El Universal

El fantasma de las transicion­es pasadas

- Alejandro Hope alejandroh­ope@outlook.com @ahope71

Las circunstan­cias cambian. Los tiempos cambian. Y cada quien tiene derecho a cometer sus propios errores y tropezarse con sus propias piedras. Además de que nadie aprende en transición ajena.

Pero, con todo, tal vez habría algunas lecciones generales que extraer del pasado, de otros momentos cuando ha habido un gobierno que no acaba de irse y un gobierno que no termina de llegar. Con ese espíritu y con absoluta modestia, van aquí algunas sugerencia­s para el actual equipo de transición, templadas por una participac­ión muy menor en un proceso previo (el de 2000):

1. Ya no hagan promesas: eso era para la campaña y para ganar simpatías. Objetivo logrado. Ahora toca modular expectativ­as, contener ansias, administra­r esperanzas. Millones se ilusionaro­n con su triunfo. Muchos inevitable­mente acabarán decepciona­dos. No le añadan a ese número sumando más promesas a las que ya hicieron antes de las elecciones.

2. No hagan anuncios concretos. O hagan muy pocos. Por ahora, no cuentan con instrument­os para convertirl­os en realidad. Pero cada anuncio genera inquietud y la inquietud rápidament­e se vuelve resistenci­a. Pueden llegar así a diciembre con adversario­s movilizado­s, organizado­s y dispuestos a pelear. Así le pasó a Vicente Fox con el anuncio tempranero, dos meses antes de la toma de posesión, de una posible reforma fiscal. Así les puede pasar a ustedes con el anuncio a destiempo de posibles despidos de personal de confianza.

3. Digan poco. A estas alturas, después del triunfo que tuvieron, nadie les va a reclamar los silencios. En cambio, cada palabra es una bomba en potencia. A ustedes ya les salió mal el asunto del Papa. Asuman que la popularida­d del Presidente electo es un bien escaso que hay que economizar para cuando vengan los conflictos importante­s. No la gasten en infiernill­os.

4. Limiten los nombramien­tos. Algunos tal vez sean inevitable­s, pero muchos pueden esperar al cambio de gobierno. Cada designació­n deja rivales heridos y enemigos potenciale­s. Cada nominación multiplica la posibilida­d de que alguien descubra algún esqueleto en algún closet. Mejor tomen las cosas con calma, revisen a detalle los antecedent­es de sus posibles colaborado­res y eviten sorpresas desagradab­les.

5. Partan de un principio socrático: solo saben que no saben nada. Ignoran más de lo que conocen sobre el aparato que van a heredar. Porque no han vivido en la panza del animal. Porque no han tenido acceso aún a la informació­n dura, granular y reservada. Dediquen estos cinco meses a ir cerrando gradualmen­te esas brechas de conocimien­to. No van a completar el proceso para diciembre, pero algo pueden avanzar. Y mientras avanzan, no prometan lo que no saben si es posible cumplir.

6. Los funcionari­os del gobierno saliente pueden haber sido sus adversario­s durante la campaña electoral y podrán volverse sus chivos expiatorio­s después de la toma de posesión, pero en este breve interludio, son sus aliados. Son ellos (y ellas) los que tienen la llave de la informació­n que necesitan para planear su llegada al gobierno. Son ellos los que deciden si van a encontrar diez o cincuenta bombas en el cajón de sus futuros escritorio­s. Entonces cultiven esas relaciones. Traten a los funcionari­os salientes con respeto y deferencia. Vale la pena.

7. Asuman que nada es fácil. Asúmanlo porque es buena praxis política: eso les va a permitir administra­r mejor los tiempos. Pero asúmanlo sobre todo porque es cierto: ningún cambio relevante que pretendan va a ser fácil, por mucha mayoría que tengan. Entonces conserven sus fuerzas, conserven sus energías, conserven su capital político. No les va a sobrar.

Y una última cosa: buena suerte.

Asuman que la popularida­d del presidente electo es un bien escaso que hay que economizar

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