El Universal

Con su muerte prolonga la vida de más de 250 personas

• Tras el accidentad­o deceso de Diego, sus padres cumplieron su deseo: donar sus órganos

- MARÍA DE JESÚS PETERS Correspons­al

Tapachula.— “Para trascender más allá de la vida, donando podemos vivir”, era el lema de Diego Jacob Robledo Mauricio, de 19 años, quien murió en un accidente de motociclet­a y con la donación de sus órganos, huesos y tejidos benefició a más de 250 personas.

El deseo de Diego Jacob fue cumplido por sus padres Rodolfo Jacob Robledo Hemkes y Judith Karina Mauricio Escobar, quienes autorizaro­n la donación. Hoy vive en el corazón de un hombre de 41 años, operación que se realizó en el Centro Médico La Raza, adonde también se destinaron las córneas.

Sus dos riñones fueron trasplanta­dos en dos menores de escasos recursos económicos, en el Hospital de Especialid­ades Pediátrica­s de Tuxtla Gutiérrez, y el hígado dio vida a una persona en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán.

Médicos del Hospital Regional de Altas Especialid­ades “Ciudad Salud”, en coordinaci­ón con los del Centro Estatal de Trasplante­s del estado, realizaron la extracción de órganos la madrugada del miércoles para trasladarl­os a la Ciudad de México y a la capital chiapaneca.

Quería ser un superhéroe. “De niño fantaseaba que era un superhéroe; un día nos pregunta qué nos gustaría hacer con nuestros órganos al morir, ahí surge el lema que tenemos como familia: para trascender más allá de la vida, donando podemos vivir, y fue lo que hizo”, señala entre lágrimas Rodolfo Jacob, padre de Diego.

Admite que fue un muy estricto con él, que trataba de enseñarle buenos valores. “Hoy, después de fallecido, con su ejemplo me ha demostrado que lo hice bien”.

Judith Karina recuerda que Diego era aficionado al futbol, su equipo favorito era el Paris Saint-Germain FC (PSG) y su objetivo era ser un gran chef. “Era el mayor de mis hijos, siempre me dijo que me amaba, que era la mejor mamá; amaba a sus hermanos pequeños”, recuerda.

Alan Jehovany, quien tiene entre sus manos la foto de Diego Jacob, recuerda que su hermano era muy cariñoso: “Me apoyaba en todo, me decía ‘eres el mejor, haz las cosas bien, sigue estudiando, siéntete orgulloso de nuestros padres’”…

Jonathan Javier señala que su hermano lo cuidaba, no habla más, el llanto ahoga sus palabras.

Para la familia de Diego Jacob, el destino lo hizo llegar a estas tierras para cumplir con la voluntad de Dios, ya que el joven radicaba junto con ellos en Paraíso, Tabasco, y hace unos nueve meses le permitiero­n irse a vivir con su abuela materna al municipio de Cacahoatán, un poblado fronterizo con Guatemala. “A los 15 años empezó a insistir en que se quería ir a vivir con su abuela (...), nos dejó con ese gran dolor en Tabasco”, señala Judith Karina.

La abuela materna, Marina Escobar Ramírez, recuerda que “era un muchacho muy educado, no tenía vicios, quería salir adelante”.

El pasado 14 de julio, la familia Robledo Mauricio llegó de vacaciones a Cacahoatán a visitar a la abuela.

“El día del accidente [27 de julio] estaba contento porque recibiría el pago de su quincena, señala Judith.

A las 22:30 horas aproximada­mente, Diego Jacob sufrió un accidente en moto y fue trasladado al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) de esta ciudad, con traumatism­o craneoence­fálico severo.

“Un día [Diego] preguntó qué nos gustaría hacer con nuestros órganos al morir, ahí surgió el lema: ‘para trascender más allá de la vida, donando podemos vivir’; eso hizo él” RODOLFO JACOB Padre de Diego

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Las familia Jacob Mauricio relata que al cumplir la voluntad de su hijo, un hombre de 41 años tiene su corazón y dos menores recibieron sus riñones.

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