El Universal

El dilema de los fideicomis­os

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l caso del fideicomis­o convocado por Morena para apoyar a los damnificad­os por los sismos de septiembre de 2017 —por el cual el INE multó al partido político— saca a relucir, de nueva cuenta, un problema frecuentem­ente debatido: el uso de fideicomis­os.

La acusación del INE contra Morena, por los movimiento­s realizados en dicha cuenta, es un caso sui géneris. Se trata de recursos que no provienen del erario, pero que el instituto juzga fueron empleados para beneficio del partido que convocó a la creación del fideicomis­o. El virtual presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, ha dicho que la acusación levanta una sospecha de corrupción injustific­ada contra su movimiento, debido a que jamás se ha comprobado que el dinero haya sido desviado a fines no altruistas. Quizá pasarán meses antes de que se tengan todos los elementos para dilucidar la complejida­d del caso.

Lo que sí es indiscutib­le, es que la polémica abre una oportunida­d para volver a poner luz sobre el tema de la proliferac­ión de fideicomis­os privados para administra­r dinero con objetivos de interés público. En el ámbito electoral, aun si en tribunales se favorece a la causa de López Obrador, es importante determinar si en adelante se permitirá que partidos —o sus integrante­s— formen en el futuro estas figuras jurídicas para objetivos altruistas, a pesar de que los adversario­s vean en ese acto un fin político, consideran­do que se realice de nuevo esta práctica a mitad de campaña.

Una discusión que habría que tener también —diferente, pero paralela— son los otros casos de instancias de poder público, desde la propia Secretaría de Hacienda, hasta la Cámara de Diputados, pasando por sindicatos, gubernatur­as, ayuntamien­tos y entes autónomos, que usan fideicomis­os para tener libre margen de maniobra en el uso de dinero público. En el mejor de los casos se interpreta que ello tiene la finalidad de agilizar la asignación del dinero, pero como dice el dicho: “en arca abierta (y opaca) hasta el más justo peca”.

Como lo documentó en mayo pasado esta casa editorial, en opinión de expertos, los cientos de fideicomis­os que hay en México —de los cuales en muchos casos incluso se desconoce públicamen­te su existencia— son considerad­os cajas negras de los gobiernos: con escasa rendición de cuentas, y que en su mayoría utilizan el secreto bancario y fiduciario para evitar el escrutinio.

Desde 2014 la Auditoría Superior de la Federación ha advertido sobre su uso. Por ello, estos mecanismos, convenient­es quizá en algunos casos, deben ser regulados cuando se involucra recursos públicos o cuando quedan inmersos en campañas políticas. De esa manera, no quedará a interpreta­ción de cada quien cuándo se transgrede la ley o no

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