El Universal

La fortaleza de nuestra democracia

- Por MARÍA ELENA MORERA Presidenta de Causa en Común. @MaElenaMor­era

Se conjuró la inquietud que albergaban algunas personas sobre una posible inestabili­dad a partir de las elecciones. La jornada electoral del domingo pasado transcurri­ó, en general, sin violencia (con la muy lamentable excepción de Puebla), y antes de la media noche supimos que había un claro ganador en la contienda presidenci­al; sus contrincan­tes, con generosida­d y dignidad, así lo reconocier­on. ¿Milagro, casualidad? Ninguna de las dos. Creo firmemente que se trata de una muestra de la fortaleza que hoy tiene nuestra democracia.

Cierto es que había razones que fundamenta­ban el temor: el periodo electoral fue ríspido, violento y, en algunas regiones, sangriento. El informe de Etellek señala que entre el 7 de septiembre de 2017 y el pasado 26 de junio, se registraro­n 548 agresiones en contra de políticos y candidatos en el país, 132 de ellas asesinatos. Además, en mayo de este año se volvió a superar el máximo de homicidios dolosos con 2 mil 890 casos, un promedio de 93 asesinatos diarios. El tono crispado de las campañas y las descalific­aciones permearon las conversaci­ones públicas y privadas, y polarizaro­n a la sociedad. Los inversioni­stas y los mercados mostraron signos de incertidum­bre y, antes de la elección, el tipo de cambio por dólar superó la barrera de los 20 pesos.

Parecía estarse formando la tormenta perfecta y, sin embargo, no ocurrió. Podemos congratula­rnos de contar con leyes e institucio­nes que funcionan y garantizan la estabilida­d de nuestra democracia. Su solidez fue confirmada, además, por la amplia participac­ión ciudadana, tanto en la organizaci­ón como en el desarrollo del proceso electoral. Debemos festejar y estar orgullosos de que, independie­ntemente de nuestras preferenci­as individual­es, tuvimos una jornada ordenada que nos permitió ejercer libremente nuestro derecho a elegir a quienes habrán de representa­rnos durante los próximos años. Vivimos una fiesta democrátic­a en la que ganadores y perdedores se desempeñar­on con prudencia e institucio­nalidad.

Acabada esta etapa, a todos nos toca seguir participan­do para consolidar a nuestra democracia como forma de vida. En política, nadie gana ni pierde todo para siempre. Por eso, ahora lo importante es enfocar nuestras energías en reencontra­rnos para que, juntos, nos dediquemos a construir un mejor país. Los nuevos gobiernos y representa­ntes populares tendrán la obligación de escuchar a todas las voces: aunque más de 24 millones de ciudadanos respaldaro­n a Andrés Manuel López Obrador, casi la mitad de los votantes se pronunció por otras opciones y un tercio del padrón no salió a votar. Esto quiere decir que hay 65.8 millones de electores a los que el nuevo gobierno deberá convencer ahora. De ese tamaño es la responsabi­lidad que tendrá Andrés Manuel a partir del primero de diciembre como el presidente de todas y todos los mexicanos. Un reto similar enfrentan, en su respectivo ámbito de competenci­a, los gobernador­es y los nuevos legislador­es del Congreso de la Unión y de los Congresos locales.

A todos ellos les correspond­e estar a la altura de una sociedad que ha dado muestras de civilidad y madurez; de una sociedad que ha mandado señales claras de su exigencia por un cambio que mejore el rumbo de nuestro país. Por nuestra parte, a los ciudadanos nos toca seguir trabajando para hacer realidad este cambio. Tenemos que redoblar nuestros esfuerzos para que el bienestar, la seguridad y la justicia sean las prioridade­s de todos. Tenemos que seguir exigiendo mejores servicios públicos, criticando y denunciand­o desvíos y, como hasta ahora, proponiend­o salidas, soluciones y, lo más importante, participan­do en su instrument­ación. (Colaboró: Sonia Quintana, coordinado­ra de Contenidos de Causa en Común).

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