Riesgos geopolíticos: una realidad hoy
Las directrices del proceso de administración integral de riesgos establecen, como primer paso, la adecuada identificación de riesgos a todos los niveles. Bajo este enfoque, se establece que los riesgos de entorno (externos) y que se caracterizan por no ser plenamente controlables, son a ultranza, los más significativos para las entidades, siendo el proceso de su identificación, monitoreo y administración, responsabilidad principal de los más altos representantes de la estructura de gobierno corporativo de las organizaciones, es decir, de los accionistas, los Comités, y Consejo de Administración. Los riesgos de entorno representan en caso extremo de su materialización, la posible desaparición de las organizaciones.
El pasado 1 de julio se decidió quién será, por los próximos seis años, el representante del Ejecutivo federal en México, lo cual, conjuntamente con la relación que nuestro país ha tenido con nuestro principal socio comercial del Norte, deteriorada por el nombramiento de su actual presidente, constituyen un riesgo significativo de entorno geopolítico que no puede ser controlado por las organizaciones.
Como parte de los esfuerzos realizados por el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF), y en forma previa a las elecciones del pasado 1 de julio, se ha concluido que el gobierno mexicano entrante recibirá un país con estabilidad económica y que ésta prevalecerá en el futuro en atención a la visión del IMEF 2019-2024 sustentada en cuatro habilitadores estratégicos fundamentales: 1) política económica, 2) buen gobierno, 3) responsabilidad social y empresarial y 4) Estado de derecho. Como ejemplo de esta estabilidad económica se observa, entre otros:
— Un incremento anual de 10.9% en las exportaciones al mes de mayo de 2018, según Inegi.
—Un incremento de enero a mayo de 2018 de 27% en la creación de nuevos empleos con relación al mismo periodo de 2017, según el IMSS.
— Que el posible impacto neto de los aranceles recientemente impuestos entre Estados Unidos y México —en caso de que éstos se transfirieran al consumidor final en su totalidad—, contribuiría 2.6 puntos base a la inflación anual de 2018, de acuerdo con un análisis del IMEF.
Si bien lo anterior representa fortaleza en la estabilidad económica del país, es importante señalar la incertidumbre existente por la aún no concluida renegociación del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN) y por el periodo pre y post electoral que situaron al indicador de riesgo país México en 214 puntos, el más alto durante 2018 según Bloomberg, por lo cual, un exceso de confianza no sería adecuado aún y cuando se espera que el Ejecutivo federal entrante, ejecute un plan de gobierno que atienda también el tema social, estrechamente ligado a la estabilidad económica a los habilitadores estratégicos propuestos por el IMEF, anteriormente mencionados, en conjunto con el fortalecimiento y continuidad de las reformas estructurales y en su caso con la creación de otras nuevas.
Como entidad u organización es fundamental incrementar la cultura de administración integral de riesgos, fortaleciendo significativamente el proceso inherente al continuo y frecuente monitoreo de los riesgos de entorno, principalmente geopolíticos actualmente enfrentados, manteniendo siempre los planes de contingencia y/o respuesta oportuna y flexible para su eliminación, transferencia, mitigación o administración.
Por su parte, México deberá igualmente enfrentar, monitorear y administrar el riesgo geopolítico actualmente representado por la compleja relación con Estados Unidos, en donde los temas de inmigración, concentración de comercio con ese país y visión de su actual presidente hacia México, son elementos clave.
Los ejecutivos de México tienen en sus manos una responsabilidad significativa de administrar los riesgos posiblemente enfrentados por sus organizaciones, considerando la importancia de su continuidad como organización y el valor que aportan a la estabilidad económica y social.
La administración integral de riesgos debe ser un enfoque continuo de valor agregado fortalecido frecuentemente. Asimismo, la administración integral de riesgos debe ser adecuada a la estructura y magnitud de la organización bajo los principios de efectividad, rentabilidad y concordancia con los valores éticos y misión corporativos.