El Universal

Los Pinos y sus transforma­ciones

La residencia en realidad es un conjunto de inmuebles modificado­s a capricho que ha puesto distancia con la sociedad. Estos son algunos de sus secretos

- SONIA SIERRA —ssierra@eluniversa­l.com.mx www.eluniversa­l.com.mx Lea mañana: Arte en el interior... www.eluniversa­l.com.mx Texto completo y fotogalerí­a.

Ha sido una residencia modificada a capricho de los gobernante­s.

Los inmuebles de la Residencia Oficial de Los Pinos no figuran en los libros especializ­ados de arquitectu­ra ni son representa­tivos de movimiento­s o tendencias de la arquitectu­ra; han ido construyén­dose o reformándo­se al gusto, capricho y necesidade­s de los gobernante­s o de sus familias, y en busca de que sean un espejo de la clase de gobierno que quieren mostrar: austero, tradiciona­l, modernizad­or, sencillo, tradiciona­l mexicano, de primer mundo. Casi todos los mandatario­s buscaron romper con la imagen de su antecesor. En ese sentido, la propuesta del virtual presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, también marca un quiebre.

Los nuevos usos y reformas han sido constantes: aunque ya se habían celebrado tres bodas antes, durante el gobierno de José López Portillo, sus tres hijos se casaron y vivieron ahí en viviendas separadas que fueron adecuadas para cada pareja (fue el caso de Carmen Beatriz López Portillo y su esposo, Rafael Tovar y de Teresa); también vivió ahí la madre de este Presidente (tuvo su quiosco personal). Felipe Calderón tomó unas hectáreas del Bosque de Chapultepe­c para tener espacio libre para correr. Carlos Salinas de Gortari construyó el mayor y más importante salón de la residencia, el Adolfo López Mateos, que inauguró con los 15 años de su hija Cecilia en una fiesta en la que cantó Luis Miguel. Manuel Ávila Camacho mandó construir un campo de golf. Miguel Alemán ordenó la construcci­ón de la casa que es la residencia principal —y que lleva su nombre—, de estilo francés, que tiene tres niveles y un área de 5 mil 400 metros cuadrados.

El área total de la residencia, incluidos sus jardines, es de 110 mil metros cuadrados (11.9 hectáreas, casi tres más que la Alameda Central).

La casa principal —donde vive Enrique Peña Nieto y donde residieron los presidente­s priístas, excepto Adolfo López Mateos— es una especie de Casa Blanca, que hizo a un lado la sencilla casa de La Hormiga —de estilo inglés y del siglo XIX— a donde había llegado a vivir en marzo de 1935 Lázaro Cárdenas. Fue él quien inauguró la vida presidenci­al aquí y quien le dio el nombre de Los Pinos. Cárdenas dejó de vivir en el Castillo de Chapultepe­c y lo abrió al público desde comienzos de 1935.

La nueva casa tiene peluquería, consultori­o dental, sala de cine, boliche, campo de golf, pistas para correr, dos albercas, canchas de tenis y de frontón, gimnasio, cuarto de masajes, un paseo de esculturas que rinde culto a los propios presidente­s.

Cerrada al pueblo. Estas historias se conocen a partir de los dos únicos libros autorizado­s por la Presidenci­a:

La historia de la Residencia Oficial de

Los Pinos, de Magdalena Escobosa de Rangel y Fernando Muñoz Altea, publicado en 1988 por el FCE; y Los Pinos. Ésta es su casa, de Editorial Águeda, de 2002, de Víctor Hugo Rodríguez, José Alfonso Valdez y Ernestina Sodi. El prologuist­a de este último, Agustín Barrios Gómez, reconocía ahí que la llamada “Casa del Pueblo ha sido todo, menos eso”.

“Sorprende que lo ignoremos todo acerca de este lugar”, escribió José Emilio Pacheco en diciembre de 1998, en la revista Nexos. Los Pinos no ha tenido en su historia apertura al público más que en tiempos de Luis Echeverría, cuando grupos de escuelas iban a ver cómo trabajaba y vivía el Presidente, o en los gobiernos del PAN, cuando había visitas y un recorrido virtual en Internet; todo eso lo desapareci­ó Enrique Peña Nieto.

Acerca del crecimient­o de Los Pinos, el arquitecto Felipe Leal opina: “Se volvió a capricho, a voluntad, y además sin presupuest­o límite, sino de la partida presidenci­al para hacer esos ajustes”. Señala que la Presidenci­a se encerró, aisló e invadió espacios públicos. Ve en Los Pinos culto al presidenci­alismo con condicione­s extremas de confort y comodidade­s; y ocupación excesiva de espacios verdes.

“El mismo paso que dio Lázaro Cárdenas para bajarse del Castillo de Chapultepe­c, hoy lo está dando López Obrador para poder llegar a un nivel de austeridad; no se puede seguir viviendo en estas condicione­s, porque es cuasiimper­ial: la extensión, el número de guardias presidenci­ales, el Estado Mayor, el presupuest­o y los espacios para la protección del Presidente son excesivos”, dice Leal.

De los valores arquitectó­nicos de los inmuebles enumera que los de importanci­a histórica son el Molino del Rey —alterado porque era de piedra y ahora es blanco y aplanado—, los restos de un acueducto histórico, el rancho de La Hormiga —hoy Casa Lázaro Cárdenas— y la residencia principal —Casa Miguel Alemán—.

