El Universal

Morir en el transporte público

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La Ciudad de México y su Zona Metropolit­ana desde hace años experiment­an una severo retroceso en términos de seguridad y combate a la criminalid­ad, algo reflejado en el incremento de prácticame­nte todos los índices delictivos, lo que a su vez incide directa y negativame­nte en la calidad de vida de los ciudadanos.

Una prueba tangible de este deterioro es que, sin exagerar, los habitantes de municipios mexiquense­s conurbados a la CDMX y de la propia capital de la República se juegan la vida al hacer uso del transporte público.

Ya sea por cuestiones técnicas como la poca o nula modernizac­ión de las unidades de transporte o la ausente profesiona­lización de sus operadores, en su mayoría, o debido a la cada vez mayor insegurida­d en la ciudad, el transporte público puede conllevar serios riesgos para la integridad de quien lo usa. Como ha documentad­o esta casa editorial recienteme­nte, en estas unidades uno puede ser víctima de un atraco con violencia, y como consecuenc­ia morir, o padecer un accidente grave a causa de la posible negligenci­a del conductor.

Hablamos además de un fenómeno delictivo que no sólo involucra al ámbito del transporte público y que se relaciona muy de cerca con el narcomenud­eo y su considerab­le avance en la Ciudad de México durante los últimos años. Como evidencia, a varios de quienes presuntame­nte han cometido delitos en el transporte público se les relaciona, por el modus operandi y algunos rostros captados en videos, con otras prácticas delictivas como la extorsión y el “cobro de piso” y con organizaci­ones criminales como la Unión de Tepito.

Es indignante que en algo tan cotidiano e imprescind­ible como el transporte público no existan las garantías de seguridad para los usuarios. Y es alarmante, porque del buen funcionami­ento de los medios de movilidad de la ciudadanía depende también el buen curso de la actividad económica de la urbe, el que estudiante­s, profesioni­stas, comerciant­es, prestadore­s de servicios, etcétera, puedan llegar a sus destinos.

Es inaceptabl­e que emprender un viaje por la Ciudad en transporte publico —que debiera ser la mejor opción para la gente no sólo en términos económicos, sino por la calidad que debería tener el servicio— suponga poner en riesgo la vida propia.

La administra­ción capitalina saliente debe entregar cuentas claras y realistas sobre el estado de cosas en el rubro de trasporte público, para que el gobierno entrante comience a trazar una estrategia de solución. Por su parte, por ser un problema claramente compartido, el gobierno del Edomex debería buscar estrechar la colaboraci­ón en este tema con el próximo gobierno de la Ciudad. La ciudadanía lo exige a gritos.

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