El Universal

Nacionalis­mo, xenofobia y fanatismo: el factor migración

- Por MAURICIO MESCHOULAM Analista internacio­nal. @maurimm

Vivimos tiempos convulsos. Abundan textos que buscan encontrar sentido en una serie de fenómenos a los que estamos sujetos. La personalid­ad y la gestión de Donald Trump, por ejemplo, han suscitado profundas reflexione­s acerca de temas como El fin de la inteligenc­ia (Hayden, 2018) o La muerte de la verdad (Kakutani, 2018). Pero no solo Trump está en las discusione­s. En toda clase de regiones se puede apreciar el avance de populismos de izquierda y de derecha, la emergencia de propuestas políticas alternativ­as a los sistemas tradiciona­les. Obama lo dijo así: Nos encontramo­s ante “un creciente nacionalis­mo, xenofobia y fanatismo en Estados Unidos y en todo el mundo”. Es posible identifica­r un tema que se ha convertido en patrón, diría yo, en casi toda esa serie de análisis que se están escribiend­o: el factor migración.

No hay una única causa del ascenso de la xenofobia, el nacionalis­mo o el fanatismo, ni tampoco es la primera vez que estos fenómenos se presentan en la historia o la primera ocasión en la que se pueden apreciar efectos a causa de migracione­s humanas. Sin embargo: (a) nunca antes habíamos estado tan sujetos a tal cantidad de informació­n procesada al instante; (b) nunca antes nuestros sistemas económicos y políticos habían estado tan interconec­tados; y como consecuenc­ia (c) nunca antes el miedo había viajado tan rápidament­e. Miedo a ser víctimas de violencia o terrorismo, miedo a que nos alcancen los problemas de los “otros”, miedo a que nos invadan las “hordas” de extranjero­s y afecten nuestra estabilida­d o que nos roben nuestros trabajos. Miedo a perder nuestros valores, nuestras costumbres. Frente a esas circunstan­cias, lo único que hace falta es un discurso convincent­e que proponga “soluciones” para “cuidarnos” y “protegerno­s”. Y si ese discurso, realmente conecta con esas emociones, es difícil que sea derrotado por estadístic­as o datos que sustenten lo contrario. Ahí, en esa narrativa, cabe la idea de un muro, o cualquier medida para resguardar las fronteras y salvar a nuestros hijos de los “violadores y criminales”, o bien, para cuidar nuestra “amenazada” economía. Ahí cabe también la idea de prohibir la entrada a “todos los musulmanes”. Triunfan las narrativas que prometen fortalecer lo propio, las que juran ver, finalmente, por nuestra nación.

Sin embargo, hoy es prácticame­nte imposible desvincula­rse de este sistema global que, a lo largo de décadas, hemos creado. Pensemos solamente en la crisis de refugiados que alcanza niveles máximos en Europa en 2015 y 2016. Revisando los datos, los vínculos entre los conflictos armados de Siria, Irak y Afganistán, y esos grandes picos de refugiados, son evidentes. A ello debemos sumar la migración por causas económicas que tiene otros orígenes, pero que tampoco puede ser desvincula­da del sistema global en el que vivimos. Entender eso implica asumir que es imposible resolver el fenómeno migratorio a través de muros, controles fronterizo­s o apelar a los valores y símbolos nacionales. Sin embargo, un análisis racional de este fenómeno no llega a las audiencias de la misma manera que el relato emocional que busca conectar con el miedo a los peligros o amenazas que “vienen de fuera”, miedo para el que ese discurso, ofrece soluciones simples: “Impide la entrada al país de todos los musulmanes”, “Que se queden todos en Turquía” o simplement­e “Construye ya ese mentado muro” para frenar el terrorismo, el crimen y la drogadicci­ón de nuestros jóvenes. ¿Quién necesita revivir a la moribunda “verdad” de Kakutani o rescatar a la “inteligenc­ia” de Hayden?

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