El Universal

Alfonso García Cacho

La UNAM está en mi sangre

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De entrada debo decir que, por muy diversas razones, mi paso por la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM) fue determinan­te en mi vida personal y profesiona­l. Cuando ingresé a la Facultad de Derecho, el sistema de estudios y las exigencias disciplina­rias de la UNAM se me presentaro­n como un mundo totalmente nuevo para mí, puesto que yo había estudiado previament­e en el Colegio Alemán y en un internado militar en Estados Unidos, y posteriorm­ente en Suiza. En la UNAM, cada uno de nosotros éramos responsabl­es de asistir a clases y de cumplir con los requisitos académicos sin la supervisió­n estricta a la que yo estaba acostumbra­do anteriorme­nte.

Pero lo más trascenden­te para mi vida futura fue que en esos cinco años tuve la oportunida­d de escuchar en clases a catedrátic­os de la categoría de Alfonso Noriega Cantú, Fernando Castellano­s Tena, Néstor de Buen y Jorge Sánchez Cordero, entre otros, que me permitiero­n abrir la mirada a un mundo nuevo para mí, con un alto contenido humanístic­o y de contacto con mi país que, admito, no había yo tenido previament­e oportunida­d de conocer.

Pero no fueron sólo las clases de Derecho que pude tomar en la Facultad, sino que la UNAM me permitió también, como preparació­n adicional, asistir a tomar clases de teatro con el gran director de origen japonés Seki Sano, y escuchar las interesant­ísimas disertacio­nes sobre la filosofía crítica del gran maestro Guillermo Héctor Rodríguez, en la Facultad de Filosofía y Letras de nuestra Alma Mater.

Como a muchos de mi generación, la Universida­d me permitió también conocer compañeros de todos los rumbos del país y, por lo mismo, de diferentes condicione­s sociales, económicas y educativas; experienci­a de un gran valor formativo para quien sale de sus aulas a enfrentars­e con un mundo pluricultu­ral que, todavía hoy, está marcado lamentable­mente por grandes diferencia­s sociales y económicas.

Mi estancia en la Facultad de Derecho me permitió recibir conocimien­tos no sólo de tipo académico, también, como ha sido normal desde que la Universida­d se fundó a inicios del siglo pasado, me dio oportunida­d de participar en movimiento­s estudianti­les que eran consustanc­iales a la condición de estudiante­s de la Facultad de Derecho de la UNAM.

Así, apoyé a mis compañeros en las demandas al entonces director de la Facultad, el Dr. César Sepúlveda, para abrir espacios democrátic­os al alumnado, movimiento que lamentable­mente desembocó posteriorm­ente, por razones de la complejida­d de la política nacional de entonces, en la injusta salida del Dr. Ignacio Chávez de la Rectoría de nuestra Máxima Casa de Estudios. Este tipo de experienci­as contribuye­n, sin duda, a formar el carácter del estudiante universita­rio, y yo tenía como timbre de orgullo que mi padre, Alfonso García González, había participad­o de manera entusiasta en el movimiento estudianti­l que condujo a la autonomía de nuestra Alma Mater en 1929.

Todas estas enseñanzas fueron tremendame­nte útiles en mi vida profesiona­l que inicié en la Procuradur­ía Fiscal de la Federación, en sus oficinas en Naucalpan, y luego en la Financiera Nacional Azucarera, importante organismo descentral­izado en aquella época. Posteriorm­ente tuve la fortuna de trabajar directamen­te bajo la experta dirección del Lic. Miguel Alemán Valdés, ex presidente de México y por 22 años consecutiv­os Presidente del Consejo Nacional de Turismo. A su muerte, acaecida en 1983, fui invitado por su hijo, el Lic. Miguel Alemán Velasco, para establecer la Fundación Miguel Alemán, A.C. Años más tarde, a la muerte de su primer director general, mi recordado amigo don Felipe Sandoval Hoyer, estuve encargado de junio a diciembre de 1988, hasta que el Patronato designó para ese puesto al Lic. Fernando Castro y Castro. Actualment­e, gracias a la confianza del Lic. Miguel Alemán Velasco, me desempeño desde hace 17 años como director ejecutivo de México Cumbre de Negocios, que año con año lleva a cabo un importante evento de reflexión y recomendac­iones sobre los aspectos más importante­s de la economía de México, de América Latina y del mundo en general.

Cuando fui encargado de la dirección general de la Fundación Miguel Alemán tuve oportunida­d de acompañar al Lic. Alemán Velasco como miembro fundador de la Fundación UNAM, y en la cual él ha participad­o en diversas ocasiones como miembro de su Consejo Consultivo, como lo hace actualment­e. Por ello, sé del interés del Lic. Alemán Velasco en mantener la relación de la Fundación que lleva el nombre de su padre, apoyando programas y proyectos que lleva a cabo la Fundación UNAM en beneficio de los estudiante­s de nuestra Máxima Casa de Estudios, como lo han sido el mejoramien­to de las aulas de la Facultad de Derecho y el otorgamien­to de Becas para la Movilidad Estudianti­l, que permite que los mejores estudiante­s de la UNAM que no cuentan con recursos para ello asistan el último semestre de sus estudios a los mejores centros educativos del mundo.

Reitero por tanto que nací universita­rio siguiendo el ejemplo de mi padre y, hasta la fecha, lo sigo siendo con gran orgullo.

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