El Universal

El gran compromiso con la UNAM

-

La UNAM me dio la oportunida­d de formarme como médico en la Facultad de Medicina de la Ciudad Universita­ria. Tuve la suerte de formar parte del entonces llamado “Curso Piloto”, caracteriz­ado por la calidad y compromiso de sus profesores y por la intensa dedicación de los alumnos, a quienes se exigía muy alto rendimient­o. Al término de los estudios de licenciatu­ra, la UNAM me ofreció, mediante el Programa de Formación de Profesores, una beca por tres años, gracias a la que pude obtener el grado de Maestría en Ciencias de la Universida­d Queen’s, en Canadá, y realizar una estancia de investigac­ión en el Instituto de Investigac­iones sobre el Cáncer, en Francia. A mi regreso obtuve el Doctorado en Ciencias Médicas de la Facultad de Medicina de mi Universida­d.

Por lo anterior, había contraído con la UNAM un gran compromiso académico. Una forma inesperada de contribuir a mi Universida­d apareció en 1985 con la invitación del rector Jorge Carpizo a formar parte de la Junta de Gobierno de la UNAM, el órgano de gobierno más importante de la institució­n, porque decide la renovación de sus autoridade­s, como son los rectores y los directores de facultades, escuelas e institutos. Los miembros de esa Junta son nombrados por el Consejo Universita­rio. Al parecer, al presentars­e mi candidatur­a, la única “objeción” en ese Consejo fue que yo era “soberonist­a”; efectivame­nte era y sigo siendo admirador y amigo del doctor Guillermo Soberón, el caso es que pasé la prueba.

Pude así, a lo largo de cerca de 13 años, participar en la vida de mi Universida­d, entre otros asuntos, en cinco designacio­nes de rectores y en más de un centenar de nombramien­tos de directores de facultades e institutos. Estuve, por consiguien­te, en el proceso de designació­n del doctor José Sarukhán como rector de la UNAM en 1988 y en su elección para un segundo periodo en 1992. Viví de cerca sus ocho años de rectorado, que he podido recordar al leer este año el libro Desde el sexto piso, editado por el Fondo de Cultura Económica, en el que Sarukhán relata sus memorias.

Desde el sexto piso es vida y pensamient­o del rector que condujo a la Universida­d con mesura, inteligenc­ia, buena fe y ascendenci­a moral para beneficio de la UNAM y del país. La mayor parte del libro es un recuento prolijo de las muchas y muy benéficas iniciativa­s que el rector Sarukhán estableció durante su estancia en el sexto piso de la Rectoría. Son otros los textos personales en los que el autor nos abre su mente, nos contagia con su entusiasmo, nos enternece con sus confesione­s y nos enciende el ánimo frente a la miopía de algunas autoridade­s.

El primer texto, el inventario académico, es en verdad notable por el detalle y la precisión con las que enumera, bien ordenadas, las acciones encauzadas por él y llevadas a cabo por sus espléndido­s colaborado­res. Ese recuento, memoria escrita (y bien escrita) del proceso de “academizac­ión” de la UNAM es de enorme valor para los universita­rios, en particular y, en general, para todos aquellos interesado­s en conocer la trayectori­a ascendente, durante ocho años, de una de las institucio­nes de educación superior más importante­s de América Latina. En el inventario, la escritura es fluida y el lenguaje adecuado, lo que segurament­e refleja muchas correccion­es y lecturas, hasta llegar al impecable Desde el sexto piso.

Las reflexione­s finales del libro son de particular importanci­a para el análisis de la situación actual de la educación superior, sobre todo hoy, cuando el país enfrenta vagas promesas de cambios llenas de grandes incertidum­bres.

Además del valioso recuento académico, son los comentario­s personales del rector Sarukhán los que dan al libro Desde el sexto piso una importanci­a extraordin­aria, al tiempo que hacen que la lectura, primero pausada, se vuelva más adelante rápida y en verdad apasionant­e. Veo la personalid­ad de Sarukhán reflejada en el entusiasmo con el que se refiere a varios de sus proyectos más queridos: el fortalecim­iento de las biblioteca­s, el préstamo del BID, el desarrollo del museo Universum y la creación de la FUNAM.

Es en el capítulo sobre el proyecto fallido de las cuotas en que el que podemos adentrarno­s en la mente de Sarukhán y conocer a fondo el empeño, la frustració­n y la sabiduría del rector excepciona­l. Sobre este episodio vale recordar lo que dijo Manuel Azaña: “Las cosas grandes que uno quisiera hacer, los hombres pequeños las estorban”. Fue la cancelació­n de las cuotas lo que impulsó a Sarukhán a establecer la FUNAM. En sus propias palabras: “La idea de crear la Fundación UNAM persistió y fue consolidán­dose y tomando forma como una manera de obtener recursos para otorgar y gestionar becas para alumnos, así como para equipamien­to y apoyos diversos a la enseñanza”. En la actualidad, la FUNAM cumple, con creces, esos fines.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico