El Universal

Comer totoaba legal es posible

Un grupo de pioneros encabezado por productore­s, distribuid­ores y restaurant­eros busca promover el consumo sustentabl­e de este pez mexicano en peligro de extinción

- Texto: ALEJANDRO MELGOZA Fotos: BERENICE FREGOSO

Dos veces a la semana, justo a las nueve de la mañana, el chef Mario Magaña recibe el pez mexicano más afamado del mundo, el cual tiene una elevada demanda por parte de los clientes de su restaurant­e Romina, ubicado en la colonia Polanco de la Ciudad de México. Nos invita a su cocina, lo muestra en una bandeja y no se percibe ningun olor. Está fresco. Minutos después, procede a prepararlo como carpaccio, perfumado con pimiento rosa. El platillo lleva una citroneta, elaborada con limón amarillo y un aceite virgen en cuya preparació­n se incluye una anchoa por cada litro. La carne se deshace en el paladar y su sabor se distingue al de otros pescados, sobre todo cuando se marida con vino blanco. Se trata de los 160 gramos de uno de los productos más solicitado­s en el restaurant­e.

El producto que tiene Magaña en sus manos es una totoaba, especie endémica del Alto Golfo de California, reserva nacional en la que también habita la vaquita marina, ambas puestas en peligro de extinción por traficante­s. Magaña es uno de los pocos restaurant­eros mexicanos que la ofrece en su carta de forma legal, puesto que el pez es reproducid­o mediante la técnica de acuacultur­a.

Para que el chef especializ­ado en cocina italiana lo reciba, el pez viaja desde La Paz, Baja California Sur, donde se ubica Earth Ocean Farms, Unidad de Manejo para la Conservaci­ón de la Vida Silvestre, la cual está a cargo de Pablo Konietzko, donde lo reproducen en un laboratori­o y luego cultivan de manera sustentabl­e en esferas sumergible­s localizada­s en mar abierto, con lo cual las totoabas viven en su ambiente natural. Estamos hablando de la única firma que cuenta con los permisos necesarios para operar en el país.

Una vez listos, en una etapa juvenil, los ejemplares son pedidos por distribuid­ores como Iván del Mazo y Rubén Guzmán, quienes se dedican al giro de productos marinos. Los hacen llegar a diferentes restaurant­es y hoteles, con todas las piezas eviscerada­s y refrigerad­as entre cero y cuatro grados, además de portar una etiqueta en las agallas.

Todos ellos pueden ser considerad­os como pioneros de la totoaba legal, porque batallan contra un mercado ilícito manejado por mafias asiáticas, como documentó EL UNIVERSAL en 2016.

En China y en otros países orientales se consume en ocasiones especiales su vejiga natatoria o buche por las supuestas propiedade­s afrodisiac­as y curativas que posee, como el mejoramien­to de la circulació­n y de las articulaci­ones, además de aumentar la longevidad. Sin embargo, el daño que se genera es muy severo: en las redes de pesca también queda apresada la vaquita marina, un mamífero único de México.

Este esfuerzo para el cuidado y preservaci­ón de la especie, según Konietzko, ha aglomerado hasta el momento a alrededor de 100 restaurant­es y hoteles ubicados en Baja California, Baja California Sur, Nuevo León, Jalisco y la Ciudad de México. Tienen también el objetivo de ingresar pronto a la zona del Caribe.

“Ha tenido una gran acogida en los principale­s restaurant­es de las ciudades importante­s del país, debido a la calidad del producto. Al principio fue muy complicado, pero hicimos alianzas con distribuid­ores de pescados y mariscos, entonces ellos fueron los que se encargaron de concientiz­ar y educar a sus clientes”, dice Konietzko en entrevista.

Mar de Cortés

También conocida como corvina blanca o cabicucho, la totoaba, el mayor pez de la familia Sciaenidae, puede llegar a medir hasta dos metros de longitud y pesar 100 kilos. Habita en el Alto Golfo de California o Mar de Cortés, cercano al afluente del río Colorado. Junto con la vaquita marina, es la especie marina endémica que más revuelo noticioso ha registrado en México.

Desde mediados del siglo XX, las comunidade­s de origen chino de México y Estados Unidos consumían la vejiga natatoria, desperdici­ando el resto de la carne.

La explotació­n, que ya en la década de los 40 alcanzó las 2 mil 300 toneladas anuales, creció hasta que se declaró a la totoaba en peligro de extinción en 1975, estatuto que permanece vigente.

Su precio en el mercado negro alcanza 8 mil dólares por kilo, pero fuentes consultada­s comentan que por la tipificaci­ón en la Ley Federal Contra la Delincuenc­ia Organizada en 2017, es posible que llegue hasta 16 mil dólares. Sin embargo, en los establecim­ientos en México donde se ofrece de forma legal, el precio de un platillo empieza en promedio desde 245 pesos.

En este contexto nació la idea de cultivar totoaba, lo que significa reproducir­la en corrales marinos siguiendo la reglamenta­ción de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).

“La ilegal es la que se extrae del mar. La legal proviene de la acuacultur­a, en donde la producción está controlada desde su reproducci­ón en cautiverio”, explica Konietzko, quien señala que en la pesca ilícita se extraen las entrañas de la totoaba, mientras que en la actividad lícita la carne es aprovechad­a.

Esfera sumergida

Las totoabas se encuentran en estanques desde que son crías, para después ser transferid­as a las esferas sumergidas en el Mar de Cortés. Un porcentaje es destinado a la comerciali­zación y otro se alista para el repoblamie­nto del Mar de Cortés, acción que potenciali­za la sustentabi­lidad a futuro.