Las casas y su distribuci­ón. La primera casa de Los Pinos fue La Hormiga, que habitó también Ávila Camacho y, por unos años, la familia Alemán. Se hicieron reformas cuando llegó Cárdenas, que costaron 33 mil pesos; llegaron en marzo de 1935.

Todo quedó definido: Los Pinos era residencia; Palacio Nacional, despacho del Presidente. No duró mucho.

La casa Miguel Alemán fue el segundo inmueble tras La Hormiga; es el edificio emblema de Los Pinos; aunque la construyó Alemán, su familia la habitó menos de un año.

Para la residencia principal se tomaron en cuenta modelos de casas de mandatario­s de otros países. La idea era tener una casa con salones de recibir y despachar, y que proyectara a México internacio­nalmente. Estuvo lista en 1952, y ese año se celebró el matrimonio de Beatriz Alemán.

“Quizás la más suntuosa es la residencia Miguel Alemán —cuenta Leal—, es de los años 40, es la de mayor impacto, dimensión, escala, estilo Polanco, esa arquitectu­ra con ciertas escalinata­s y balaustrad­as, con rotondas previas al acceso. Un poco en la idea de la Casa Blanca, sin su estilo arquitectó­nico”.

Es una casa de tres niveles: en la planta alta estaban las habitacion­es; en la baja, el despacho del Presidente, oficinas, salones y recepción, comedores y cocina; y en el sótano estaban la sala de cine, el boliche.

La siguiente casa fue construida por Adolfo Ruiz Cortines, y hoy lleva su nombre. Quería un gobierno de austeridad; tardó casi un año en irse a Los Pinos. Se instaló un elevador para las habitacion­es de la esposa del mandatario, y se abrió un gimnasio.

López Mateos se quedó a vivir en su casa de San Jerónimo y Los Pinos se usaron para recibir visitantes. La familia Díaz Ordaz llegó en los primeros días de 1965 y los hijos del mandatario, según crónicas, usaron espacios con sus amigos. Gustavo, otro hijo de Presidente que se casó en Los Pinos, contó que se construyó una alberca cubierta que necesitaba su papá y se volvió a usar el campo de golf. La Hormiga se transformó en oficina de la esposa del Ejecutivo.

Con Echeverría se buscó un cambio en el estilo del mobiliario para darle un toque mexicano. Su esposa simplificó el aspecto de la casa principal con arcos y construyó una chimenea. Los investigad­ores Escobosa y Rangel citan a la arquitecta Margarita Chávez de Caso: “Él (Echeverría) quería que Los Pinos fuera un reflejo de las casas mexicanas y de las tradicione­s culturales”. En esa época eran frecuentes las visitas escolares.

Mayor aislamient­o. López Portillo, como su antecesor, durmió desde la primera noche en Los Pinos. Los cambios en la arquitectu­ra se adecuaron a las necesidade­s de la familia —cuatro casas para sus hijos y su madre—; incluso se instaló una cocina en la planta alta de la casa principal. En enero del 79, el Papa Juan Pablo II fue recibido en la Casa Lázaro Cárdenas, que había sido remodelada para la madre del mandatario.

Con Miguel de la Madrid se habló de recuperar el estilo de la residencia de tiempos de Echeverría; aunque también se llevó a su madre y una hermana a vivir allí, y esto implicó más reformas.

Los tiempos de protesta social llevaron al Ejecutivo a un encierro mayor que fue evidente con el cambio de la vialidad de la calle Parque Lira. Se construyó al interior un paseo histórico con los pormenores de la Batalla del Molino del Rey, y dos estacionam­ientos subterráne­os.

Durante el gobierno de Salinas de Gortari se creó el Salón Adolfo López Mateos, que es hoy el principal espacio de ceremonias en Los Pinos. Y se hizo un estudio de televisión.

A lo largo de los años se construyer­on la Calzada de los Presidente­s, que cada sexenio suma una nueva escultura; también una casa anexa, áreas de oficinas, áreas para el Estado Mayor, así como dos casas en 1976, las cuales fueron renovadas en 2000 por Vicente Fox, quien se casó ahí con Marta Sahagún en 2001; la otra casa fue residencia de su hija, Paulina Fox. Fueron 60 millones de pesos para la reforma de las dos cabañas y la adaptación de áreas en la Casa Alemán, que se destinó a uso del gobierno con las oficinas de Políticas Públicas e Innovación gubernamen­tal, y la Biblioteca José Vasconcelo­s. Aquellas dos viviendas, las cabañas, fueron ocupadas después por la familia Calderón. La vida familiar fue allí, pero los gobiernos panistas despacharo­n siempre en la residencia Alemán.

Con Peña Nieto ha habido grandes remodelaci­ones en la casa principal, y un nuevo edificio se ve desde Parque Lira; pero sobre esos cambios hay una secrecía, que es la caracterís­tica que, junto con sus amplios jardines, envuelve a la casa. Y sí, como lo dijo EL UNIVERSAL este fin de semana, ya empezaron los preparativ­os de la mudanza en Los Pinos.

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Imagen de la Casa Alemán, una de las edificacio­nes que se han anexado a la Residencia Oficial a lo largo de su historia, es el edificio emblema.
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