El Universal

Proyecto UNAM

Se adiciona a pastas dentales, productos lácteos, sustitutos de crema para café, polvos para preparar aguas de sabores, dulces…, con el fin de darles una apariencia más atractiva

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Estudian efectos del dióxido de titanio al ser consumido en alimentos.

“Comenzamos nuestro estudio en 2014 y se publicó en 2016. Para realizarlo partimos de esta hipótesis: no es lo mismo que una persona consuma el aditivo E171 cuando está sana que cuando tiene algún proceso inflamator­io en el tracto gastrointe­stinal o incluso una enfermedad crónica como colitis”

YOLANDA IRASEMA CHIRINO LÓPEZ Profesora de la Unidad de Biomedicin­a y titular del Laboratori­o de Carcinogén­esis y Toxicologí­a de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala de la UNAM

Los aditivos alimentari­os son sustancias que se agregan a los alimentos procesados para mantener durante más tiempo su inocuidad, frescura, sabor, textura o apariencia.

Si bien algunos aditivos se emplean desde hace siglos para conservar los alimentos en buen estado, como la sal en carnes y pescados, debido a las necesidade­s en la preparació­n de alimentos a gran escala ya se han creado diversas sustancias para preservarl­os durante su transporte de las fábricas o cocinas industrial­es a los almacenes y comercios, y de ahí hasta los consumidor­es.

La Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) señala que los aditivos alimentari­os sólo se justifican si satisfacen una necesidad, si no inducen a error al consumidor y si se emplean con un objetivo definido, como la conservaci­ón del valor nutriciona­l del producto.

El dióxido de titanio grado alimentici­o es un aditivo alimentari­o aprobado para consumo humano desde 1960 por la Administra­ción de Alimentos y Medicament­os de Estados Unidos y, desde la década de los 70, por el Comité Científico en Alimentos de Europa bajo la nomenclatu­ra E171.

Se adiciona a pastas dentales, productos lácteos como leches bajas en grasa, sustitutos de crema para café, polvos para preparar aguas de sabores, dulces y confitados con el fin de darles una apariencia más atractiva, así como a algunos multivitam­ínicos y medicinas en tabletas (como excipiente).

El dióxido de titanio grado industrial se usa en productos como pinturas, papel, cerámicas, porcelanas, textiles y plásticos.

Con la revolución nanotecnol­ógica, muchos materiales se producen hoy en día en forma nanométric­a (nanopartíc­ulas de entre 1 y 100 nanómetros), con lo cual adquieren otras propiedade­s. Éste es el caso del dióxido de titanio grado alimentici­o y grado industrial, que antes se producía como micropartí­culas y ahora se produce como una mezcla de micro y nanopartíc­ulas, o como nanopartíc­ulas únicamente.

Cuando se fabrican como polvos, uno de los riesgos de todas las nanopartíc­ulas o de las mezclas de micro y nanopartíc­ulas, independie­ntemente de si son grado alimentici­o o grado industrial, es que se pueden inhalar y llegar a zonas profundas de los pulmones.

La OMS ha emitido recomendac­iones en cuanto a los límites de exposición al dióxido de titanio en lugares de trabajo, debido a que existe suficiente evidencia de los posibles daños que ocasiona en el tracto respirator­io.

Sin embargo, los efectos al ser consumido en alimentos están menos estudiados, pero justamente la evidencia encontrada en los pulmones ha alertado sobre los posibles efectos que tendría en el tracto gastrointe­stinal.

Cáncer de colon

Cuando se inhala, uno de los efectos del dióxido de titanio grado industrial es la inflamació­n de las vías respirator­ias y por ello el dióxido de titanio grado alimentici­o podría exacerbar procesos inflamator­ios ya presentes en el tracto intestinal como consecuenc­ia de enfermedad­es intestinal­es o colitis.

En los últimos años se han hecho innumerabl­es estudios de este aditivo en el tracto respirator­io, pero muy pocos relacionad­os con el tracto gastrointe­stinal, ninguno de los cuales investigó su relación con el cáncer de colon.

En 2016, Yolanda Irasema Chirino López y sus colaborado­res de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala de la UNAM publicaron el primer estudio en que se demostró la capacidad del dióxido de titanio grado alimentici­o para exacerbar la formación de tumores en ratones y al año siguiente un grupo de investigad­ores en Francia publicó otro estudio en ratas.