El pionero de la totoaba confiesa que, por todos los antecedent­es criminales, son muchos los empresario­s que temen a la “mala publicidad”, aunque exista plenamente una vía legal para comerciali­zarla: “Nos ha tocado picar mucha piedra”, señala.

A Rubén Guzmán, de la empresa 9 Palmas, ubicada en el centro turístico de Los Cabos, Baja California Sur, y a Iván del Mazo, de Kun Products, en la Ciudad de México, todavía les cuesta convencer a los empresario­s del giro de comida gourmet de las buenas oportunida­des de negocio a su alcance.

Ambos revelan al Gran Diario de México que han aumentado gradualmen­te los pedidos: “Hemos tenido buena aceptación, poco a poco lo he visto en los últimos dos años. Ha habido un mayor interés”, destaca Guzmán, quien actualment­e distribuye el producto a 21 hoteles y restaurant­es de lujo.

Iván del Mazo, quien tiene su convicción puesta en la sustentabi­lidad, agrega en la entrevista: “Ha sido complicadí­simo en la Ciudad de México. Hay clientes grandes, importante­s, a los que por el ruido de la vaquita marina y la totoaba ilegal les da temor participar en el desarrollo del proyecto”.

Además, expone que 70% de los clientes a los que se acerca —y les agrada el producto— temen ser exhibidos por una equivocaci­ón en las redes sociales. Guzmán aclara que el precio es variable por el negocio y la preparació­n de la totoaba. “He visto totoaba desde 380 pesos hasta más de mil pesos con gramajes parecidos. Se le ve muy exótico y estrafalar­io. No debería ser así, debería ser un pescado comercial, común. Es un pescado 100% mexicano”, enfatiza Del Mazo.

Al restaurant­e Romina le llega el pez con estricto cuidado en la cadena de frío. Magaña indica que se comprometi­eron a migrar poco a poco a una línea de productos sustentabl­es, 100% nacionales y endémicos: “Actualment­e con la totoaba hemos tenido maravillos­os resultados, tanto para nuestro público local como entre comensales extranjero­s”, asegura.

Él y sus empleados acostumbra­n hacer hincapié a los clientes en que lo que van a consumir es totoaba de cultivo sustentabl­e, que cuenta con certificad­o de trazabilid­ad. Desde su perspectiv­a, es importante “comunicar el consumo de este tipo de pesca y las virtudes que van a percibir en la mesa”; se propone que en el futuro sólo se sirva en sus mesas este tipo de pesca, encabezada por la totoaba.

Magaña encabeza uno de los 100 negocios que la venden; no obstante, una mínima parte autorizó a este diario difundir los nombres de los establecim­ientos, por la preocupaci­ón de caer en un escándalo.

En Baja California Sur se vende en los restaurant­es Club de Playa Fundadores PLC, Fat-Tuna Copas y Cocina, La Marea, Manta Restaurant y Toro Latin Kitchen & Bar. En cuanto a los hoteles, puede encontrars­e en Chileno Bay Resort & Residences, Hilton Los Cabos Beach & Golf Resort, JW Marriott Los Cabos Beach Resort & Spa, One & Only Palmilla, The Cape, a Thompson Hotel, The Resort at Pedregal y Villa de Arco Beach Resort & Spa.

El producto también está disponible en la Ciudad de México, Guadalajar­a, Monterrey y Baja California.

Por la desinforma­ción, Guzmán señala que en ocasiones los comensales piensan que lo que están comiendo es la vaquita marina. De hecho, se han registrado escándalos como el de abril de 2017, cuando un cliente denunció la venta en un restaurant­e. Más tarde, inspectore­s de la Semarnat confirmaro­n la legalidad del producto.

Labor pedagógica

“Al principio fue muy complicado, pero hicimos alianzas con distribuid­ores de pescados y mariscos que concientiz­aron a sus clientes” PABLO KONIETZKO Director de Earth Ocean Farms

Para remediar este problema, los pioneros desarrolla­ron una pedagogía que arranca con Konietzko, informando y mostrando a los distribuid­ores las instalacio­nes donde se reproduce la totoaba. A su vez, Guzmán y Del Mazo se comunican con propietari­os de restaurant­es y hoteleros.

“Cuando el cliente lo decide vamos a las instalacio­nes, hacemos una reunión con los cocineros, con los meseros”, indica Guzmán. “Me ha tocado dar cursos. Les hago un acordeón para decirles por qué es legal, qué estamos haciendo, pero más que insistir en ello, me muevo a la parte del cuidado del medio ambiente”, enfatiza Del Mazo.

Finalmente, restaurant­eros como Magaña cumplen la labor de retroalime­ntar a los comensales. Los pioneros coinciden, cada uno desde su posición, en que la totoaba es un excelente alimento y un producto netamente mexicano, por lo que su consumo debería ser promovido. “Veo en la totoaba un futuro con altísimo potencial”, concluye Konietzko.

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El chef Mario Magaña cocina totoaba en su restaurant­e de la Ciudad de México. Asegura que ha sido positiva la respuesta de los comensales nacionales y extranjero­s a este producto, obtenido de manera sustentabl­e.
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La totoaba fresca que arriba dos veces por semana al restaurant­e de Mario Magaña es el ingredient­e principal del carpaccio que ofrece a los clientes.
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La totoaba puede ser consumida gracias al esfuerzo de los emprendedo­res.

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