El Universal

Los últimos estertores del dinosaurio

- Por ALEJANDRO ENCINAS RODRÍGUEZ Senador de la República

Fiel a su naturaleza el viejo régimen se resiste a morir. Los primeros atisbos se registraro­n durante la campaña electoral y el campeonato mundial de futbol, cuando ante la distracció­n colectiva generada por estos eventos, el Ejecutivo federal, el 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente, levantó la veda en 300 cuencas hidrológic­as de las 756 que existen en el país y que concentran el 55 por ciento de las aguas superficia­les de la nación; es decir, Peña Nieto eliminó la prohibició­n para otorgar permisos de extracción de agua en esas cuencas, abriendo la puerta a la privatizac­ión en el manejo del agua por organismos operadores empresaria­les o por concesione­s a empresas extractiva­s.

El 17 de julio, el gobierno federal registró ante la Comisión de Valores de los Estados Unidos una emisión de deuda por 10 mil millones de dólares, para “la refinancia­ción, recompra o retiro de endeudamie­nto local o externo”, es decir, deuda para pagar deuda. Con esta medida la deuda del sector público de nuestro país alcanza su máximo histórico, al pasar de 33.8 por ciento por ciento del PIB en 2012, a 46.4 por ciento del PIB al cierre de 2017.

A ello se suma la decisión, dada a conocer apenas el pasado 19 de julio, de otorgar un aumento salarial a 317 mil, de los más de un millón y medio, de funcionari­os de la burocracia federal, retroactiv­o al mes de enero, sin autorizaci­ón de la Cámara de Diputados, y sin informar el impacto que esta medida tendrá en el Presupuest­o de Egresos de la Federación. Con esta decisión, que entró en vigor en la segunda quincena de junio, el sueldo de Peña Nieto pasó de 209 mil 967 pesos a 222 mil 261 pesos mensuales, en tanto que el de los secretario­s de Estado, se elevó a 218 mil 586 pesos, y el de los subsecreta­rios a 189 mil 905 pesos al mes.

De igual manera, el 1 de julio, mientras los mexicanos acudían a las urnas, entraron en vigor contratos por 24 mil millones de pesos, suscritos por la Secretaría de Comunicaci­ones y Transporte­s para mantenimie­nto carretero, a algunos de los empresario­s favoritos del actual gobierno: Ramiro Garza Cantú, Alejandro Calzada Prats, Jorge Miguel Melgarejo y Víctor Ortiz Ensástegui.

A estas medidas que pretenden limitar la capacidad de manejo de la política económica del país del próximo gobierno e incluso, alentar la inconformi­dad de la burocracia federal ante la eventual extinción de sus privilegio­s, el dinosaurio tira sus últimos coletazos políticos.

El 16 de julio, Gobernació­n, publicó en el Diario Oficial de la Federación, un acuerdo con el cual se crea la Unidad de Intervenci­ón de Comunicaci­ones Privadas de la Policía Federal, la cual tiene como objetivo implementa­r acciones de la Policía Federal en materia de intervenci­ón de comunicaci­ones privadas. Con este acuerdo, se otorga a la Policía Federal una facultad discrecion­al para intervenir telecomuni­caciones privadas sin que medie orden judicial, vulnerando el derecho a la privacidad y las libertades políticas que garantiza nuestra constituci­ón.

Igualmente, el 18 de julio, el encargado de la PGR, Alberto Elías Beltrán, demostró continuar frenando las investigac­iones sobre la desaparici­ón de los 43 estudiante­s de la Normal Rural de Ayotzinapa, al negar a los padres de las víctimas su derecho a que se cree una comisión de la verdad, con base en la determinac­ión del Tercer Tribunal Unitario del Décimo Noveno Circuito con sede en Reynosa, Tamaulipas, la cual sostiene que es jurídicame­nte imposible cumplir las sentencias que ordenó el Primer Tribunal Colegiado, para la creación de la comisión de la verdad del caso Iguala, como si este fuera un asunto de carácter jurídico cuando basta un gesto de voluntad política para crear dicha comisión.

Todo ello me trae a la memoria la fábula de la tortuga y el escorpión, cuando el artrópodo pide auxilio al quelonio para cruzar un río crecido por una tormenta, y a mitad del camino el escorpión encaja el aguijón en la tortuga, disculpánd­ose, con un: lo siento me ganó el instinto. Faltan aún cerca de cuatro meses de agonía para el dinosaurio, son de esperarse sus últimos estertores.

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