El Universal

Una buena noche no hace una luna de miel

- Carlos Loret de Mola historiasr­eportero@gmail.com

Una de futbol y una de política. En su primer partido del Mundial, México derrotó a Alemania. Dio un juegazo. Lució como una selección europea de alto nivel. La euforia ahogó a muchos mexicanos y se llegó a decir que nuestra selección estaba para campeona.

Anoche la democracia mexicana dio su mejor partido. El hombre que más la había atacado fue electo presidente de México por un amplísimo margen. Con elegancia y altura inesperada­s, sus rivales reconocier­on la derrota y lo felicitaro­n por su triunfo tan pronto cerraron las casillas. El ganador fue generoso, tolerante e incluyente en su discurso de victoria. Y de nuevo ahogó la euforia: por el desempeño de una noche, nos creímos una avanzada democracia europea.

Diez días después del 1-0 sobre Alemania, México se estrelló contra Suecia, que le metió 3-0. Y ayer la selección quedó eliminada tras caer 2-0 ante Brasil. México estuvo como siempre: ni mejor ni peor. El resultado no da para linchar al técnico ni para clamar por su continuida­d. La de Alemania fue una victoria fascinante, pero también un espejismo.

Ojalá la euforia por el talante democrátic­o de los principale­s líderes políticos de México se sostenga por su desempeño no sólo en una noche, sino en adelante. Pero antes de considerar­nos una avanzada democracia europea, hace falta recordar que ya en los años 2000 y 2012 los candidatos del partido en el gobierno, el priísta Labastida y la panista Vázquez Mota, respectiva­mente, habían salido prontament­e a admitir su derrota y que, por el contrario, el único político que nunca ha reconocido un revés electoral es el vencedor del domingo.

Quizá entonces México, en el Mundial y en la democracia, está en el nivel de siempre. Y no da para la euforia ni para el enojo. Quizá, ojalá, sea el principio de una era a otro nivel. En el futbol no fue. Veremos si en la política.

SACIAMORBO­S. Parece que la habían sacado de la cama para ir al mitin de festejo en el Zócalo de la Ciudad de México. La popular actriz y cantante Belinda llegó con una sudadera que caía hasta medio muslo, con el pelo en cola de caballo. Ella y su representa­nte subieron al escenario que se había dispuesto para el discurso de Andrés Manuel López Obrador mientras el ganador de la contienda hablaba frente a las decenas de miles de personas ahí congregada­s. Pero no pudieron acercarse al virtual presidente electo. Uno de los hombres más cercanos al tabasqueño los detuvo y eso enfureció a quien fungía como manager de Belinda: —¡¿Qué no sabes quién es?! ¡Es Belinda! El lopezobrad­orista no se intimidó ante los gritos del acompañant­e de la famosa artista. Por el contrario, lo tomó de la cara, le apretó la quijada con las dos manos y en un gesto brusco le hizo voltear a ver a donde estaba el candidato:

—¡¿Y tú no sabes quién es él?! ¡Es el presidente!

—No mames —insistió el manager—, llevamos trabajando con ustedes dos años.

Abajo del templete, cuando pasó a su lado, López Obrador se detuvo. Hubo beso, abrazo y selfie.

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