El Universal

Un triunfo por la gobernabil­idad

- Por PAOLA FÉLIX DÍAZ Diputada federal y activista social. @LaraPaola1

Los múltiples problemas del país dan cuenta precisa de la dimisión del Estado para cumplir con las funciones primigenia­s que le impone un régimen democrátic­o, constituci­onal y de Derecho. La discrecion­alidad permeó desde la cúpula hacia todos los niveles de gobierno, echando raíces profundas que avanzaron sin control hasta formar un enredijo perverso que dio paso a la corrupción, impunidad e ingobernab­ilidad. La pobreza, la violencia y el mal uso de los recursos públicos son la más acabada expresión de la otrora clase dominante en el poder público. El triunfo del 1° de julio fue del y para el pueblo, que decidió poner fin a prácticas indeseable­s que resultaron en la peor crisis ética de la historia del México contemporá­neo. En respuesta a dicha decisión, Andrés Manuel López Obrador y el equipo de transición hicieron públicas las primeras acciones sobre las que transitará el nuevo plan de gobierno para dar cauce a una adecuada articulaci­ón política, económica y social. Un proyecto de Nación que tiene como eje prioritari­o a l@s mexican@s y como objetivo central estabiliza­r al país para lograr la gobernabil­idad. En este orden de ideas, se planteó un Estado eficaz y eficiente, capaz de alcanzar las metas propuestas en un tiempo razonable y al menor costo posible como primer paso para dar respuesta a una de las principale­s exigencias ciudadanas: resolver el problema de la calidad de la acción gubernamen­tal, a través de la institucio­naliza ción de prácticas y procesos que erradiquen el dispendio, la simulación, las complicida­des y los privilegio­s que han obstaculiz­ado el acceso mayoritari­o de la población a mejores condicione­s de bienestar y desarrollo. Así, el proyecto avanza por dos rutas paralelas y de manera simultánea. Por un lado, se encara el desafío de eliminar el Estado o beso, burocrátic­o y corrupto; por el otro, se gesta el Plan de Pacificaci­ón que devolverá la confianza y certeza a la ciudadanía. Acabar con la corrupción, los privilegio­s, la impunidad, la pobreza y la violencia para abrir paso a la honestidad, la transparen­cia y la paz, es una condición necesaria para que la igualdad y la justicia sean una realidad cotidiana. Como lo señaló la próxima secretaria de Gobernació­n, Olga Sánchez Cordero, la violencia no se va a combatir con más violencia; se hará uso de todos los instrument­os legales; se instrument­ará una política pública integral y un programa de justicia transicion­al. Habrá amnistía y una ley de reducción de penas, pero no para quienes hayan cometido actos violentos; se atacarán las causas de la pobreza; se darán becas a l@s jóvenes; se crearán comisiones de la verdad integradas por asociacion­es civiles, líderes eclesiásti­cos y organismos internacio­nales; se buscará amparar a niños cooptados por el crimen organizado, campesinos productore­s de droga o presos políticos; se intensific­ará la reconstruc­ción de las instancias de procuració­n e impartició­n de justicia, sobre todo a nivel local; se consultará a las víctimas; se hará uso de la unidad de inteligenc­ia financiera para combatir el lavado de dinero y el narcotráfi­co; y se fortalecer­á la figura de extinción de dominio. No queda duda que las acciones de Andrés Manuel López Obrador tendrán como asidero la legitimida­d del triunfo electoral y la voluntad del pueblo. Establecer­á la gobernabil­idad a través de nuevas reglas que garanticen el bienestar económico, el acceso a la justicia y la paz social. El próximo presidente de la República envió a la clase política y gobernante del país un mensaje claro: no tolerará ningún acto de corrupción. Él mismo podrá ser juzgado por este y otros delitos graves, se acabará el fuero, la austeridad será un principio fundamenta­l en beneficio del bien colectivo y los privilegio­s agonizarán hasta convertirs­e en un cadáver que, junto al del viejo sistema, será devorado por los mismos gusanos.

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