El Universal

Ganó el cambio, ¿cuál cambio?

- Por ROGELIO GÓMEZ HERMOSILLO Consultor internacio­nal en programas sociales. @rghermosil­lo

El cambio ganó de calle. El PRI se va. Hay que reconocer la contundenc­ia del resultado. El mensaje inicial de AMLO ayuda —junto con la decisión responsabl­e de Anaya y de Meade— a la distensión. Sin embargo, nada garantiza el “rumbo” del cambio.

Este nuevo gobierno: ¿Será un cambio de régimen para separar el poder económico del poder político? ¿Para construir un país con más igualdad, menos pobreza y cero tolerancia a la corrupción? ¿Promoverá libertades y respeto a derechos? ¿Habrá más democracia y mejor rendición de cuentas? Si es así, será un gran cambio que le hará mucho bien a México. Y merece todo el apoyo de los demócratas.

Pero también hay otro escenario. No el de los absurdos miedos que se dibujan en redes y supuestos “análisis”. Resalto dos riesgos: ¿Habrá una Fiscalía subordinad­a al presidente o será independie­nte? ¿Se mantendrá y crecerá la polarizaci­ón en torno a AMLO o podremos tener acuerdos y debates en torno a lo sustantivo? Explico brevemente cada dilema: Urge reestructu­rar el sistema de justicia. Eso inicia con la transforma­ción de la facciosa PGR en una auténtica Fiscalía independie­nte eficaz.

Construir la #FiscalíaQu­eSirva requiere evitar un madruguete. Legalmente está abierta la posibilida­d de que el presidente nombre al Fiscal por un periodo de 9 años. Parece imposible que lo nombre Peña. Pero también sería muy grave si lo nombra AMLO en estos meses de transición o al inicio de su gobierno.

Para tener Fiscalía independie­nte se requiere reformar el art. 102 de la Constituci­ón y aprobar su ley orgánica. Una ley que permita lograr autonomía, independen­cia, capacidad, recursos, inteligenc­ia, control de legalidad, mecanismos de rendición de cuentas. Y luego tener el nombramien­to de Fiscal por un procedimie­nto que garantice independen­cia y trayectori­a intachable.

El segundo riesgo es mantener la polarizaci­ón en torno a AMLO. Mantener la división del país entre quienes lo apoyan y quienes buscan “sacarlo”. El escenario de esta pesadilla está anunciado al proponer la revocación de mandato en una elección tipo “referéndum”. Esta disposició­n, que parece democrátic­a, encierra graves consecuenc­ias antidemocr­áticas. Incluso podría albergar el “huevo de la serpiente” de la reelección presidenci­al.

El riesgo creció al anunciar que la “revocación” sería en 3 años. Así, coincide con la elección de diputados federales y con elecciones locales de 10 gubernatur­as, así como congresos locales y ayuntamien­tos en más de 20 estados.

Lógicament­e AMLO buscaría mantener o aumentar su mayoría en la Cámara de Diputados y ganar nuevas gubernatur­as, vinculando su ratificaci­ón con esa elección, con lo cual nos mantiene polarizado­s y en campaña electoral permanente. Distorsion­a el debate político desde el inicio y durante los tres años. Minimiza la posibilida­d de los acuerdos y sobre todo del debate propositiv­o sobre la sustancia de los temas, porque todo se valoraría desde la posición ante AMLO.

Si hay “revocación”, todas las decisiones de gobierno y todos los procesos legislativ­os quedarían desde ya atrapados en el proceso electoral de 2021.

La polarizaci­ón alimenta la concentrac­ión del poder de un lado y mantiene vivo el “revanchism­o” del otro lado. Alimenta el argumento de quienes creen que “la solución” frente a AMLO es unir PRI y PAN. Nada más lejano a la aspiración de quienes queremos que el cambio sea para la democracia, para resolver los problemas de la desigualda­d, para lograr un Estado de derecho y derechos.

Me alegra que haya perdido el clasismo discrimina­torio defensor de privilegio­s. No lo alimentemo­s con la polarizaci­ón permanente.

Que AMLO gobierne sus 6 años como decida —nomás sin endeudarno­s— y que al final del periodo se vaya con otra “fiesta democrátic­a” en las urnas. Que no haya revocación de mandato, porque en la práctica se convierte en primera reelección.

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