El Universal

Catalina Pérez Correa

- Por CATALINA PÉREZ CORREA División de Estudios Jurídicos CIDE

“Las amnistías que niegan la participac­ión de víctimas resultan peores como vía de reconcilia­ción”.

Hace unos días, miembros del gabinete de seguridad del próximo gobierno anunciaron que realizarán una consulta para elaborar una Ley de Amnistía. Esta Ley, presentada en campaña como uno de ejes para lograr la pacificaci­ón del país, fue duramente criticada por los adversario­s políticos de López Obrador. Incluso, circulaban videos (bastante estigmatiz­antes) de jóvenes tatuados festejando una supuesta amnistía que les permitiría seguir delinquien­do. Las aclaracion­es que se hicieron son importante­s para entender el contenido y alcance de la propuesta. No se hará sin consultar a las víctimas; no es un decreto presidenci­al sino una ley que debe pasar por el proceso legislativ­o y no serán incluidos delitos violentos, sólo los no violentos (principalm­ente los relacionad­os con drogas o delitos políticos). Es una medida para incorporar a la legalidad a quienes, por razones económicas o por coacción, han actuado en la ilegalidad, aclaró Alfonso Durazo durante la conferenci­a de prensa.

La amnistía no es una invención mexicana. Es un mecanismo legal que se ha usado en distintos países luego de conflictos armados como instrument­o para restablece­r la paz. Según el Comité Internacio­nal de la Cruz Roja (CICR), como parte de la justicia transicion­al, las amnistías cumplen funciones como “propiciar el establecim­iento de la verdad y/o prevenir el resurgimie­nto o la prolongaci­ón de un conflicto armado”. Sudáfrica, Colombia, Argentina, El Salvador, Chile, España han aprobado versiones de este mecanismo en momentos claves de su historia. Cada una tuvo sus particular­idades que las hicieron mejores o peores para abonar al proceso de reconcilia­ción social. En unos casos, se perdonó a miembros de las fuerzas armadas que habían cometido crímenes atroces, lo que generó la sensación de impunidad y causó descontent­o social. En otros, como el colombiano o el sudafrican­o, se ha cuidado más la participac­ión de víctimas y la búsqueda de la verdad.

No hay una fórmula única para llevar a cabo una transición hacia la paz. Tampoco hay una receta sobre cómo legislar la amnistía. En términos generales, todas las versiones suelen incluir alguna forma de confesión o aceptación de la responsabi­lidad, restitució­n del daño y perdón de la sociedad. El derecho internacio­nal fija límites, excluyendo ciertos delitos de las amnistías: crímenes de guerra o violacione­s graves de derechos humanos como la tortura, la desaparici­ón forzada, las ejecucione­s extrajudic­iales, entre otros. Pero el contenido o alcance de una Ley de Amnistía depende en gran medida de necesidade­s y realidades sociales de cada país. El reto, como señala el CICR, está en lograr un equilibrio entre las necesidade­s de paz y las exigencias de justicia de la sociedad.

Los procesos de amnistía en los que se ha negado la participac­ión de las víctimas, especialme­nte en la decisión de otorgar perdón, han resultado peores como instrument­os de reconcilia­ción. Además, la investigac­ión de todos los delitos, más allá de las confesione­s de parte, es necesaria para legitimar el proceso. En este sentido, es relevante que exista un proceso de búsqueda de verdad, que culmine con una sentencia de un tribunal, aunque luego se perdone al responsabl­e del cumplimien­to de toda o una parte de la pena. La amnistía no debe eximir a los culpables de responsabi­lidad ( ex-ante), sino hacerlos partícipes de un proceso de perdón y reconcilia­ción. El proceso, asimismo, debe exponer la estructura gubernamen­tal que hizo posible la comisión de ciertos delitos. Muchos delitos fueron (y son) posibles porque hubo (hay) omisión o colusión de agentes del Estado. El proceso de amnistía debe poner en claro quiénes participar­on desde el Estado y cómo lo hicieron.

La búsqueda por la receta mexicana para la paz apenas comienza. Vale la pena tener presentes los elementos que permitan lograr el balance entre paz y justicia.

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