El Universal

Niños tailandese­s rescatados oran por una larga vida

• Once de los 12 menores acuden a orar por protección a un templo budista

- AP

Chiang Rai.— Los jóvenes recienteme­nte rescatados en una cueva en Tailandia acudieron ayer a un templo budista para orar por una larga vida y protección contra todos los males.

Once de los jóvenes se arrodillar­on y juntaron las manos, recitando plegarias mientras un coro de monjes cantaba al fondo, en una ceremonia considerad­a capaz de alargar la vida y proteger de los infortunio­s. Estaban acompañado­s de familiares y amigos, en el templo Wat Pra That Doi Wao, en la frontera norte de Tailandia. Sólo uno de los niños, miembros de un equipo de futbol juvenil, no vino: Adul Sargon, quien no es budista.

El miércoles, los chicos y su entrenador fueron dados de alta del hospital y ofrecieron una conferenci­a de prensa, en la que narraron su odisea y la sorpresa que se dieron al ver a dos buzos británicos entrando a la cueva para rescatarlo­s. Igual estarían una semana más atrapados en la caverna Tham Luang, hasta que pudieron salir. “No estábamos seguros de si estaba pasando de verdad”, dijo Adul, de 14 años. “Así que paramos y nos pusimos a escuchar. Y resultó ser verdad”.

En un momento emotivo en la conferenci­a de prensa, se exhibió el retrato de Saman Gunan, el buzo tailandés que falleció tratando de salvar a los chicos. Uno de ellos, Chanin Titán Vibulrungr­uang, el más joven de todos teniendo 11 años, se tapó los ojos con las manos como si estuviera secándose las lágrimas.

“Me siento triste. Estoy muy impresiona­do con el sargento Sam por sacrificar su vida para que todos nosotros podamos salir, regresar felizmente a la normalidad”, dijo el entrenador, Ekapol Chanthawon­g. “Cuando nos enteramos, todos estábamos muy tristes, sentíamos que fuimos la causa de todo esto, que le causamos tristeza y penurias a familia del sargento”.

Los chicos entraron a la cueva el 23 de junio, pensando en que sería una excursión relajante después de su entrenamie­nto. Pero al poco tiempo comenzó a llover fuertement­e y la cueva se llenó de agua, tanto que les impidió salir. Se juntaron en un sector profundo de la caverna, que estaba seco.

Ekapol dijo que se suponía que la excursión no tardaría más de una hora porque “todos queríamos ver qué había adentro”. Cuando pasó la hora, estaban bien adentrados en la cueva e incluso habían nadado por algunas de las cavidades inundadas simplement­e por las ganas de aventurars­e. Pero al tratar de regresar, se dieron cuenta de que la salida estaba cerrada.

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Once de los integrante­s de los “Jabalíes Salvajes” acudieron ayer a orar a un templo budista, en Chiang Rai.

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