Probadita poblana
De pisa y corre nos fuimos un grupo de amigos a Puebla, invitados por el chef y empresario Omar Méndez, para disfrutar un día completo de sorpresas hedonistas, que nos hicieron descubrir una nueva cara de la ciudad.
Empezando por nuestro alojamiento de lujo y vanguardia en el nuevo Hotel Cartesiano. No me quedó la menor duda del por qué está rankeado entre lo más top de la capital poblana, ya que no le pide nada a las grandes propiedades entre la élite del hospedaje.
No puedo dejar de mencionar los privilegios sibaritas que la cocina regional nos regala cada vez que vamos. Fue en La Textilería, la primera escala del recorrido que Omar nos tenía preparado, donde tuve el primer goloso encuentro del día con una cocina mexicana moderna, sin perder su esencia pura y los acentos típicos que definen y destacan a los sabores cien por ciento poblanos.
Imperdibles allí, fueron las Chalupitas típicas y el rey de la carta: un Pavo en adobo con medallones de plátano del que hubiera querido repetir porción una y otra vez más, al igual que mis compañeros de mesa, Javier y Rocío Fernández de Angulo.
Llegó la charola de los merengues y los dulces de toda la vida que, pecando de gula, Pau Gómez Mascarell prácticamente no quería soltar.
Más tarde en Piacevole, otro favorito del buen comer internacional en la Angelópolis, nos esperaba Omar, esta vez con una mesa de postín donde aparte de platillos fine dining a la italiana, probamos los vinos de alta gama que compartimos también con María Forcada, la experta en lifestyle Cony Cuadra, Mildred Daniel y Nicholas Gilman, y que fueron los protagonistas estelares y el pretexto de la invitación.
Tres prestigiadas etiquetas como champagne Dom Perignon Vintage 2004, el Château La Fleur-Petrus Pomerol 2006 y un Château Lafite Rothschild Pauillac 2013 dieron paso para cerrar la escena al Sauternes Château Rieussec Grand Cru 2008, que bien valió la pena rendirles homenaje bebiendo hasta la última gota de cada botella.
Allí me encontré a algunos otros poblanos conocidos como Eduardo Ponce de León con Ana, su hermana, y al pintor Eduardo Irusteta en compañía de un grupo, que se quedaron mudos de antojo cuando vieron los vinazos que nos descorcharon.