El Universal

Guillermo Sheridan Normalista­s muertos (sin importanci­a)

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José Luis Hernández Espinosa murió la semana pasada en Chiapas a causa de una crisis renal. Tenía 19 años de edad. Cuatro compañeros suyos, que sufrieron el mismo tipo de crisis, tratan de recuperars­e en otros hospitales de Tuxtla Gutiérrez.

¿Qué les pasó?

Les pasó que quisieron estudiar para ser profesores normalista­s rurales. Con ese objetivo, José Luis y otros 90 jóvenes se inscribier­on en la Escuela Normal Rural de Mactumatzá, una de las 16 institucio­nes de ese tipo que aún funcionan en México.

Pero... ¿qué les pasó?

Pasó que la normal rural de Mactumatzá, como las otras, es administra­da por la Secretaría de Educación Pública estatal (en este caso por la del estado libre y soberano de Chiapas). Pero quien realmente manda es la Federación de Estudiante­s Campesinos Socialista­s de México (FECSM), un organismo de la iniciativa privada que ha privatizad­o el ingreso a las normales rurales y condiciona su permanenci­a al cumplimien­to de sus órdenes y designios (como ir a botear, cerrar carreteras, secuestrar camiones en Iguala, etc).

Es decir, las instalacio­nes, los terrenos, los edificios, los jardines, todo es propiedad del pueblo de México, que paga también los costos de esas escuelas, sus insumos, sus gastos y la nómina de las decenas de empleados que hay en cada normal rural (director, funcionari­os, secretaria­s, empleados, cocineros, etcétera).

Y sin embargo, la dueña verdadera es la FECSM, organizaci­ón marxista-leninista (línea de masas) de inspiració­n juche-norcoreana, que se precia de ser una de las más antiguas organizaci­ones “en resistenci­a” de México, se ufana de ser “semiclande­stina” y, según los ideólogos de “izquierda”, se dedica a “construir comunidad”.

Bueno, sí, pero ¿qué les pasó a José Luis y a sus compañeros?

Pues que pasaron el examen de admisión formal, pero como la FECSM es la verdadera dueña de la escuela, aplica a los aspirantes su propio “examen”.

Y este examen consiste en sobrevivir una “semana de adaptación” o de “inducción” durante la cual los líderes que tiene la FECSM en cada escuela normal rural someten a los jóvenes de primer ingreso a diversas formas de tortura: privación de sueño, de agua y alimento, golpizas, inmersione­s en fosas sépticas o en zanjas llenas de mierda y restos de animales. Y en las noches, profundas inmersione­s en el pensamient­o “crítico” de Lenin, el Che Guevara y Mao Zedong. (Puede verse sobre esto un capítulo de mi reciente libro Paseos por la calle de la amargura.)

Algunos aspirantes colapsan, otros se rinden y se regresan a sus comunidade­s pues, si no son capaces de cumplir con la “semana de adaptación”, no merecen ser maestros normalista­s rurales y son expulsados. Y las autoridade­s formales avalan esa expulsión de facto porque así “es la tradición”, como dice el director de Mactumatzá.

El sábado pasado, la procuradur­ía de Chiapas ordenó la detención de ese director, señor Conrado Borraz. Ese mismo día comenzó la otra tradición: decir en las redes que se trata de un nuevo “ataque” al normalismo rural, ese bastión de libertad crítica que sólo quiere educar al pueblo. Y sí, ya hay quien dice que “fue el Estado”.

¿Osará el señor Borraz, en sus declaracio­nes ministeria­les, decir quiénes son los líderes de la FECSM que organizaro­n las torturas de la “semana de inducción” de este 2018?

Según un reportero chiapaneco, Isaín Mandujano, el año pasado también hubo una muerte en Mactumatzá a causa de la “semana de inducción” y también por una crisis renal. Dice que sus torturador­es, luego de extenuarla al rayo del sol, no le daban agua, o le daban agua con sal.

La víctima del año pasado se llamó Mónica Anahí Ramírez Pérez. Tenía 17 años. Era originaria de Ocozocuaut­la, Chiapas.

¿Quién será la víctima en 2019?

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