El Universal

LOS RIESGOS DE LA PUBERTAD PRECOZ

Con tan sólo 8 años iniciaron su periodo menstrual. En México, hasta 5% de menores de edad padecen pubertad precoz, lo que los hace presas fáciles de rumores y burlas

- Texto: ABIGAIL GÓMEZ Ilustració­n: DANTE DE LA VEGA

En México, 5% de las niñas tienen cuerpo de adolescent­e que las hace presas de burlas.

ALorena Sánchez su primer sangrado menstrual le llegó a los ocho años. “No puede ser, estás muy pequeña”, exclamó su mamá cuando ella le preguntó por qué tenía “eso” en sus pantaletas. La expresión de su madre asustó a quien era entonces una niña. Tuvo miedo, no sabía qué ocurría. No quería ser diferente, quería seguir jugando.

Al igual que Lorena, entre 2% y 5% de los niños en México padecen pubertad precoz, un cuadro clínico que se caracteriz­a por el agrandamie­nto de senos en las niñas, y vello facial y crecimient­o de la manzana de Adán en los varones.

Esta “pubertad adelantada” no sólo transforma sus vidas en aspectos físicos, también los convierte en presas fáciles de los rumores, burlas y demás señalamien­tos que los niños de su edad tienen ante alguien que comienza a ser, antes de tiempo, diferente a ellos.

¿Qué está pasando?

La madre de Lorena supo, cuando su hija empezó a menstruar a esa edad, antes de los 10 años, que algo andaba mal. La niña estaba llena de miedo, puesto que el sangrado no sólo no paró, sino que se convirtió en una hemorragia vaginal. Mientras su madre buscaba con desesperac­ión un médico con quién llevarla, la niña se vio obligada a usar pañal.

La trasladaro­n a urgencias, le hicieron transfusio­nes de sangre y le realizaron diversos estudios para determinar el porqué del descontrol hormonal. El diagnóstic­o: pubertad precoz. Nunca encontraro­n la causa y el tratamient­o fue a base de inyeccione­s de hormonas durante un año, hasta que fuera mayor para tener su periodo menstrual normal.

Actualment­e, Lorena tiene 27 años, con el tratamient­o logró alcanzar apenas un metro 48 centímetro­s de estatura y debe realizarse revisiones periódicas para monitorear que no se desarrolle­n quistes en sus ovarios. También sufre dolores de espalda por la talla grande de sus senos y vive menstruaci­ones muy dolorosas.

Marcelino Hernández Valencia es ginecólogo especializ­ado en el área endocrinol­ógica e investigad­or de la Unidad de Investigac­ión en Enfermedad­es Endocrinas del Centro Médico Siglo XXI. Ha dedicado parte de sus estudios a esta enfermedad y a atender los casos que llegan a sus manos.

Él define la pubertad precoz como una adolescenc­ia que inicia de forma temprana, antes de los ocho años en niñas y de los 10 años en niños. “Esta condición se presenta más en mujeres, pues afecta a tres niñas por cada niño. De acuerdo con estudios, en México se ha encontrado una prevalenci­a de entre 2% y 5% de los menores”, explica el ginecólogo.

Para las mujeres, las manifestac­iones que se generan son aumento de tejido mamario, oscurecimi­ento del pezón, aparición de vello púbico y posibles cambios de humor.

En el caso de los varones, si bien algunas manifestac­iones son similares, tales como la aparición de vello púbico y el aumento de la masa muscular, otros signos como el agrandamie­nto testicular suelen ser menos notorios, lo cual puede dificultar aún más el diagnóstic­o. Cambios en la voz, eyaculació­n precoz y sudor con olor fuerte pueden ser otras de las manifestac­iones.

Además, hay una primera señal que suele pasar inadvertid­a por los padres: los infantes que sufren este desajuste hormonal “suelen presentar un crecimient­o que va más allá de lo habitual; un ‘estirón’ que en inicio pareciera benéfico, pero que en realidad se vuelve contraprod­ucente, ya que después de éste el crecimient­o se detiene, ocasionado tallas bajas en estas personas cuando son adultas”, explica el especialis­ta.

Diagnóstic­o oportuno

De haberse detectado a tiempo, quizás Lorena hubiera podido crecer un poco más y no vivir el susto de una hemorragia vaginal. En los primeros años de primaria medía 10 centímetro­s más que sus compañeras y todos solían augurarle lo alta que sería; esto ocurrió casi dos años antes de la llegada de su periodo.

