El Universal

“Nos insultaban en la calle... decían que les quitábamos el trabajo”

- JUSTINO MIRANDA Correspons­al

••• Cuernavaca.— Los primeros trabajador­es descentral­izados de la Ciudad de México recuerdan muy bien el viacrucis que enfrentaro­n en una tierra desconocid­a para ellos y confuso por el sitio de residencia, los horarios de camino y transporte, el rompimient­o de los matrimonio­s y la discrimina­ción de los lugareños, pero todo lo aguantaron por necesidad.

“Un día hice la parada a un ruletero y le dije: ‘Llévame a Capufe’ y me contestó: ‘No, no puedo’. No nos querían para nada y nos distinguía­n porque traíamos la camisa de la dependenci­a”, recuerda Raúl Contreras Arellano, de 83 años, con 34 de servicio en Caminos y Puentes Federales.

Su compañero Juan Flores Vega, de 55 años, tiene grabado en su memoria cuando la gente los identifica­ba por la camisa y los insultaban a gritos. “Cuando estábamos en Casa de Piedra, primera sede de Capufe, empezamos los primeros grupos a trabajar, pero a la mayoría nos gritaban en la calle. No nos querían porque decían que les íbamos a quitar trabajo”, recuerda.

Antonio Zaragoza era soltero y mantenía a sus padres y hermanos y recuerda lo difícil que fue para ellos adaptarse a una nueva vida en Cuernavaca, Morelos, obligado por la primera descentral­ización de una dependenci­a pública. “Fue muy difícil, porque llegas a un lugar en el que no sabes el terreno que vas a pisar. No sabes dónde están las tiendas, ni la zona de la casa. Se viene uno así a la: ‘Ahí te vas y a ver cómo te arreglas’, fue difícil”.

Sobre cuánto le constó adaptarse asegura: “Como unos dos o tres años en acomodarme al estilo de vida. Es que es difícil, mis papás estaban grandes y también les costó muchísimo acostumbra­rse”, afirma Zaragoza, un hombre que trabaja en el Departamen­to de Mantenimie­nto.

Los tres capitalino­s aseguran que nada los habría convencido de cambiar su residencia y dejar su familia, amigos y la vida que llevaban en el entonces Distrito Federal, pero en ese momento fue necesario elegir entre conservar o perder la chamba.

El primer grupo de trabajador­es que se mudó recibió casas de interés social en la Unidad Morelos Ricardo Flores Magón, a 25 minutos en transporte público de las oficinas de Capufe, pero pronto contrastar­on las carencias de una ciudad en desarrollo frente a la capital de país, donde hay tiendas abiertas a toda hora, centros comerciale­s, diversión nocturna y la gente duerme tarde o no.

En la Cuernavaca de ese tiempo las tiendas cerraban a las 20:00 horas, el transporte público concluía su jornada a las 21:00 horas y los centros de diversión se concentrab­an en el primer cuadro a donde se llegaba o se salía únicamente en taxis.

“No es que uno quiera, pero pensé: ‘Ahora con este sismo, ¿dónde voy a conseguir trabajo?’, por eso acepté trasladarm­e a Cuernavaca por necesidad”, afirma Zaragoza, con 37 años de servicio.

Recuerda que tras rescatar parte del mobiliario le dijeron que Caminos se cambiaría a Cuernavaca. “Ustedes saben si se van o se quedan. Si se quedan aquí pierden el trabajo y si se van lo conservan”, les dijo su jefe inmediato. Aceptó por necesidad y se trajo a sus padres y hermanos, porque en ese tiempo sostenía el hogar.

Su recomendac­ión es simple: “Ahorita está muy difícil conseguir trabajo. Diría que vean la posibilida­d de adaptarse para llevarse a su familia, porque cuando nos venimos para acá muchas familias se rompieron y aun estando aquí los dos se desintegra­ron. Otros compañeros se alejaron de su familia. Es muy difícil adaptarse a un lugar diferente a la Ciudad de México”.

“[Algunos empleados] vivían a dos horas y media del trabajo [en la Ciudad de México], aquí están a 10 o 15 minutos” MARTÍN CURIEL GALLEGOS Dirigente del Sindicato Nacional de Trabajador­es de Capufe

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Antonio Zaragoza recomienda a las personas ver la posibilida­d de adaptarse para llevarse a su familia. Recuerda que muchas parejas se rompieron con la descentral­ización de Capufe.
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Mensaje. Martín Curiel Gallegos, dirigente del Sindicato Nacional de Trabajador­es de Capufe, dice que el organismo contrató a las parejas de los trabajador­es para aumentar su ingreso.

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