De Sonora para Baja California
La Cocina de Doña Esthela en el Valle de Guadalupe es uno de los imperdibles cuando visites los viñedos de la región
La cocinera Borrego tatemado, Cuando pruebas la comida de Esthela Martínez no hay vuelta atrás: querrás volver una y otra vez gracias a su sazón y a la calidez con la que recibe en su local en el Valle de Guadalupe.
Esta sonriente cocinera nació en El Chilar, Sonora. Allá su madre, Alicia Bueno Salcido, le enseñó el oficio de panadera.
“Con un balde en la cabeza nos mandaba a las rancherías a vender el pan. Somos cinco, y ahí lo llevábamos en un colotito”, narra.
Empanadas de calabaza, gordas de elote, conchas, cemitas y coricos son algunas de las delicias que sabe preparar. El aroma seductor se detecta desde que uno llega a este local. Uno de sus platillos más famosos por la mañana son los hot cakes de elote: al platicar con ella uno entiende el por qué quedan tan ricos.
Esthela es muy trabajadora. Llegó a Baja en 2010 para elaborar quesos, limpiar casas y vender en las tienditas locales su variedad de panadería. Para ganarse una “feriecita” extra comenzó a vender burritos de frijoles, nopales y espinacas: eran de estos ingredientes porque no le alcanzaba para hacerlos de carne.
Poco a poco se corrió la voz de que cocinaba rico y el resto es historia: abrió en 2011 y desde las ocho de la mañana el comedor está repleto de comensales hambrientos que buscan, entre otros manjares, su borrego tatemado, que se acompaña con un consomé.
El chile para este caldo lo manda a traer de su tierra y le nombra “Manzanita”.
“Es cascarudito. Tienes tatemarlo para que suelte el color y no pique. Le quitas las semillas y lo mueles en metate para que no se vaya el bagacito. Con eso no dan agruras”, aclara.
Los animales son criados por ella y su familia y los alimentan de alfalfa y granos.
“El borreguito es una cosa hermosa, tanto en su jugo como tatemado. Se cuece bajo tierra, está hecho con mucho amor”, explica.
“No soy chef, nunca estudié ni tuve escuela. Te echaría mentiras. Aprendimos en el rancho. Lo que sé es lo que viví de niña y lo que me inventé solita. Te hago de comer sin recetas, eso que es de allá, de mi tierra”, comparte.
Esthela piensa que todo el trabajo es sagrado. Confiesa que ama lo que hace pues es feliz cuando está guisando. Y aunque se levanta a las dos de la mañana a hacer su producción, no le pesa, ya que su pasión es darle cariño en forma de sabor a los demás.
“Mi mamá con eso nos mantuvo a nosotros y ahora mis tres hijos siguen el camino”, dice orgullosa la cocinera.