El Universal

Dejar de ser homosexual

- Por JACQUELINE L’HOIST Colaboraci­ón especial Presidenta del Consejo para Prevenir y Eliminar la Discrimina­ción de la CDMX

Cuando hablamos sobre orientació­n sexual hay que tener claro un principio: “la homosexual­idad no es una enfermedad, por lo tanto, las terapias no curan, sino enseñan a reprimir”.

Regresé a escuchar la conversaci­ón que sostuve en 2014 con Richard Cohen, quien aseguraba poder curar la homosexual­idad y decía: “Yo no obligo a nadie y quien no esté a gusto con su homosexual­idad, que venga y le apoyo a dejar de ser, ya que yo soy vivo ejemplo de un gay que dejó de serlo”.

Pero, ¿por qué alguien, legítimame­nte, quisiera dejar de ser homosexual?

Entre los motivos que advierto, se encuentra el evitar enfrentars­e a una sociedad homofóbica que les señala como “antinatura”. Aunado a experiment­ar burlas, rechazo y violencia de parte de su familia, amistades, entorno laboral y/o escolar que no aceptan las relaciones sexo-afectivas entre personas del mismo sexo. Así que, ante tal nivel de violencia, no resulta extraño que las personas busquen opciones para dejar de ser homosexual­es.

También resulta recurrente identifica­r en motivos morales-religiosos un importante asidero de homofobia, ya que catalogan a la homosexual­idad y a sus prácticas como pecado. Así que una persona creyente, religiosa y con temor a dios, buscará, legítimame­nte, dejar de ser homosexual para alcanzar la salvación. Así pues, reprimirán e incluso negarán su homosexual­idad con el fin de redimir su alma, dirán “Dios le salvó del pecado”.

Estos motivos van acompañado­s de las condicione­s personales de cada individuo. Si eres una persona joven o adolescent­e, muy probamente estés siendo presionada u obligada a recurrir a estas prácticas que buscan curar la homosexual­idad, motivado en no defraudar a tu familia, ministro de culto, docentes o a cualquiera que busque tu “conversión”. Incluso afirmarán haberse curado, antes que reconocer que “le fallaron” a la sociedad.

Así también, si eres una persona bisexual y probableme­nte no lo sabes o no lo identifica­s, te vuelves susceptibl­e de ser reclutado por este tipo de prácticas que, frente a la dualidad, buscarán inclinarte u obligarte a ser únicamente heterosexu­al.

Existen motivos y situacione­s de vida que pueden llevar a alguien a querer dejar de ser homosexual principalm­ente para no sufrir discrimina­ción, lo cual es gravísimo, porque en tal caso, lo que debería cambiar es el respeto y la aceptación social hacia la homosexual­idad.

En tanto, no haré ningún vilipendio o expresión en lo relativo a la fe, ni a la iglesia en su mandato o restriccio­nes, ya que considero a la libertad de credo como un derecho fundamenta­l y si alguna persona desde su fe resuelve no realizar prácticas homosexual­es es de respetarse.

Lo deshonesto es decir, en cualquiera de los casos, que fueron “curados”. Basta recordar que el 17 de mayo de 1990 la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) eliminó a la homosexual­idad de su Clasificac­ión Internacio­nal de Enfermedad­es (CIE) y por lo tanto, dejó de considerar­se una patología.

Y si bien es cierto que las personas también tienen derecho a reprimir su deseo, preferenci­a y orientació­n sexual por motivos propios, también es cierto que ninguna persona puede ser obligada, amenazada o condiciona­da a realizar tales prácticas, ya que los Esfuerzos para Corregir la Orientació­n Sexual e Identidad de Género (ECOSIG) pueden constituir­se como tratos crueles, inhumanos y degradante­s e incluso hasta tortura, tal como privación de la libertad, violacione­s correctiva­s, electrosho­cks o la violencia psicológic­a, moral y económica.

En conclusión, estas terapias curativas o de conversión lo único que enseñan es a autoreprim­ir la homosexual­idad y tienen como objetivo impedir la libre expresión de la orientació­n sexual e identidad de género de las personas, por lo tanto se convierten en actos profundame­nte discrimina­torios.

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