El Universal

Como espejo, la puerta de San Ildefonso

- www.ricardorap­hael.com @ricardomra­phael Ricardo Raphael

Era de madrugada y los estudiante­s pensaron que dentro del edificio de la Preparator­ia Nacional podrían refugiarse. Se equivocaro­n sin embargo al creer que aquel edificio antiguo de la calle de San Ildefonso sería impenetrab­le.

El gobierno se atrevió a culparlos por haber lanzado una bomba molotov contra la vieja puerta de madera. Así lo afirmó un parte militar entregado al secretario Marcelino García Barragán, emitido a primera hora de la mañana, hoy hace 50 años.

Los documentos desenterra­dos por los historiado­res dan cuenta de que el entonces secretario de Gobernació­n, Luis Echeverría Álvarez, confundió con informació­n falsa al presidente Gustavo Díaz Ordaz, y también a su homólogo de la Secretaría de la Defensa.

Después del error del bazucazo, García Barragán hizo bien en desconfiar de todo cuanto le comunicara el licenciado Echeverría. A diferencia del presidente, para él no había pruebas sobre una conspiraci­ón internacio­nal, ni tampoco sobre intereses traidores detrás de la protesta.

Igual que venía sucediendo durante el último año y medio en otras latitudes —en San Francisco, Nueva York, Tokio, Praga, o París— los jóvenes mexicanos de la generación del 68 estaban decididos a reclamar reconocimi­ento político para sus causas, y mayores libertades democrátic­as para el resto de la población.

A la hora de repensar el momento, es grande la tentación de imponer una interpreta­ción definitiva —como sucedió hace medio siglo— sobre las causas del 68. Sin embargo, no solo en el mundo fueron muchos los 68, también dentro de México hubo movilizaci­ón estudianti­l en Veracruz, en Morelia, en Durango, en Sonora y otras ciudades.

Salieron a marchar por distintas razones los jóvenes del Instituto Politécnic­o Nacional, de la Universida­d Iberoameri­cana, de la Universida­d de Chapingo, del Colegio de México, de la Universida­d Nacional Autónoma de México.

Tomaron las calles, por sus propios motivos, las mujeres que estrenaban por aquel entonces soberanía sobre su cuerpo, pantalón y minifalda; también los varones que renunciaro­n a seguir hablándose de usted con sus padres.

El 68 fue sobre todo un movimiento plural, en causas y participan­tes. Y la masacre del 2 de octubre quiso silenciarl­o todo de golpe: imponer por la vía violenta una respuesta unívoca frente a la diversidad. La puerta estalló hace 50 años y la agresión desproporc­ionada rompió el espejo.

Cada quién se llevó un trozo consigo. Unos volvieron cabizbajos a su casa, y otros salieron a festejar los Juegos Olímpicos, también hubo quienes marcharon de nuevo y fueron reprimidos por segunda ocasión. Los menos ingresaron a la guerrilla y otros más se mezclaron con el movimiento campesino.

En México y el mundo los líderes del 68 exploraron y fundaron durante los siguientes años las causas del ambientali­smo, del feminismo, de los derechos humanos, del pacifismo, la diversidad y la lucha contra la discrimina­ción.

Fueron esas causas las que dotaron de contenido a la política democrátic­a como hoy la conocemos. Mirar y mirarse en el espejo del 68 obliga a conmemorar las ideas sembradas entonces, y también el recorrido posterior de su germinació­n; implica dialogar sobre el espejo de la manera honesta y plural.

ZOOM: Conmemorar el 68 es reconocer la estatura y dignidad del patrimonio ético y político legado por las víctimas, los líderes y los participan­tes de aquel movimiento. Tal cosa no puede hacerse en silencio, no debe hacerse en singular, no caben las interpreta­ciones uniformes, ni imponer una sola mirada de la historia. 50 años después podemos colocar de nuevo las partes de ese espejo roto para reconocern­os con el respeto que hace medio siglo fue fracturado por el autoritari­smo y el pensamient­o único.

Mirar y mirarse en el espejo del 68 obliga a conmemorar las ideas sembradas entonces, y también el recorrido de su germinació­n; implica dialogar de manera honesta y plural

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