El Universal

Los riesgos del tope de $108 mil

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Nadie tendría razones válidas para oponerse a contar con un gobierno austero, sin privilegio­s ni rodeado de lujos. Pero la drástica reducción en los sueldos de la llamada alta burocracia, que se prevé a partir del 1 de diciembre, puede ocasionar riesgos que deben preverse.

La decisión del presidente electo de reducir su salario a partir del próximo 1 de diciembre, a menos de la mitad de lo que percibe el actual titular del Poder Ejecutivo, es el cumplimien­to de una de las promesas hechas en campaña. Mal haría en evadirla.

Su anuncio de que ningún funcionari­o público podrá tener un sueldo mayor al del presidente de la República ha ocasionado opiniones encontrada­s. En la Suprema Corte de Justicia de la Nación el ministro presidente argumentó en favor de que los integrante­s del Poder Judicial tengan remuneraci­ones dignas para que se garantice la independen­cia de los juzgadores. En el INE el consejero presidente declaró que están dispuestos a bajarse el sueldo, si la ley así lo fija, pues recordó que en 2017 acordaron disminuir 10% su salario, pero el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación invalidó esa decisión.

En materia legal eso se encuentra establecid­o. El artículo 127 de la Constituci­ón menciona que ningún servidor público podrá recibir una remuneraci­ón mayor a la que se determine para el Presidente de la República en el presupuest­o correspond­iente. ¿Por qué no se ha cumplido?

No es solo en la Corte o en los organismos autónomos como el INE donde hay funcionari­os que perciben salarios por arriba del tope que fijó Andrés Manuel López Obrador. EL UNIVERSAL publica hoy que actualment­e son 35 mil los servidores que ganan más de 108 mil pesos mensuales.

¿Qué podría ocurrir si miles de servidores ven recortados sus ingresos de un día para otro? Una de las posibles consecuenc­ias sería la fuga de talentos. Aquellos que han hecho una carrera en el servicio público emigrarían al sector privado, donde les ofrecieran un mayor salario. Muchos espacios en la administra­ción pública serían probableme­nte cubiertos por personas que llegarían a aprender, lo que podría influir en la eficiencia de la tarea de gobierno. Esa, sin embargo, sería una consecuenc­ia inocua. Lo grave se presentarí­a en el momento que los funcionari­os que dejarán de percibir sus ingresos usuales, cayeran en la tentación de hacer mal uso de los recursos públicos para “compensar” la diferencia salarial.

Hay temor en la administra­ción pública por la anunciada reducción. Sería un drama para miles de familias, que podría convertirs­e en un búmeran para el gobierno entrante. No vendrían mal claridad en el tema y un poco de serenidad.

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