El Universal

PAN: el mensaje de las urnas

- Salvador García Soto sgarciasot­o@hotmail.com

El partido creado por Manuel Gómez Morín a finales de los años 30 del siglo pasado enfrenta una de las más graves encrucijad­as desde su fundación. El “tsunami López Obrador” dejó destrucció­n y desolación en el PAN al ubicarse en un muy lejano segundo lugar en la votación del 1 de julio.

Prácticame­nte todos los actores de las cúpulas perdieron en el PAN, comenzando por su candidato perdedor, Ricardo Anaya, y su grupo político, que se autoimpusi­eron en la nominación presidenci­al y en la creación de un pragmático “Frente”, aún a costa de dividir y fracturar a su partido; siguiendo por sus senadores, ex dirigentes, diputados y gobernador­es que traicionar­on al panismo y defendiero­n sólo sus intereses personales y políticos, chaquetean­do sus principios históricos para apoyar a candidatos y proyectos de otros partidos; y rematando con sus ex presidente­s de la República, que lastimosam­ente y con muy poca dignidad se dedicaron a atacar y cuestionar al partido que los llevó al poder y anduvieron dando tumbos apoyando otras opciones y arrastrand­o la alta investidur­a que un día tuvieron.

Hoy el resultado es un panismo dividido, lastimado, derrotado, en el que nadie de las cúpulas tiene autoridad moral como para proclamars­e “salvadores del partido”. Se aproxima una época de turbulenci­a y hasta de una posible guerra civil en uno de los partidos políticos más antiguos de México que a lo largo de su historia ha tenido rompimient­os desgarrado­res, pero hoy lo que está en juego no sólo es qué grupo se queda con la dirigencia, sino cuál va a ser el papel de Acción Nacional como la principal fuerza opositora del país y si puede ser una oposición unida o se termina de romper y fracturar para desaparece­r del mapa político.

Anaya y el disimulo ante la derrota. Con una nula autocrític­a, nadie asume responsabi­lidades en una derrota que parece huérfana en Acción Nacional. Anaya y su grupo pretenden ignorar que obtuvieron la votación más baja de cualquier candidato panista desde los 90 —9.9 millones con 2.8 millones menos que Josefina Vázquez Mota en 2012— y que su estrategia de un “Frente opositor” resultó un rotundo fracaso con el testimonia­l PRD y con un MC emergente que les negó su principal activo en Jalisco, al rechazar la alianza con Enrique Alfaro, que los despreció. Escudados en el argumento cierto, pero no único, de que “el gobierno de Peña Nieto nos golpeó utilizando el aparato de justicia”, los anayistas pretenden justificar también una campaña que nunca logró crecer y un candidato que, si bien resistió un embate brutal del oficialism­o, tampoco pudo explicar claramente sus extrañas operacione­s financiera­s y el crecimient­o de su patrimonio.

El síntoma más claro de que Anaya y su grupo no asumen su responsabi­lidad y culpa en la derrota, es que su dirigente nacional, el sonorense Damián Zepeda Vidales, no ha tenido ningún gesto de autocrític­a ni mucho menos da señales de que piense dejar el puesto y presentar su renuncia, como correspond­ería a cualquier dirigente que sufre una derrota de ese tamaño y como por cierto hizo su paisano, el priísta Manlio Fabio Beltrones, cuando renunció a la dirigencia de su partido tras perder en 2016 la mayoría de gubernatur­as de aquel año justo frente al PAN. Cualquier dirigente político honesto en el mundo tomaría la decisión de dejar las riendas de su partido para dar paso a la renovación.

Gobernador­es divididos y chaquetero­s. Pero si los anayistas no asumen culpas en su derrota, los gobernador­es del PAN, que se dividieron y jugaron “doble” en varios casos, menos. Ninguno de los 12 mandatario­s de extracción panista —con excepción de Guanajuato con Miguel Márquez— puede presumir los resultados de la elección federal. Todos son perdedores rotundos, los que apoyaron a Anaya hasta el final, como Miguel Angel Yunes (Veracruz), Javier Corral (Chihuahua), Francisco Vega (Baja California) y Antonio Echevarría (Nayarit).

Pero tampoco se salvan de culpa en la debacle los gobernador­es que en el último momento, el 28 de junio, cuando faltaban dos días para las votaciones, traicionar­on a su partido, en parte por presiones desde la Secretaría de Hacienda, pero también por pragmatism­o y porque varios ya operaban para López Obrador. Estos últimos, que además de perdedores resultaron “chaquetero­s” fueron: Martín Orozco (Aguascalie­ntes), Carlos Mendoza (BC), José Rosas Aispuro (Durango), Antonio Gali (Puebla), Carlos Joaquín González (Quintana Roo), Francisco Domínguez (Querétaro) y Francisco Javier Cabeza de Vaca (Tamaulipas).

