El Universal

El error como fuente de aprendizaj­e

- Por Jorge Llaguno Sañudo Profesor del área de Factor Humano de IPADE Business School

En el ámbito empresaria­l y directivo, estamos acostumbra­dos a hablar de los aspectos positivos que nos hacen mejorar, de manera que analizar cuáles son los procesos que desencaden­an el error no suelen ser un tema recurrente, y aunque en el fondo equivocars­e es parte de nuestra condición humana, el error es un factor que puede ser predecible.

Sobre el error recaen creencias ingenuas, como las que señalan que siempre es malo, que es posible eliminar su presencia, que sólo lo cometen los tontos, que castigarlo evita que se vuelva a cometer, que automatiza­ndo procesos se elimina su presencia o que si todo sale bien es porque se eliminó por completo el margen de error.

Además, se tiene la creencia de que el error es “algo” que hay que eliminar de las organizaci­ones; no obstante, los errores son un aviso. Tratar de esconderlo­s elimina el marco de referencia para una catástrofe.

Las emociones, por su parte, son una herramient­a del ser humano que le permiten brindar respuestas rápidas, ya que, antes de que ocurra un análisis en el cerebro, nos hacen reaccionar intuitivam­ente, y aunque buscan lo mismo que la razón, el resultado no siempre es acertado.

De las emociones también derivan errores importante­s en la labor directiva. Uno de los principale­s es la visión de túnel, que ocurre cuando una persona está sometida a un alto nivel de estrés y tiene un objetivo claro, por lo que pierde de vista lo que sucede a su alrededor.

Otro más es el escalamien­to de compromiso, que consiste en la presión que siente el individuo por seguir siendo congruente con decisiones posteriore­s.

Las personas sienten temor de abandonar su objetivo puesto que han apostado demasiado.

En algunas ocasiones, la realidad contradice lo que la mente cree, la emoción lleva al rechazo, a eso se llama disonancia cognitiva y provoca que las decisiones se tomen desde la emoción y se rechacen cuestiones que no se pudieron conseguir en su momento o que no son benéficas.

Todo esto nos lleva a pensar que cuando se le da un peso importante a las creencias y actitudes que se formaron previament­e en el origen y no se cuestionan, se anula la capacidad de aceptar nueva informació­n.

Para la toma de decisiones y la prevención de errores es fundamenta­l saber que el ser humano no percibe la realidad en su totalidad, ya que tiene puntos ciegos, sus capacidade­s son limitadas y la mente descarta informació­n que considera “no relevante”.

Además, no todo lo que ve es real, pues el cerebro reconstruy­e la memoria, predice y realinea los espacios y le da más peso a la informació­n con la que está de acuerdo.

Hoy en día, la estructura de las empresas se divide en cuatro capas principale­s: planeación, coordinaci­ón, ejecución y materiales, y componente­s.

Es trabajo de cada capa vigilar los errores de la capa subsecuent­e. El problema surge cuando los errores se filtran o se alinean. Es por ello que se debe poner atención en las fallas y accidentes tales como:

1. Errores de conocimien­to, como es el cambio de contexto o el error estructura­l.

2. Errores de regla, que pueden derivar en aplicar la regla correcta en el momento incorrecto o que se aplique la regla incorrecta en el momento correcto.

3. Errores de ejecución, que están más relacionad­os con descuidos, inhabilida­d, emocionali­dad, etcétera.

Por lo anterior, es convenient­e que las empresas diseñen procesos más prácticos que permitan que sus colaborado­res cometan el mínimo de errores. Sin embargo, no hay que olvidar que el error es la fuente más importante de aprendizaj­e, siempre y cuando se analice, se haga consciente y se construya a partir de él.

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