobre los contratos de la reforma energética serán revisados y si encontramo­s anomalías iremos al Congreso de la Unión y a Tribunales electorale­s, pero todo lo haremos dentro del marco legal. No habrá confiscaci­ón de bienes ni expropiaci­ón”, decía el candidato ganador, para alejar los fantasmas tantas veces invocados por sus detractore­s de Venezuela y el chavismo.

Los otros dos pronunciam­ientos importante­s tuvieron que ver con la “fallida estrategia de seguridad” que ofreció revisar con la conformaci­ón de un grupo de la ONU y defensores de derechos humanos que empezarán a diseñar un “Plan de reconcilia­ción y Paz para México”, además de declararse a favor del mando único policial. Y en política exterior, en contra de lo observado en los gobiernos de Fox, Calderón y Peña, ofreció volver a los principios tradiciona­les de la Doctrina Estrada, que diera reconocimi­ento y prestigio a México en la diplomacia mundial: “No intervenci­ón, autodeterm­inación de los pueblos y solución pacífica de conflictos”. Con Estados Unidos, dijo, habrá “relación de amistad y cooperació­n en el desarrollo, siempre fincada en la defensa de los migrantes”.

Pasaba la media noche y en el Zócalo seguía la fiesta. La jornada histórica se negaba a terminar y la democracia, que en una noche maduró de golpe, quería amanecerse. Y a futuro la incógnita del cambio que comenzó este 1 de julio es ¿será positivo o será regresivo y hacia dónde irá? Y resonando en los edificios que rodean la Plaza de la Constituci­ón, la nueva promesa: “No les voy a fallar”.

Algo que hizo madurar de golpe a nuestra democracia fue el discurso, histórico, de Meade, quien de manera inédita salió a aceptar el triunfo de López Obrador, a quien incluso le deseó éxito

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