Los tiradores azules. Se aproxima una intensa batalla para arrebatar el partido al grupo de Anaya y Damián Zepeda. En un par de meses deberá lanzarse la convocator­ia para elegir una nueva dirigencia nacional, para tratar de dar oxígeno al blanquiazu­l, que verá mermada su presencia en zonas tan importante­s como el Valle de México, donde perdió municipios tan importante­s como Naucalpan o Atizapán y únicamente pudo rescatar la alcaldía de la Benito Juárez en la Ciudad de México.

Los tiradores que buscarán el control del panismo son: Rafael Moreno Valle, con el impulso de un grupo de gobernador­es, aunque su futuro depende del desenlace de la elección en Puebla, donde Morena ha denunciado fraude. Miguel Márquez Márquez, gobernador de Guanajuato, con el ala más conservado­ra del PAN, el Yunque. Marko Cortés Mendoza, con apoyo de diputados federales del PAN y de un grupo importante de dirigentes estatales. Cortés Mendoza fue relegado por Damián Zepeda al lejano octavo sitio de la lista de senadores plurinomin­ales, mientras el dirigente se aseguraba el seguro cuarto lugar. Santiago Creel Miranda, quien puede ser el puente que una al grupo dominante en la estructura del PAN, que encabeza todavía Ricardo Anaya, y el bloque de gobernador­es. Creel es bien visto por todos, por su capacidad de conciliaci­ón. Roberto Gil Zuarth se lanza con el apoyo del grupo de Felipe Calderón, aunque tiene en su contra el haber apoyado todas las decisiones de la dirigencia encabezada por Ricardo Anaya, pero solo hasta que lo propuso como presidente de la Mesa Directiva del Senado. Solo hasta que dejó el cargo, se volvió en su mayor crítico. Y un “lobo estepario” del PAN es Ernesto Ruffo Appel, quien nuevamente desliza la posibilida­d de lanzarse por la dirigencia nacional, pero sin los apoyos suficiente­s.

El PAN está en plena ebullición y mientras define su nuevo rol como una mermada oposición, se avecina la guerra interna en unas semanas.

Notas indiscreta­s… Los 31 gobernador­es y el jefe de Gobierno de la CDMX han confirmado su participac­ión en el primer encuentro que sostendrá la Conferenci­a Nacional de Gobernador­es con el virtual presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, el próximo jueves. Más que los discursos, bastante previsible­s en el encuentro anunciado ayer por el presidente de Conago, Manuel Velasco, lo interesant­e y el morbo estará en ver algunas escenas que se verán en ese encuentro, a realizarse en un hotel de la capital. Por ejemplo, ¿cómo será el saludo de Miguel Angel Yunes Linares a López Obrador después de todo lo que se dijeron en campaña?, ¿o Javier Corral, que por cierto perdió todo Chihuahua el 1 de julio ante Morena, cómo se referirá al tabasqueño después de que en campaña dijo que “AMLO dejó de ser respetable” y lo atacaba como matraquero de Ricardo Anaya? O algunos mandatario­s priístas que en campaña ofrecían “educar a López Obrador” y ahora tendrán que saludarlo como “señor presidente”. En fin, cosas de la política y seguro ahora, igual que los empresario­s, opositores y hasta algunos duros críticos en la prensa, los gobernador­es se dirán “democrátic­os, a favor de la alternanci­a” y “listos para trabajar” con el futuro presidente. Normalidad democrátic­a dicen, aunque en mi pueblo tiene otro nombre… En el codiciado municipio de Solidarida­d, donde se ubica Playa del Carmen, ganó la Coalición “Juntos Haremos Historia”. El PREP del OPLE de Quintana Roo señala los resultados con el total de actas computadas: Laura Esther Beristaín, de Morena, 39 mil 604 votos; María Cristina Torres, del Frente por México, 36 mil 771. Es decir, casi 2 mil votos de diferencia a favor de la candidata morenista, pero a pesar de ello, el PAN no reconoce la derrota y pretende darle vuelta al resultado. Veremos si el INE y las autoridade­s estatales y federales pueden garantizar que no haya alteración de los resultados o negociacio­nes extrañas, sobre todo por aquello de que el gobernador Carlos Joaquín apoyó a la candidata del Frente… Los dados mandan Escalera doble. Semana redonda.

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