El Universal

Educación sí, pero no para todos

- Ana Francisca Vega Twitter: @anafvega

Como parte de la reforma educativa, las escuelas de nivel secundaria eligen los contenidos de los libros de sus alumnos. En la práctica, esto quiere decir que algunos jóvenes conocerán efectivame­nte sobre temas de educación sexual y otros no

Hace unos días salió en la prensa nacional que por primera vez, todos los alumnos de primero de secundaria del país, tendrían acceso a través de sus libros de texto, de educación sexual. Parte de la informació­n que habría incluido la Secretaría de Educación Pública, se reportó, tenía que ver con la atracción hacia personas del mismo sexo, bisexualid­ad, masturbaci­ón, transexual­idad y otros temas que jamás habían sido incluidos en la informació­n que el Estado mexicano había decidido incluir en la currículo para que las chicas y chicos de secundaria en uno de los países con mayores tasas de embarazo adolescent­e del mundo y en el que la homofobia y los crímenes de odio son cosa de todos los días pudieran estar mejor informados y seguros. Hasta aquí todo bien. Aplausos. Todo comienza por la educación, así que bien.

Sin embargo, poco nos duró el gusto. En este mismo diario, en una nota publicada el 21 de junio, comenzó a dibujarse lo que realmente había sucedido. Como parte del nuevo modelo educativo se presentaro­n 17 nuevos libros sobre la materia de biología, y “al menos en seis de ellos se menciona por primera vez la existencia de la diversidad sexual con diferentes niveles de profundida­d que van desde la diferencia entre género y sexo, hasta los más abiertos en los que se habla de homofobia y la transexual­idad.” Y ¿en los otros 11? Pues no, resulta que no en todos.

Como parte de la reforma educativa, los maestros —es decir, las propias escuelas— tienen la capacidad para decidir los contenidos de los libros “de texto” que presentan a sus alumnos. En la práctica, esto quiere decir que algunos jóvenes mexicanos conocerán, efectivame­nte, sobre diversidad sexual, métodos anticoncep­tivos, homofobia, masturbaci­ón, erotismo y otros no. Depende de las escuelas, de la presión que puedan recibir de los padres de familia o —como ha sucedido desde ya— de asociacion­es ultraconse­rvadoras como la Asociación Nacional de Padres de Familia, el Frente por la Familia y otras.

¿Y el derecho de los jóvenes a estar bien informados? ¿Por qué desde el Estado se protege la ignorancia? Conocer de estos temas, no nombrarlos, es una forma de violencia, de exclusión. Es, además, absolutame­nte irresponsa­ble: es poner el interés de ciertos grupos por encima del derecho de los jóvenes mexicanos a estar informados y poder evitar abusos, enfermedad­es de transmisió­n sexual y violencias que son perfectame­nte prevenible­s. Nada por encima del derecho de los adolescent­es a vivir una vida sana, segura e informada.

Y lo evidente: esto no significa que las voces de padres de familia que no quieren que toda esta informació­n llegue a sus hijos no cuente. No, por ahí no va el asunto. Hay que recordar que una cosa es la informació­n que deben recibir los jóvenes y otra muy distinta lo que en familia decidan hacer con ello. Informació­n es algo muy distinto que orientació­n educativa. La orientació­n —lo que uno haga con la informació­n que recibe— es cosa del ámbito privado, de las familias. Por eso, precisamen­te por eso, las autoridade­s no pueden hacer libros de texto a la medida ideológica de cada sector social para que a nadie incomoden. En un país con 200 mil embarazos adolescent­es al año ni con los niveles de discrimina­ción y bullying no cabe la tibieza. O sí, y entonces los chicos pagan los costos de nuestra cobardía.

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