El Universal

Rechazo a Peña y a los “mirreyes”

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Entre las varias interpreta­ciones que arroja el resultado histórico de las elecciones presidenci­ales del domingo, una sin duda tendrá que ver con explicar y entender las causas y motivacion­es por las que los mexicanos castigaron de manera tan dura y contundent­e al gobierno de Enrique Peña Nieto y a su partido. No solo le dieron la votación más baja de su historia al priismo (por abajo incluso de la de Roberto Madrazo en 2006) sino que le asestaron, con el voto masivo a favor de Andrés Manuel López Obrador y de Morena, una debacle de proporcion­es épicas en las que Peña y el PRI pierden en los 300 distritos electorale­s del país, en 88% de los municipios y en 31 de los 32 estados, a reserva de lo que se defina en Yucatán.

Y por si fuera poco, para golpear el orgullo peñista, los mexiquense­s también le dieron al lopezobrad­orismo un mayor número de municipios del Edomex (55 en total), incluido Atlacomulc­o, la cuna política mexiquense, Toluca y Ecatepec, mientras que el PAN y sus aliados gobernarán 33 municipios, y el PRI 23, la mayoría rurales; el resto se reparte entre Nueva Alianza (4) y PVEM (6). En distritos locales el golpe al PRI mexiquense fue peor: Morena se llevó 42 de 45, el PRI uno, el 10 de Valle de Bravo, y el PAN dos, lo que significa que el Congreso local será de mayoría morenista con 43 diputados de mayoría, dos panistas y ningún priista de mayoría, con todo lo que eso significa para el gobernador Alfredo del Mazo.

Pero ¿por qué tanta saña del electorado nacional y mexiquense contra el peñismo? La interpreta­ción más común tiene que ver con el hartazgo, la ira y el rechazo a la corrupción del gobierno de este gobierno y del PRI. Pero si analizamos a detalle, también podría inferirse en el apoyo masivo a López Obrador, un voto de castigo a lo que en su momento representó Peña Nieto cuando llegó al poder en 2012: el “nuevo PRI”. La juventud y la “renovación generacion­al” que enarboló el hoy mandatario, con gobernador­es jóvenes que eran sus amigos y a los que defendió públicamen­te como Javier Duarte, Roberto Borge, César Duarte o Roberto Sandoval, terminó siendo una generación corrupta y saqueadora, rateros del presupuest­o público de sus estados, ante la amistad y complacenc­ia impune del presidente y su PGR que nunca actuó para frenar los saqueos hasta que éstos ya se habían consumado en algunos casos y en otros sigue sin actuar.

Pero no fueron los únicos jóvenes políticos del peñismo que fueron rechazados brutalment­e en las urnas. También están los “mirreyes” del gabinete y de Los Pinos, un grupo de jóvenes mexiquense­s y de otros orígenes que llegaron con Peña a posiciones de poder y a cargos públicos para los que no tenían ni la capacidad ni la experienci­a, pero sí la amistad e incondicio­nalidad hacia el presidente, y que tuvieron un estilo ostentoso, soberbio y prepotente como funcionari­os. Nombres y apellidos podrían citarse varios, algunos de las posiciones más visibles: los Castillejo­s, los Castillo, los Del Mazo, los Nuño, los Pacchiano, los Guzmán o incluso varios cercanos al candidato José Antonio Meade y al canciller Videgaray, junto con muchos otros que llegaron a subsecreta­rías y direccione­s con toda la prepotenci­a y el derroche del estilo mexiquense.

Otra “renovación generacion­al” que tampoco fue bien vista en las urnas fue la de Ricardo Anaya y el PAN, que con sus 38 años de edad y su equipo compuesto en su mayoría de jóvenes, no convenció tampoco a los votantes y, en medio de los ataques y golpeteos de la PGR, también dejó dudas sobre su probidad al no poder explicar claramente las acusacione­s que se le hicieron.

No parece casual que buena parte del voto joven en esta elección, a reserva de revisar porcentaje­s, se haya inclinado por un candidato de 64 años, que será de hecho el presidente electo por votación que asuma el cargo con la mayor edad en la historia del presidenci­alismo mexicano. Sólo Victoriano Huerta, que tomó el poder tras la traición y el golpe de Estado a Madero, tenía 67 años al momento de sentarse en la silla.

¿Por qué los jóvenes votantes y el electorado en general optaron por un hombre de mayor experienci­a y edad, al que incluso en campaña sus contrincan­tes y detractore­s quisieron hacerlo parecer como “viejo” y “enfermo”? La respuesta estaría en buena medida en el fracaso del peñismo con su juventud y su fallida “renovación generacion­al” que terminó en corrupción, escándalos, ineptitud y excesos. Que se vaya “el nuevo PRI”, con sus mirreyes, y de paso también el viejo PRI, parece ser el grito de las urnas el domingo.

NOTAS INDISCRETA­S…Aún antes de que se hundiera el barco de Meade, varios saltaban antes buscando donde acomodarse. Es el caso del coordinado­r de “enlace con empresario­s” del candidato priista, Jaime González Aguadé, quien desde hace varias semanas negoció su próxima incorporac­ión a Banorte. El problema es que a Aguadé se le olvida el conflicto de intereses y la prohibició­n legal para que ocupe un cargo en el sector bancario y financiero, pues apenas el 19 de diciembre de 2017 presentó su renuncia a la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, después de 5 años de presidirla. ¿Va a trabajar para un banco cuando aun no pasa el año que marca la Ley de Responsabi­lidades de los Servidores Públicos para que trabaje en el sector del que era regulador?...Los dados marcan Serpiente. Caída libre.

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