El Universal

Los Pinos

- Adriana Malvido adriana.neneka@gmail.com

Muchas cosas han cambiado desde que tengo memoria en lo relativo al relevo del poder en el ámbito de la cultura. A una sociedad más exigente y participat­iva correspond­e mayor transparen­cia.

En el sector cultural, por primera vez llegamos a las elecciones con informació­n acerca de los proyectos de cada partido en la contienda y el nombre de quién los encabezarí­a en caso de ganar. El tema de la política cultural se debate en libros como ¡Es la Reforma Cultural, Presidente!, en la radio, en suplemento­s culturales y revistas (este mes Letras Libresle dedica la portada y gran parte de su contenido en interiores). Los cineastas recurren a las redes sociales para exponer sus demandas y necesidade­s… Hay diagnóstic­os, exposición de ideas y propuestas.

Alejandra Frausto, la futura secretaria de Cultura, ofreció entrevista­s a los medios, se reunió con diversos grupos del sector para exponer su programa, participó en los debates públicos y presentó formalment­e un documento con los ejes y líneas de trabajo de la alianza Juntos Haremos Historia en el Claustro de Sor Juana el 19 de junio. Me informan que el documento se profundiza­rá en los próximos meses, pero en el proyecto se presenta, entre los “temas prioritari­os”, el titulado “De la cultura del poder al poder de la cultura” y versa sobre la transforma­ción de Los Pinos en “uno de los complejos culturales más importante­s de Latinoamér­ica”.

El discurso del proyecto, en boca de Alejandra Frausto, ha hecho hincapié en el poder de la cultura como eje de transforma­ción social. En el tema del nuevo uso de la que fuera casa del Ejecutivo desde Lázaro Cárdenas, el tono grandilocu­ente remite a otras épocas: “Las 60 hectáreas de la Residencia Oficial de los Pinos se convertirá­n en uno de los complejos culturales más grandes del mundo”. En la página que se abrió en Internet, Los Pinos para todos, se lee: “Los edificios que contiene la residencia oficial hoy se van a convertir en: ¿Un cine dedicado a los niños? ¿El espacio de la diversidad? ¿Una colección del patrimonio cultural vivo? ¿Una sala de conciertos? ¿Una biblioteca en un árbol?”. Luego de estos ejemplos, Morena invita a que la gente participe con un “Ahora te toca a ti: ¿Qué quieres que incluya el complejo cultural más grande del mundo?”.

La muy respetable sencillez en la vida personal de Andrés Manuel López Obrador, la austeridad que propone para la vida de los demás funcionari­os de gobierno y el cuidado y seriedad con las que se elaboró el proyecto cultural de Morena contrastan con la insistenci­a en el calificati­vo “más grande del mundo”.

Me asomo a la página. La diversidad de propuestas ciudadanas es amplia y va, desde un museo de la música, una ciudad de las humanidade­s y las artes, centros de divulgació­n científica y tecnológic­a y espacios para la creación artística, a la sugerencia de que se destine parte del espacio a un albergue para los damnificad­os por los sismos de 2017, que sobreviven en tiendas de campaña en la calle, o para la reproducci­ón de especies endémicas de la ciudad de México.

En lo personal, coincido con Jimena Torre cuando se pregunta: “¿Por qué todos los proyectos en México tienen que ser mega?” En una zona rodeada de museos, teatros, auditorios y galerías ¿es necesario un complejo cultural más y un pozo sin fondo de inversión? Como ella, otros participan­tes de la encuesta defienden la conservaci­ón de ese espacio como área verde, para atender las necesidade­s naturales del bosque de Chapultepe­c y, si acaso, adaptar un pequeño centro de investigac­ión y conservaci­ón del medio ambiente en los espacios ya construido­s en los Pinos.

El jardín ofrece un vínculo con la naturaleza, con el silencio y la serenidad, un espacio de convivenci­a. Un buen jardín, decía Ferdinand Bac, “contiene en sí mismo al universo entero”. ¿Nos podemos dar ese lujo?

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