Solidarios y extraños en la nueva tierra
• Nos veían mal por ser chilangos, recuerda vecino de Ojo Caliente I
Aguascalientes.- Érik Pérez tenía ocho años de edad en 1985, año en el que sus padres y tíos que eran empleados del área de Cartografía del Inegi se mudaron de la Ciudad de México a Aguascalientes. Estaban entre las primeras 200 familias que fundaron el fraccionamiento Ojo Caliente.
Dice que de niño estaba feliz de llegar a otra tierra, que le dio la oportunidad de tener tiempo y espacio para convivir con sus padres, que pronto se adaptaron a la nueva realidad; aunque por momentos anhelaban la gran ciudad.
Lo primero que observó al llegar en un camión tipo torton cargado de muebles fueron dos cuadras de pequeñas viviendas, y en su entorno cultivos, animales y personas con sombreros, habitantes de “El Ranchito” y el ejido Ojo Caliente, zona de vocación agrícola.
Érick señala que sus padres vieron como una oportunidad venir a Aguascalientes después del sismo de septiembre de 1985, porque al fin tendrían casa propia; sus tíos, ahora de 59 y 60 años de edad, también estaban ilusionados.
Por meses llegaron camiones de mudanza. “No todos los vecinos soportaron tal ambiente y en menos de un mes estaban de regreso a su casa, a pesar de perder el trabajo”, recuerda. Sus tíos migraron un par de años después a Estados Unidos.
Los que se quedaron eran solidarios unos con otros, puesto que eran unos extraños en esta “nueva tierra” y eran mal vistos por ser “chilangos”, ya que pensaban que habían llegado a quitarles lo suyo.
A más de tres décadas de distancia, aún hay personas con actitudes de rechazo, que se escudan en comentarios para culparlos del aumento de la inseguridad y de quedarse con sus empleos, pero aun así se ha logrado la integración social.
“No todos soportaron el ambiente y en menos de un mes [regresaron] a su casa, a pesar de perder el trabajo” ÉRIK PÉREZ Hijo de trabajadores del Inegi