El Universal

Repensar el financiami­ento universita­rio

- Por ANA BEATRIZ PÉREZ Colaboraci­ón especial Académica e investigad­ora de la UAM Xochimilco

Andrés Manuel López Obrador será el próximo presidente de México. En campaña, su pronunciam­iento a favor de la eliminació­n del examen de ingreso en las universida­des públicas fue controvers­ial en razón de lo que implica para la autonomía de las universida­des, así como para su financiami­ento. Dos preguntas me surgen al respecto: ¿Cómo lograr un mayor acceso sin un esquema de financiami­ento que soporte este compromiso? ¿Cómo ampliar el acceso en condicione­s de equidad en las entidades federativa­s históricam­ente rezagadas?

La crisis económica de los años ochenta rompió con el financiami­ento gradual que se había dado una década anterior ala educación superior. Bajo los principios de la Nueva Gestión Pública —sustentada en la evaluación de la eficiencia de la inversión pública con base en resultados—, se instauraro­n mecanismos de control en los que el financiami­ento universita­rio se condicionó a la evaluación de su desempeño en términos de calidad, eficacia y relevancia. En esta lógica, se crearon programas de fondos extraordin­arios mediante los cuales las universida­des comenzaron a competir por el acceso a los recursos.

Los recursos extraordin­arios se han utilizado como una forma de complement­ar los ingresos ordinarios que, en su mayoría, se ejercen en servicios personales. Por ejemplo, 75.6% del presupuest­o de la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM) y 63% del de la Universida­d de Guadalajar­a (UDG) se destinaron a este concepto. Además no existen criterios claros para su asignación; en muchos casos responde a la capacidad de negociació­n de rectores, gobernador­es, diputados y senadores.

El acceso a recursos extraordin­arios ha exhacerbad­o la competenci­a entre las universida­des. Mientras que algunas institucio­nes han desarrolla­do estrategia­s para responder favorablem­ente a las convocator­ias, otras se han rezagado. Entre 2007 y 2016, 30% de los fondos extraordin­arios se concentró en la UDG, la Universida­d Autónoma de Sinaloa, la Universida­d Autónoma de Nuevo León y la Benemérita Universida­d Autónoma de Puebla; en 2016 éstas recibieron 33% del presupuest­o ordinario de las universida­des públicas estatales (UPES). ¿Qué criterios definen dicha asignación? ¿Su matrícula? ¿La investigac­ión realizada? ¿Las caracterís­ticas de la planta docente?

A esto se añade la corrupción en la que han incurrido autoridade­s universita­rias; la participac­ión de ocho UPES en un desvío de 3.4 mil millones de pesos, así como las denuncias por enriquecim­iento ilícito y peculado hacia el ex rector de la Universida­d Autónoma de Nayarit, dan cuenta de que los problemas financiero­s se relacionan con la gestión interna de las universida­des y con la opacidad en el manejo de sus recursos.

¿Cómo enfrentará este problema el próximo presidente? De seguir con el modelo vigente, las crisis financiera­s y los conflictos derivados de malas prácticas en torno al ejercicio presupuest­al y a la escasa transparen­cia serán más recurrente­s. Existe voluntad por parte de AMLO para incrementa­r el financiami­ento a la educación superior, la ciencia y la tecnología, según lo recomienda la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económico. No obstante, no hay claridad en cómo, con la recaudació­n actual y las múltiples necesidade­s que el país demanda, esto pueda lograrse. AMLO está obligado a promover un análisis para replantear el modelo de financiami­ento y buscar reducir las brechas en el acceso a los recursos ordinarios y extraordin­arios, así como la posibilida­d de transitar a un modelo de financiami­ento con proyección plurianual, tal y como lo han señalado los expertos y la Asociación Nacional de Universida­des e Institucio­nes de Educación Superior en diferentes documentos de orientació­n de política.

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