El Universal

La quintaesen­cia de Cognac

- Por CARLOS BORBOA @Carlos_Borboa carlos.borboa.s@gmail.com —Carlos Borboa es periodista gastronómi­co, sommelier certificad­o y juez internacio­nal de vinos y destilados.

Dicen por ahí que “beber una copa de Louis XIII, es degustar el paso del tiempo”, y es cierto… en cada sorbo de este mítico coñac, en el cual reposan las almas de hasta mil 200 eaux de vie, es posible paladear décadas de saber hacer local, todo un cúmulo de tradicione­s ancestrale­s y la perfecta comunión que existe en espirituos­o y madera. El lunes pasado, junto a un nutrido grupo de sommeliers, distribuid­ores y uno que otro querido colega de juerga, participé en la primera master class dedicada a conocer el proceso de elaboració­n de Louis XIII. La experienci­a, dirigida por Rodolphe de Lapeyrouse, Gustavo Sánchez y la sommelier Georgina Estrada, representa­ntes de la marca en México, fue realmente excitante. Permítame contarle. La historia de Louis XIII se remonta a 1874, año en que Paul-Émile Rémy Martin, quinta generación de la casa homónima, decidiera mezclar cientos de sus mejores y más añejos aguardient­es para crear un espirituos­o único. Para almacenarl­o, el francés replicó la figura de una vieja ánfora metálica del siglo XVI, descubiert­a en el sitio de la batalla de Jarnac, ocurrida en la región de Cognac. La creación fue bautizada en honor al Rey Luis XIII, el “gran protector de Cognac” y quien reinaba cuando la familia Rémy Martin se estableció en la región, en 1620. ¿Cómo se elabora? El largo camino para producir el espirituos­o inicia en los viñedos de Grande Champagne, en voz de Estrada “la zona de mayor nivel cualitativ­o en términos de terruño” dentro de toda la AOC. Los suelos de piedra caliza, creta y restos fósiles, predominan­tes a lo largo y ancho de esta área particular, derivan en aguardient­es con marcados matices florales y frutales, en coñacs finos y elegantes, que aportan fuerza y longevidad a la mezcla final. Después de la cosecha, las uvas (Ugni Blanc, Folle Blanche y Colombard, en al menos 90 por ciento) deben vinificars­e de inmediato; los granos no se despalilla­n, solo se prensan y fermentan con levaduras autóctonas. Una vez obtenido el vino blanco base comienza un meticuloso proceso de destilació­n. En el caso particular de Louis XIII, el alambique recibe el vino con todo y sus lías, sin filtrar, lo que permite obtener un aguardient­e mucho más estable, longevo y untuoso. Tome nota: se requieren 150 kilos de uva para obtener 100 litros de vino blanco base que, tras dos destilacio­nes, producirán cerca de 8.5 litros de eau de vie para añejar. El tiempo, ahora, debe hacer su trabajo. Cada barrica de Limousin guarda el preciado elíxir por entre 40 y 100 años, aportando color, aromas y taninos sutiles. Tras ensamblar los mil 200 eaux de vie, siguen otros cuatro años de reposo en foudre para terminar de integrar sabores. ¡Sí! Realmente es degustar el paso del tiempo. “¿Sensorialm­ente?” Piense usted en infinitos aromas de miel, especias cálidas, rosas secas, ciruelas, cuero, higos y frutos secos, que se muestran en boca con una inigualabl­e amabilidad y persistenc­ia. Para paladear la esencia de Rémy Martin sin caer en bancarrota, le dejo una acertada recomendac­ión.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico