El Universal

Los integrador­es de las California­s

En honor al General Rodolfo Sánchez Taboada y al Profesor Jesús Ruiz Barraza, defensores de la soberanía de Baja California.

- Por JORGE NUÑO JIMÉNEZ Director general Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer Mundo.

La historia del dominio mexicano sobre la Baja California y el Mar de Cortés no se puede explicar sin la participac­ión de actores que desde la colonia lucharon por el dominio y soberanía de este territorio y las aguas del Golfo.

Fueron muchos quienes hicieron posible la integració­n de este espacio soberano para la grandeza de México. Durante la Colonia se destacan los jesuitas, quienes por medio de la conquista espiritual establecen la primera columna vertebral para resguardar este codiciado territorio de las garras de filibuster­os, piratas y también del expansioni­smo norteameri­cano. Establecie­ron misiones desde Cabo San Lucas hasta Monterrey, Los Ángeles y San Francisco. El padre Eusebio Kino crea estas misiones y, como era geógrafo, demostró que la Península no era una isla, sino que remataba en la desembocad­ura del Río Colorado, siendo el autor del primer mapa del Golfo de Cortés y de California que llega a manos del Rey de España.

Después vendría la acción pacificado­ra del padre Fray Junípero Serra, Franciscan­omallorqui­no,quienllega a Veracruz el 7 de diciembre de 1749. En el camino lo muerde una víbora, que le afecta una pierna, y jura que si se cura nunca se subirá a un jumento, y lo cumple. Después de pacificar a las tribus belicosas, establecie­ndo las misiones en la Sierra Gorda (Querétaro), inicia su largo periplo con su bastón a pie a las California­s, funda nueve misiones en la Alta California. Como son San Diego, San Antonio, Los Ángeles, San Luis Obispo, San Juan Capistrano y otras. Esta será la columna vertebral integrador­a de este fraile, que logra con paciencia la pacificaci­ón e integració­n de las California­s a la corona española.

En el México independie­nte, después de haber sido mutilado el territorio por una guerra injusta, los gobiernos de la Reforma inician una acción reivindica­dora como fue don Benito Juárez. Más tarde, los gobiernos emanados de la Revolución, el presidente Carranza, preocupado por las presiones de compañías norteameri­canas, así como incidentes de naves de guerra inglesas que surcaban el Mar de Cortés, en 1917 envía a un grupo de colonos mexicanos a poblar ese territorio, digna de destacar es la acción política de los presidente­s ÁlvaroObre­gón,PlutarcoEl­íasCalles, Ávila Camacho, Ruiz Cortines. Ejemplar es la acción del general Lázaro Cárdenas, quien designa al general Rodolfo Sánchez Taboada como gobernador de la Baja California; hombre sencillo, pero no ingenuo, defiende la soberanía de la región junto con una pléyade de jóvenes que trascender­án en la política.

Toca su turno al presidente Luis Echeverría, quien con visión de estado siembra el futuro, cuyos frutos hoy cosechamos; decide la integració­n definitiva, impulsa portentosa­s obras de infraestru­ctura, como la carretera transpenin­sular (1,711 km), transborda­dores, canalizaci­ón del Río Tijuana, transforma­ción de cartolandi­a, donde viví de niño en una pujante ciudad fronteriza; crea institutos tecnológic­os y de ciencias del mar, la Universida­d Autónoma de Baja California Sur (26 de diciembre de 1975), proyectos turísticos; resuelve la salinidad del Valle de Mexicali, crea la Normal Rural del Desierto en el paralelo 28 y muchas más.

Al final del régimen, establece la Zona Económica Exclusiva de 200 Millas Náuticas, adicionand­o el Artículo 27 el 31 de julio de 1976. Trascenden­talhechoqu­elograramá­sque duplicar nuestra soberanía nacional, de una soberanía de 1,964,375 km² a 5,114,295 km². Así queda sellado para siempre como aguas interiores el codiciado Golfo de Baja California. Antes de terminar este régimen el gobierno envía una iniciativa para transforma­r el territorio de Baja California Sur en estado libre y soberano (8deoctubre­de1974),almismotie­mpo que el territorio de Quintana Roo se transforma en entidad federativa, concluyend­o así la construcci­ón del federalism­o mexicano.

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