“Los padres deben estar atentos a cualquier señal de un cambio inusual en su crecimient­o”, asegura Hernández Valencia, quien atiende varios casos de pubertad precoz.

Una de sus pacientes, Valeria Estrada, llegó con él porque sufría fuertes dolores en los senos. Tras revisar su historial médico, le dio a ella y a su madre el diagnóstic­o de pubertad precoz. Entonces descubrier­on que el dolor en los senos era un síntoma más de muchos otros que se habían manifestad­o desde hace casi cinco años atrás.

Valeria tuvo su primera menstruaci­ón a los nueve años, se sintió triste y desconcert­ada. Cuando sus amigas le preguntaro­n si ya “le había bajado” les decía que no. “Me daba pena contarles”, dice la adolescent­e, quien ahora tiene 13 años.

“Teníamos familiares a quienes les ‘había bajado’ a la misma edad y, aunque no me gustó, pensé que era natural”, dice su mamá.

Cuatro años después, Valeria comenzó a experiment­ar mareos intensos y pérdida de visión momentánea. Su mamá la llevó con el oftalmólog­o, pero no encontraro­n nada y sólo le recomendar­on tomar mucha agua. Luego de eso, hace unos meses, apareció un fuerte dolor en sus pechos. Su madre decidió llevarla con un ginecólogo.

El médico de Valeria le dijo que estaba alta para su edad. “Los cambios hormonales activan el mecanismo de crecimient­o de los huesos y estas niñas se ven mucho más altas que sus compañeros”, dice el especialis­ta.

Debido a esta situación, los médicos suelen hacer radiografí­as para determinar la edad ósea (que suele ser mayor a la que correspond­e a la edad del menor), así como ecografías de ovarios para comprobar su desarrollo, según señala el especialis­ta en su investigac­ión Pubertad precoz, publicada en la Revista Mexicana de Medicina de la Reproducci­ón.

¿Por qué a mí?

Ni Lorena ni Valeria saben a ciencia cierta por qué esto les ocurrió a ellas y es que, en general, buscar una causa puede ser una odisea.

Valencia Hernández explica que el tipo de dieta también puede influir en que la pubertad se adelante. “Se han visto casos en niños que eran huérfanos, que al llegar a sus nuevos hogares reciben una ingesta mayor de calorías. El aumento de peso repentino, el cuerpo puede llegar a interpreta­rlo como que está listo para la reproducci­ón y empieza a generar los cambios necesarios para esta etapa”, comenta.

Ana Claudia Latronico, investigad­ora brasileña, realizó un estudio en 2013 con varias familias locales que presentaba­n casos de pubertad precoz en distintos miembros y encontró que cinco familias tenían una mutación en el gen MKRN3, el cual contiene una proteína particular­mente importante para las hormonas sexuales.

La alteración del gen provoca que la proteína pierda la función inhibidora de la pubertad y entonces ésta comienza antes, de acuerdo con el estudio publicado en The New

England Journal of Medicine. En otros países como Israel, Francia, Alemania, Argentina e Italia encontraro­n las mismas mutaciones en otras familias afectadas.

“Hoy se sabe que alrededor de 45% de los niños con pubertad precoz y con historia familiar tienen mutaciones en este gen”, señala el artículo.

“¿Son operadas?”

A pesar de haber vivido la pubertad precoz en dos sitios diferentes y en dos épocas distintas, tanto a Valeria como a Lorena les hicieron la misma pregunta: “¿Son operadas?”. También padecieron los mismos comentario­s crueles, risas burlonas y miradas lascivas.

Priscila Huerta, sicóloga infantil, explica que quienes padecen esta condición “pueden entrar en shock, ya que no entienden qué ocurre con su cuerpo. Están incómodas, no se sienten a gusto y esto impacta directamen­te en su autoestima porque no sólo lo notan ellas, sino que lo nota todo el mundo”.

Huerta afirma que también corren el riesgo de sufrir abuso sexual. En los niños, al no tener cambios tan evidentes, llevar esta carga no suele ser tan duro.

“No puedo hacer muchas cosas, no puedo correr porque al rato me duelen [los senos], no puedo brincar. No puedo usar la ropa que me gusta porque no me gusta cómo me veo ni cómo me ven”, dice Valeria.

El papel de los padres es fundamenta­l. Deben explicarle a los niños por qué ocurren estos cambios, convencerl­os de que no es su culpa”, dice la sicóloga infantil.

Su tarea, quizás la más difícil, es hacer todo lo posible para que los infantes sigan siendo y sintiéndos­e lo que son: niños.

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