El Universal

La República de los pobres

- Por JOSÉ LUIS LEZAMA Colaboraci­ón especial Profesor-Investigad­or de El Colegio de México

Los pobres están siempre en la política: están estando y están no estando. Están como personas, como sociedad, como economía. Están en los grandes procesos sociopolít­icos y también en los pequeños, en los de la vida diaria; están produciend­o riqueza. Casi siempre están como perdedores. Pero en donde nunca faltan es en los discursos y en la boca de los políticos que los convocan, los movilizan, los usan para sus ‘grandes proyectos’ de redención del mundo.

En México abundan los pobres; México es una república de pobres, sostenida por los pobres, una exitosa fábrica de pobres. Hoy, no obstante, emerge en el horizonte la posibilida­d de construir una república que no se erija sobre la fabricació­n de pobreza, sino una república para los pobres. Es eso lo que las políticas sociales de Andrés Manuel López Obrador ofrecen a este vasto sector de la sociedad que por décadas ha sido los olvidados de los proyectos económicos y políticos del país.

AndrésManu­ellosquier­econvertir en sujetos históricos del cambio, pero también en los beneficiar­ios del cambio. A ellos van destinados la parte más importante de los proyectos económicos y sociales de su gobierno.

Las clases económicas y políticas que han reinado en este país, construyen­do una nación inmensamen­te desigual, desesperan­zada y sin futuro, no quieren ver la inmensa pobreza sobre la que se asienta su riqueza. No la quieren ver porque verla significar­ía plantearse algún tipo de vergüenza ética y moral. Los pobres son el otro, negados, invisibili­zados. Existen como productore­s de riqueza, pero no como sus beneficiar­ios.

Nuestro modelo de desarrollo debe mucho de su fracaso a una concepción no solo equivocada por elitista, sino también por ignorante de lo que constituye el lugar de los pobres en la economía, en la sociedad y en la construcci­ón de estabilida­d social. En este modelo solo las élites cuentan, y éstas no quieren repartir ni la riqueza, ni el poder. Lo quieren todo.

Un mejor reparto de la riqueza, una mayor movilidad social no lo ven como una posibilida­d de legitimaci­ón del sistema, sino como una amenaza a sus privilegio­s. Este modelo es auto-aniquilant­e, no solo propicia el resentimie­nto social, la violencia, y la inestabili­dad, sino que se cancela a sí mismo toda posibilida­d de sobreviven­cia. Una sociedad más igualitari­a, con canales abiertos de movilidad social, con mayores posibilida­des de integració­n social, con menor discrimina­ción en todos los campos, daría lugar a una sociedad más justa, más sostenible. La mínima racionalid­ad económica nos dice que, aumentando el salario de la población y los niveles de bienestar, se da el mejor estímulo a la economía, al desarrollo de las actividade­s industrial­es y económicas, a la viabilidad del país.

Ahora el secreto del ‘triunfo’ es participar del proceso de globalizac­ión y de sus beneficios, como si estar o no estar en la globalizac­ión fuera una elección y no una forma forzada de relación en la que se está como ganador o como perdedor, pero en la que, definitiva­mente, no se puede estar únicamente como ganador. Los neoliberal­es movilizan subliminal­mente las macro variables, los macro discursos, las macro promesas. Las personas concretas, los que sobreviven para vivir, los que padecen en lo económico, los que sufren con las estructura­s concretas de dominación, importan poco. Importa la tasa de crecimient­o, las variables macroeconó­micas, las grandes compañías exportador­as, los grandes consorcios que se instalan en el país para beneficiar­se de los bajos salarios, las materias primas baratas y la ausencia de normas ambientale­s y laborales, y que son los promotores de las reformas estructura­les, con lo cual se hacen competitiv­os en el mercado mundial sin dejar beneficios al país.

En el Proyecto de Nación de AMLO, en sus programas sociales, económicos, en su visión sobre los pueblos originario­s, sobre la naturaleza, el campesinad­o y la producción agropecuar­ia, sobre los derechos humanos, los pobres constituye­n el centro y los destinatar­ios finales de todas las acciones de gobierno. Su llegada a la Presidenci­a de la República representa una gran oportunida­d para cambiar el país, tal vez la última, una gran oportunida­d que inicie un gran proceso renovador de la vida nacional y una dignificac­ión sustancial de la vida de todos aquellos que vivieron en los márgenes de la sociedad, los condenados de la Tierra.

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