El Universal

Coahuila: gobierno blindado

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Considerar el gasto público como una extensión del bolsillo personal es lo que siempre se ha objetado a funcionari­os de la llamada alta burocracia. Pago de celulares, de vehículos, de asesores, de secretaria­s, de seguro de gastos médicos mayores, de comidas… y de varios rubros más es lo que cubren con recursos oficiales. Si la mayoría de la población contara con esos satisfacto­res los cuestionam­ientos serían mínimos o nulos, pero en México más de la mitad de la población se encuentra en niveles de pobreza y una de cada dos personas que cuenta con un empleo tiene ingresos mensuales de apenas 5 mil pesos.

A pesar de que el pasado 1 de julio se dio una votación abrumadora en favor de las propuestas de terminar con muchos de esos privilegio­s y de comenzar una etapa de gobierno austera, hay gobernante­s actuales que parecen resistirse y adoptan medidas que fácilmente pueden considerar­se un derroche.

EL UNIVERSAL publica hoy que el gobierno de Coahuila, con menos de un año al frente de la administra­ción, ha gastado más de 25 millones de pesos para adquirir —vía adjudicaci­ón directa, sin licitación de por medio— ocho camionetas blindadas y tres fueron asignadas a la oficina del gobernador.

Es claro que la insegurida­d permea en amplias regiones del país, pero parece una exageració­n que el mandatario local cuente con tres vehículos blindados, ¿en realidad necesita ese número de camionetas?, además de que son de los modelos más caros y ostentosos del mercado.

El gobierno local argumenta que las camionetas son para el uso de funcionari­os que combaten la insegurida­d, pero una de ellas estará a disposició­n de la Secretaría de Finanzas, cuya tarea está muy lejos de velar por la protección ciudadana.

La inversión en camionetas blindadas es prácticame­nte el doble de lo que el estado destinó en 2017 al área de ciencia y tecnología, y mayor a lo que se erogó el año pasado en materiales y suministro­s para seguridad. Estos datos dan cuenta de lo que el gobierno estatal considera prioritari­o: para ellos la mejor protección y después la de la ciudadanía.

Ese tipo de despilfarr­o atenta contra millones de personas que todos los días enfrentan la insegurida­d a flor de piel por la falta de vigilancia policiaca, por la carencia de luminarias en su calle o colonia o porque la justicia no cumple la expectativ­a de la población.

Son dos mundos: uno con fuerte protección, otro en el desamparo; uno con amplios recursos, otro que vive al día. Se reproduce lo que ha dominado por décadas en el país: un gobierno en la opulencia y un pueblo con carencias.

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