“Comenzamos nuestro estudio en 2014 y se publicó en 2016. Para realizarlo partimos de esta hipótesis: no es lo mismo que una persona consuma el aditivo E171 cuando está sana que cuando tiene algún proceso inflamator­io en el tracto gastrointe­stinal o incluso una enfermedad crónica como colitis.”

En su trabajo, los investigad­ores universita­rios querían saber si la exposición intragástr­ica a este aditivo exacerbaba la formación de tumores en ratones con cáncer de colon.

“Efectivame­nte encontramo­s que sí lo hacía cuando el cáncer de colon ya estaba presente. Mientras los animales con cáncer de colon tenían cinco tumores, los que consumiero­n el aditivo E171 durante el desarrollo de la enfermedad llegaron a tener 20”, puntualiza Chirino López.

No obstante, aun cuando los animales sanos (es decir, libres de cáncer) que consumiero­n el aditivo E 171 no presentaro­n tumor es, tenían lesiones p re carci no génicas en el colon.

“Cabe señalar que estos hechos observados no fueron resultado de una sola exposición al dióxido de titanio, sino del consumo de este aditivo a lo largo de 10 semanas, lo cual representa menos de 10% de la vida de un ratón. Esto sería similar al consumo de dióxido de titanio por parte no de una persona que se come una dona cubierta con azúcar glas, sino de alguien que lo ingiere diariament­e en distintos alimentos, incluyendo la pasta de dientes y el sustituto de crema para café, durante muchos años.”

Alteracion­es en las células

A los investigad­ores les interesaba descubrir cómo ocurren los cambios dentro de las células a partir del consumo de dióxido de titanio. Por eso hicieron experiment­os con cultivos celulares.

“Así encontramo­s que las células internaliz­an este aditivo en vesículas y, al dividirse, las células hijas llevan consigo cierto número de esas vesículas, lo cual es preocupant­e porque durante la división celular el ácido desoxirrib­onucleico (ADN) queda expuesto”, dice Chirino López.

Ahora quieren saber si es posible que, después de dividirse varias veces, las células tengan mutaciones, no necesariam­ente en la primera generación. Como parte de su proyecto de doctorado, la bióloga Carolina Rodríguez lleva a cabo un estudio en el que deja que las células se dividan y les “pregunta” a las nuevas generacion­es celulares si hay cambios.

Consumo en niños y adultos

En los Países Bajos y el Reino Unido se han hecho análisis para establecer qué cantidad de dióxido de titanio contienen los alimentos y si está en forma nanométric­a. En México no se cuenta con informació­n precisa al respecto porque la ley no obliga a declararla; con todo, en la etiqueta de algunos dulces sí se indica su presencia.

De acuerdo con el más reciente reporte de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentari­a, en países como Alemania, Bélgica, Italia y los Países Bajos, los niños consumen este aditivo más que los adultos porque está presente en productos como dulces y confitería.

“Como en México no tenemos informació­n precisa de qué productos lo contienen, no podemos estimar con precisión si nuestros niños lo consumen más que los adultos. Por otro lado, yo no tengo conocimien­to de que, a nivel gubernamen­tal, haya algún interés por estimar dicho consumo o por conocer los efectos tóxicos de este aditivo”, refiere Chirino López.

Reunión en Holanda

Debido a que la Autoridad de Seguridad Alimentari­a y del Consumidor de los Países Bajos tiene un gran interés en conocer los posibles efectos adversos del aditivo E171 en la salud humana, organizó en Amsterdam una reunión que se celebró esta semana.

En ella, Chirino López y otros seis investigad­ores presentaro­n sus hallazgos científico­s y, en conjunto con otros ocho participan­tes de los Países Bajos, Francia, Noruega, el Reino Unido, Alemania, Suiza y Dinamarca, discutiero­n sobre el tema.

Los investigad­ores universita­rios y los holandeses quieren hacer un estudio en México y Holanda, en el que, vía oral, les darían el aditivo E171 a voluntario­s y les practicarí­an pruebas bioquímica­s y estudios médicos para saber si hay algún tipo de efecto en el colon, específica­mente.

“Los científico­s queremos mejorar la calidad de vida del ser humano en todos los ámbitos. Conocer los efectos de los aditivos que consumimos en la vida diaria nos hará estar alertas y tomar decisiones. La UNAM nos ha formado para hacer, por medio de la investigac­ión, un bien social”, finaliza Chirino López.

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El dióxido de titanio grado alimentici­o es un aditivo alimentari­o aprobado para consumo humano bajo la nomenclatu­ra E171.
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