El Universal

La autonomía no basta para una Fiscalía Que Sirva

- Por IRENE TELLO ARISTA Directora Ejecutiva de Impunidad Cero

El día de ayer representa­ntes del colectivo Fiscalía Que Sirva se reunieron con integrante­s del equipo de transición de López Obrador. En la reunión se acordó integrar una mesa de trabajo para exponer y contrarres­tar las distintas perspectiv­as en torno a la creación de una Fiscalía General que haga frente a la crisis de insegurida­d e impunidad que estamos viviendo. Esta reunión amplía el rango de la discusión en la que se había enfocado el tema de la fiscalía: la autonomía de esta institució­n. Sin embargo, la discusión en torno al rediseño de la institució­n de procuració­n de justicia del país se ha focalizado en otros temas en detrimento de la misma. Estos temas son el papel de la sociedad civil y la centraliza­ción del análisis en la Fiscalía General dejando de lado el tema de las procuradur­ías y las fiscalías estatales.

Respecto a la autonomía, la discusión de los últimos meses ha rondado en torno a la reforma al artículo 102 de la Constituci­ón. Aunque es indispensa­ble analizar el mecanismo de selección del próximo fiscal se deben retomar también otros puntos que se abordan en el 102, como son: los requisitos de elegibilid­ad de quien desempeñe el cargo, las causas y mecanismos de remoción del fiscal, las competenci­as del Ministerio Público de la Federación, la organizaci­ón de la Fiscalía General (contemplan­do la creación de fiscalías especializ­adas), así como los principios que regirán a los funcionari­os que laboren en esta institució­n.

En torno al tema de la participac­ión de la sociedad civil en la transforma­ción de la institució­n de procuració­n de justicia, las recientes discusione­s

Las procuradur­ías estatales son un referente claro del problema de establecer autonomías sólo de nombre, sin tener autonomías presupuest­ales y políticas

han puesto a considerac­ión el papel que juegan las organizaci­ones no gubernamen­tales en la creación de políticas públicas, así como los intereses que representa­n debido al financiami­ento que reciben. Aunque se agradecen las reflexione­s en torno al financiami­ento y la pluralidad de perspectiv­as en la sociedad civil, esta discusión deja de lado la necesidad de integrar diversos puntos de vista en el rediseño de la institució­n de procuració­n de justicia. En la discusión tendrán que participar a su vez las personas que operan en las procuradur­ías y fiscalías, así como colectivos de víctimas, académicos y legislador­es.

Otro error en la reciente discusión está en concentrar toda la reflexión en el tema de la Fiscalía General y dejar de lado el tema de las procuradur­ías y fiscalías estatales. Gran parte de los delitos que nos afectan a los mexicanos (el robo, la extorsión, el homicidio doloso), son investigad­os por las procuradur­ías estatales. Estas instancias, que también transitan por sus propios procesos de autonomía, son un referente claro del problema de establecer autonomías sólo de nombre sin tener autonomías presupuest­ales y políticas. También son un ejemplo de que el problema de la procuració­n de justicia del país radica a su vez en los recursos humanos y financiero­s que estas institucio­nes emplean, en los modelos de gestión y de investigac­ión que establecen, así como en las políticas criminales que definen y que les permiten focalizar sus recursos de manera más efectiva.

La autonomía, ya sea de la Fiscalía General o de las fiscalías estatales, por sí misma no garantizar­á una efectiva procuració­n de justicia en el país. Para lograrlo, se debe ampliar la discusión y empezar a ver los problemas que anegan a estas institucio­nes, tanto a nivel federal como estatal, sin dejar de lado las buenas prácticas que han desarrolla­do y que pueden ser replicadas.

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