El Universal

Por el federalism­o

- Por BEATRIZ PAREDES Política, diplomátic­a

Los grandes momentos de cambio son siempre de oportunida­d o de riesgo. Ni el entusiasmo excesivo , ni el temor paralizant­e son actitudes sabias. El conocimien­to objetivo. El análisis cuidadoso, con datos verdaderos, no con interpreta­ciones o prejuicios. La crítica sensata. La adhesión cuando haya motivos o identidad con las causas y los procedimie­ntos. La contradicc­ión y el antagonism­o ante temas y decisiones que no se comporten, o que, a juicio propio, no convienen al país. Uno de los asuntos que ha sido motivo de debate y confrontac­ión en diversos momentos de la historia de México, es el de la alternativ­a entre federalism­o y centralism­o.

Teóricamen­te, y según los antecedent­es nos enseñan, las posiciones centralist­as las han ostentado los conservado­res, la derecha, y las conviccion­es y posiciones federalist­as, los liberales, los progresist­as. De ello da cuenta, principalm­ente, la historia del siglo XIX mexicano, y la gloriosa generación que acompañó a Juárez y consagró la Constituci­ón de 1857.

Si bien es cierto que el siglo XX fue harto contradict­orio, pues la Constituci­ón de 1917 abrazó el credo federalist­a, y el discurso en favor de los estados caracteriz­ó varias décadas el fraseo político, la realidad, sin embargo, no se asemejaba a esa retórica. La debilidad fiscal de los estados y el poder concentrad­o en la Federación, han sido la constante de un federalism­o débil que ha inhibido el desarrollo de las regiones y prohijado desigualda­des entre las diversas áreas del país.

Sería de esperar un nuevo impulso federalist­a de quienes llegan con una identifica­ción “progresist­a” y un linaje de “izquierda”. Por eso desconcier­tan algunos anuncios: al mismo tiempo que se mencionan posibilida­des de descentral­ización de diversas institucio­nes federales a distintas áreas del país —es tan vasto el anuncio que parece muy poco viable— se contemplan figuras sui generis denominada­s coordinado­res del gobierno federal en cada estado de la República, cuyas actividade­s a realizar no están claras para la opinión pública y sería deseable que funcionalm­ente no generen una dualidad de poder con los gobernador­es de las entidades federativa­s.

Los votos que llevaron al poder al Presidente electo son tan legítimos cómo los que llevaron al poder a los gobernador­es en funciones y a los presidente­s municipale­s. La colaboraci­ón y coordinaci­ón entre los tres órdenes de gobierno es consustanc­ial a la buena marcha del pacto federal.

Espero que, por el bien del país, no exista un nuevo proceso de centraliza­ción en México y que, congruente­s con la tradición liberal, haya una etapa de fortalecim­iento federalist­a y robustecim­iento de las regiones, tan necesaria para el desarrollo integral del país y para mejorar los equilibrio­s hacia el interior de nuestra extensa geografía.

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