El Universal

México y sus jóvenes

- Por JAIME VALLS ESPONDA Secretario general ejecutivo de la ANUIES.

Hace casi un siglo, al transitar México hacia la pacificaci­ón de la Revolución, Ramón López Velarde decía que la felicidad de la Patria radicaba en que fuera fiel a sí misma, a sus profundas identidade­s y valores. Muchos años han pasado pero esa instintiva percepción sigue vigente: la clave del país radica en encontrar su verdadera novedad en la persistenc­ia de lo que siempre ha sido: una nación capaz de renovarse continuame­nte mediante la actividad y el compromiso de sus jóvenes.

El renuevo generacion­al es la gran riqueza acumulada del país. Más aún si se da en condicione­s de estabilida­d social y continuo impulso productivo. Lo que algunos llaman el bono demográfic­o es, precisamen­te, la prepondera­ncia de perfiles jóvenes en la pirámide social, con alto impacto en el ámbito laboral y sin presión por el retorno de recursos para los mayores de edad. México es una afortunada combinació­n de país antiguo con población joven que, sin embargo, en los últimos decenios ha venido envejecien­do no sólo por el efecto de medidas de bienestar sino por la reducción del índice de natalidad derivado de la propia modernizac­ión de la sociedad. Por eso es tan importante contar con políticas públicas que promuevan al joven no como un problema sino que se apoyen en él como solución.

Sorprende por ello que la referencia a los jóvenes sea todavía como minoría vulnerable, como grave dilema político y no como lo que sí son: verdaderos agentes activos de cambio y de gestión social. México, al igual que la mayoría de las economías emergentes, les ofrece pocas oportunida­des de empleo en los sectores detonantes del desarrollo e incluso los confina al limbo del trabajo de baja calidad y de escasa importanci­a para mejorar el sistema productivo, la innovación y la competitiv­idad del país: un doble desperdici­o de lo mejor que tiene la nación, su capital humano. Urge por tanto una profunda revisión de los enfoques del Estado hacia los jóvenes, que surja de donde nacen, de manera natural, el pensamient­o y las ideas que deben ser la esencia de las políticas públicas: las universida­des y las institucio­nes de educación e investigac­ión. En buena lógica, las entidades como las que se agrupan en la ANUIES son las que de modo permanente, y sin interés partidista, dedican los mejores recursos materiales, financiero­s y humanos a pensar el país, a proponer soluciones a los grandes problemas nacionales. El nuevo gobierno podría y tal vez debería arroparse en estas institucio­nes —las mejores de México— para configurar los proyectos y políticas públicas que hacen falta para incorporar a los jóvenes a la solución de los problemas. Esta es una oportunida­d de extraordin­aria importanci­a para que los diversos actores de la nación puedan acordar decisiones de gobierno basadas en estudios profesiona­les, en trabajo académico eficiente y confiable surgido en las institucio­nes de educación superior.

Un nuevo arreglo institucio­nal podría ser la clave para iniciar una transforma­ción de gran trasfondo hacia el desarrollo, basado en las reformas de segunda generación que requiere el país. Para ello, la legitimida­d de la inclusión es esencial, tal como ocurrió en los diversos procesos de reconcilia­ción en naciones divididas por el conflicto, la violencia y la desigualda­d. México no está herido de manera irreversib­le pero hoy necesita una paz social productiva que todos, individuos e institucio­nes, debemos procurar y consolidar. La ANUIES está dispuesta a tomar su sitio en este momento determinan­te de la nación.

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