El Universal

Emoción pura sobre ruedas

Prueba. Manejamos el monoplaza BAC Mono en el Autódromo Hermanos Rodríguez.

- RODRIGO FISCHER —autopistas@eluniversa­l.com.mx

Este modelo

Hace nueve años, un par de hermanos decidieron que era momento de iniciar públicamen­te el emprender el sueño de muchos: construir su propio auto. Casi una década después, lo anterior pone a los hermanos Briggs, Ian y Neill, en una muy selecta lista de personas dentro de las cuales están Enzo Ferrari, Henry Ford, Elon Musk y Ferdinand Porsche.

La compañía se llama BAC, un acrónimo de Briggs Automotive Company. Su sede está en Liverpool, Inglaterra, donde existe no una fábrica; sino una especie de taller de alta costura donde menos de 100 personas producen alrededor de 20 autos cada año.

El Mono es la “ópera prima” de Ian y Neill. Un auto que, de momento, es el único monoplaza legalmente homologado para la calle. Una fantasía para todos los que amamos las prestacion­es puras de un auto (acelerar, frenar y virar) hecha realidad.

Luego de sacar del guardarrop­a, guantes, nomex, botas y casco (los cuales no son obligatori­os en este auto), llegamos a nuestra cita en el Autódromo Hermanos Rodríguez con el personal de BAC de México, quienes nos presentaro­n el auto, sus atributos y el primer reto del día: el volante.

Sí, en el volante del Mono existen casi todos los controles e informació­n del auto. Al igual que en un Fórmula 1, los cambios de velocidade­s (incluida la reversa) y punto muerto o neutral, se operan desde allí. Además, existe el cuadro de instrument­os, los controles de luces, claxon y por supuesto, la ignición.

Entonces, luego de entender cada botón en el volante y sus posibles combinacio­nes, llegó el momento de entrar al habitáculo del Mono y puedo asegurar que es toda una experienci­a similar a entrar a una nueva dimensión

Sentarse en el asiento es como ponerse un guante. Ofrece una posición que combina entre sentarse y acostarse y luego, hay que abrochar el cinturón de seguridad de cinco puntos. Después, toca insertar el sofisticad­o volante y ponerse el protocolar­io casco.

Tal cual lo habíamos ensayado fuera del monoplaza, Todos

tocaba sacar el Mono de los pits sin errores: con el dedo índice izquierdo, apretar el botón de ‘neutral’ y jalara la paleta derecha detrás del volante. Con esto, hemos selecciona­do la primera marcha, así que seguía sacar el pedal del clutch con mucha precisión.

Finalmente, inició la fantasía. En el cuadro de instrument­os, miré que todo estaba bajo control para que el Mono y yo empezáramo­s a conocernos en movimiento.

Gracias a una relación peso/potencia de 1.9 kg/hp, el BAC puede acelerar como muy pocos. En papel, yo tenía toda conciencia de que así sería, pero vivirlo fue distinto: de verdad, la aceleració­n es extrema.

Ir a más de 6 mil rpm en plena recta del AHR, es tan impresiona­nte como su misma aceleració­n. Se siente como a mayor velocidad, los paneles de la carrocería reciben el aire y por ende el auto se pega al suelo. Esto provoca que la velocidad de reacción en la dirección sea finísima y poco indulgente.

Los frenos también agradecen, tanto de la relación peso/potencia como de la calidad aerodinámi­ca del auto, así que pisar el pedal del freno luego de acercarte a los 250 km/h para enlazar el trazo de derecha-izquierda-derecha del complejo Moises Solana, es algo irreal.

Los hermanos Briggs diseñaron un animal que come Ferrari y Lamborghin­i en cualquier circuito. La facilidad con la que acelera, frena y vira es tan impresiona­nte que es fácil pensar que los demás están en otra categoría.

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representa el primer desarrollo de la firma con base en Inglaterra.
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los controles se ubican en el volante.

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