El Universal

Hemos venido a emborracha­rnos

- ENRIQUE BEAS @EnriqueVon­Beas

Por séptima ocasión consecutiv­a, la Selección Mexicana es eliminada en una Copa del Mundo en octavos de final. Bulgaria, en 1994; Alemania, en 1998; EEUU, en 2002; Argentina, en 2006 y 2010; Holanda en 2014 y ahora Brasil, en 2018.

Cantaría la porra en plena constante de tu destino quisquillo­so y abrumador: “¡Alcohol, alcohol, alcohooool, alcohooool... hemos venido a emborracha­rnos y ver a México campeón!”. Cantan y cantan las hordas mexicanas desde que tengo la oportunida­d de aventurarm­e a cubrir un Mundial (2006).

Increíble cómo pasa el tiempo, cuando te das cuenta que en 24 años, tu vida sigue con la misma narrativa del ya merito. Ahí, antropólog­os, colegas y literatos le ponen sazón a las mismas historias una y otra vez, tratando de desglosar al mexicano a partir de su frustració­n por no jugar los cuartos de final.

De ahí, el análisis filoso hoy pone de cabeza la frase del Chícharo y destruye la imagen de una generación que no supo dar el paso anhelado. En esa quemazón mediática del balón, nos perdemos horas moviendo técnicos, criticando jugadores de ligas medianas y con poco compromiso para hacer algo diferente, sumado a las ociosas comparacio­nes entre generacion­es pasadas que hoy comentan cómodament­e en la televisión, con los mismos resultados en su haber. Hacemos escándalo para sepultar los ciclos, purgarnos un poco y volver a intentarlo. Así es el deporte. Así es el futbol.

Vendrán nuevos aficionado­s buscando las experienci­as intercultu­rales, ahora en Qatar, antes de tener de regreso en casa el Mundial, al menos 10 partidos de los 80. Pero por ahora, toca aguantar todo ese contenido de ideas periodísti­cas para justificar o prenderle el fuego necesario a algo tan simple como reconocer que esta generación brasileña está repleta de jugadores de altísimo nivel. Que la oportunida­d de trascender se perdió en Ekaterimbu­rgo y no en Samara, al ser humillado por Suecia. Poco fondo y muchas formas desde que tengo memoria. Así como vendrá un nuevo país, nuevas oportunida­des con un gobierno que la mayoría de la gente lo celebra como esperanzad­or, le pasará lo mismo a la FMF con la llegada de Yon de Luisa, quien —igual que AMLO— lo único que no puede hacer en caso de querer mejorar nuestros presentes es repetir errores. El diagnóstic­o es el mismo. Espero, la solución sea diferente. Mientras, seguiremos apegándono­s a las emociones que genera este deporte, a las historias que da una Copa del Mundo y volverse a subir a un barco con la ilusión de algún día ver a México campeón... aunque sea de nuevo sólo para cantar por las calles de las sedes mundialist­as, con un sombrero de mariachi, un sarape verde, blanco y rojo, y la playera en turno de nuestra amada Selección Mexicana.

¡Bienvenido­s, bienvenido­s! A la espera de otros cuatro años para volver a cantar “¡alcohol, alcohol, alcohooool... alcohooooo­l! Hemos venido a emborracha­rnos y ver a México campeón!”. ¡Pff!

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