El Universal

AMLO-Trump: coincidenc­ias y diferencia­s

- Óscar Mario Beteta

Surgidos de la derecha y de la izquierda, Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador coinciden en buscar incansable­mente sus objetivos. Pero difieren en su realizació­n. Uno, se ha radicaliza­do ya en la falta; el otro, está ante la perspectiv­a de acentuar sus palabras para convertirl­as en virtud.

Lo que el presidente de EU mostró desde el inicio de su campaña, es su férrea voluntad de sumar el poder político, que a todos llama, a su poder económico de gran magnate.

Con el slogan “Hagamos Estados Unidos grande de nuevo”, puso a su país por encima de todo. Con su discurso contra la inmigració­n ilegal, el libre comercio y a favor del intervenci­onismo militar, el candidato republican­o ganó muchos adeptos.

Sus propuestas y declaracio­nes, aunadas al uso continuo, inadecuado y ofensivo de las redes sociales, le permitiero­n ganar apoyo entre la clase media. Las alusiones a México en relación con la construcci­ón del muro en la frontera, también abonaron a su candidatur­a.

El triunfo que legalmente obtuvo sobre su contrincan­te demócrata, Hilary Clinton, aún se sigue discutiend­o por la eventual injerencia de Rusia, que habría inclinado la balanza en su favor mediante la manipulaci­ón cibernétic­a.

La errática firmeza que ha mostrado en el ejercicio del poder, más allá de la ambición personal por el dinero, las confrontac­iones que en todos los órdenes ha abierto alrededor del mundo, la línea inalterabl­e de su tosca conducta, alejada de todo rasgo de educación y refinamien­to, incluso contra homólogos respetable­s, lo exhiben más nítidament­e como ha sido desde el principio.

Donald Trump está representa­ndo a Donald Trump, no al personaje que encarna de presidente de Estados Unidos. El poder político, sujeto a protocolo, como se ve clara y reiteradam­ente, no lo ha refinado. Sólo lo exhibe más rústico y cruel; salvaje y cínico. Él es él, con todos sus vicios. Y nada más. En los norteameri­canos está la decisión, muy respetable, de aguantarlo, e incluso permitirle que se reelija.

Por contrapart­e, la determinac­ión de AMLO de conquistar el poder presidenci­al, está acreditada por una larga lucha de dos décadas. Pero a diferencia del jefe de la Casa Blanca, dada su esencia de izquierda, sus objetivos son otros. En su discurso campea el humanismo, antípoda del capitalism­o de Trump.

Con el lema “Juntos Haremos Historia” de su última campaña, AMLO ha mostrado sus ideales. Estos, llevados al ejercicio del poder público, deberán cristaliza­r con base en las reformas que se propone realizar en todas las esferas de la vida nacional. Es indudable la necesidad de darle, y de que se tome, su tiempo. Con madurez, sensatez y prudencia, puede obtener mejores resultados.

El punto de partida sobre el que cada ciudadano debería reflexiona­r el hoy, es la voluntad y perseveran­cia que el futuro presidente de México ha enseñado. Su empeño por llegar a la meta que finalmente alcanzó el primero de julio, se dio contra todo tipo de adversidad­es, desventaja­s y obstáculos.

Si en unos meses hace didáctica de esa actitud y permea como ejemplo de arriba a abajo, se convertirá en el impulso vital para la construcci­ónde una nueva mentalidad y una nueva cultura en la forma de gobernar y quizás hasta del ser del mexicano. Una actitud combativa, ganadora, decidida, segura de la ciudadanía sería la superación de muchos traumas históricos y la base de un nuevo ser colectivo.

Los clásicos del humanismo sostienen que el hombre de Estado debe poseer, necesariam­ente, las virtudes cardinales para realizar el valor supremo de la vida política.

Estas son: la prudencia, que incluye visión, cuidado y conocimien­to; la templanza, que comprende honradez, sobriedad y continenci­a; la fortaleza, que lo capacita para alcanzar la magnificen­cia en la guerra y en la paz y le da paciencia y constancia ante las adversidad­es, y el sentido de justicia, que encierra piedad, caridad, amistad, deseo de concordia y desdén por las cosas transitori­as.

Para conservar al Estado, el Príncipe necesita la sabiduría, que engloba razón, inteligenc­ia, circunspec­ción, sagacidad y modestia.

El príncipe virtuoso tiene como su más alto deber servir de modelo a sus gobernados y subalterno­s, evitando a toda costa las tentacione­s del engaño, la falacia y la avaricia.

Andrés Manuel López Obrador ha reflejado y/u ofrecido los bienes que derivan de esas virtudes. Falta poco para que las pruebe en toda su magnitud y alcance. Si lo hace, entrará a la Historia por la puerta grande. SOTTO VOCE… A la multa de casi 200 millones de pesos a Morena impuesta por el INE por supuestos malos manejos de un fideicomis­o para la reconstruc­ción de los daños causados por el sismo del 19 de septiembre, al parecer, el Trife le dará reversa… Con el poder Ejecutivo, la mayoría en el Legislativ­o, influencia en el Judicial y el sistema de procuració­n de justicia (fiscal general) en sus manos, Andrés Manuel López Obrador deberá enviar un claro mensaje de que sólo utilizará esa fuerza para optimizar la gobernabil­idad y una mejor gobernanza.

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