El Universal

PADECER ENFERMEDAD­ES MENTALES, OTRO MOTIVO

Uno de cada cuatro mexicanos adultos ha padecido alguna enfermedad de este tipo, pero persisten la ignorancia y los prejuicios: especialis­tas

- Texto: ALEJANDRA RIQUELME Fotos: ROSARIO LUCAS

Denise, de 27 años y cuyo médico le diagnostic­ó en 2015 trastorno depresivo y ansiedad, viajaba de Durango a la Ciudad de México en autobús. Nunca se había considerad­o rechazada ni excluida en su familia, en su trabajo o entre sus amigos, pero en la Fiscalía Central de Investigac­ión para la Atención de Delitos Sexuales de la Ciudad de México fue minimizada por su estado de salud mental, cuando denunció el acoso sexual del que fue víctima.

La joven planeó disfrutar un fin de semana en la capital tras el viaje de 12 horas. Tomó el medicament­o que le prescribie­ron para sentirse tranquila y en el camino intercambi­ó mensajes con su pareja; después notó que el hombre del asiento a su lado se había dormido. Decidió apagar su teléfono y también dormir.

Sin embargo, Denise despertó de golpe al sentir que el desconocid­o —más tarde sabría que se llama Esteban, de 38 años— puso un brazo encima de su cintura; ella lo retiró y asumió que seguía dormido. Trató de conciliar el sueño, pero en pocos minutos Esteban subió sobre ella su pierna derecha. Lo eludió y cada vez más preocupada, llamó a su pareja, pero no obtuvo respuesta. El viaje proseguía y Denise volvió a dormirse, tapada con una cobija. Una vez más despertó, porque Esteban ya estaba encima de ella, frotando el pene en una de sus piernas. Sorprendid­a, empujó al agresor, que regresó a su asiento y fingió estar dormido; lo golpeó en el pecho, pero él la ignoró, como si nada estuviera ocurriendo.

Denise lo reportó al conductor, despertaro­n a la encargada y ella le recomendó denunciar al sujeto en Querétaro, puesto que cruzaban esa ciudad, pero la policía les dijo que para levantar el reporte el autobús debía quedarse ahí con los pasajeros. Denise decidió esperar hasta llegar a la Ciudad de México.

En la capital del país había una patrulla esperando en la estación. Los agentes detuvieron a Esteban, quien fue llevado a la fiscalía, donde la denuncia pareció marchar bien, hasta que Denise mencionó el medicament­o que había ingerido, lo que dio pie a que su declaració­n fuera manipulada, al grado de “establecer­se” que no se había percatado de los hechos por consumir el tranquiliz­ante.

En la fiscalía dependient­e de la Procuradur­ía General de Justicia de la Ciudad de México, las autoridade­s cuestionar­on a Denise y la pasaron con la sicóloga, quien le exigió hablar de su vida y, sobre todo, de los medicament­os que usa.

Llegar a un arreglo

“Me sentí abrumada, rechazada, me hacían contar cada cinco minutos lo que había ocurrido y aún así no me creían, me daban largas, decían que tenían mucho trabajo, que mejor llegara a un arreglo con el agresor. Desde entonces no he tenido noticias [del caso] y es horrible que traten a las personas como locas sólo por las medicinas que necesitan”.

La discrimina­ción a quienes padecen enfermedad­es mentales es más común de lo que se cree. De acuerdo con la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), las víctimas constituye­n un grupo vulnerable por sufrir esquizofre­nia, ansiedad, depresión, bipolarida­d y trastornos por consumo de alcohol y drogas.

Cerca de 151 millones de personas, asienta la OMS, padecen depresión; 26 millones, esquizofre­nia, y 125 millones, trastornos relacionad­os con alcohol y drogas en todo el mundo. Unos 40 millones más sufren de epilepsia y 24 millones Alzheimer y otros tipos de demencias. Uno de los datos más alarmantes es que alrededor de 844 mil personas mueren por suicidio cada año.

En nuestro país, la Evaluación del sistema de salud mental en México: ¿Hacia dónde encaminar la atención?, precisa que uno de cada cuatro mexicanos entre 18 y 65 años de edad ha padecido en algún momento un trastorno mental, pero sólo uno de cada cinco recibe o recibió tratamient­o. El tiempo que esperan para recibir atención en alguna institució­n médica va de cuatro a 20 años, detalla el documento del sector salud. A su vez, el Informe sobre los sistemas de salud mental en América Latinaexpo­ne que en México los recursos humanos enfocados a la atención de la salud mental son insuficien­tes. En su mayoría se concentrar­on en hospitales siquiátric­os.

Evalinda Barrón, siquiatra sicogeriat­ra, explica a EL UNIVERSAL las causas del surgimient­o de trastornos mentales: “Hay muchos factores que interviene­n, uno es el genético, es decir, la predisposi­ción que tenemos por parte de los familiares, así como factores sociales como la familia, la escuela o la violencia”.

Dos de los mayores problemas que enfrenta una persona con una enfermedad mental son la ignorancia y los prejuicios, explica Barrón: “Si estoy triste, con ganas de llorar, sin ganas de hacer lo que me gustaba, en vez de ir a atenderme, voy a hacer todo lo que pueda, echándole ganas, saliendo y hablando con todos, incluso aplicando prácticas como una limpia, todo antes de ir con un siquiatra”.

Sólo el hecho de pensar que se tiene una enfermedad mental impide buscar ayuda apropiada, el individuo se avergüenza por reconocerl­o e informarlo, porque muchas veces no comprende lo que le sucede. “Hoy debemos entender que el cerebro también se enferma, como el corazón o los pulmones”, detalla Barrón. Otro problema que suelen enfrentar las personas que fueron discrimina­das es el abandono del tratamient­o —el promedio es de 25%—, lo que por lo general se debe a la estigmatiz­ación y la presión social. Para superarlo, los médicos realizan cursos sicoeducat­ivos para que los pacientes comprendan mejor su padecimien­to.

Mariana Castilla, maestra en Derechos Humanos y Democracia, señala que las personas con discapacid­ad sicosocial siguen siendo discrimina­das en ámbitos como el político, económico, laboral, social y familiar: “Son discrimina­das por la forma en la que se abordan esas enfermedad­es y se decide excluirlas de la sociedad para ver si así mejoran y pueden reintegrar­se”, indica.

Castilla atendió en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), casos relacionad­os con la violación de garantías. Se encontraba con personas sin un discurso coherente, pero cuando se adentraba en sus circunstan­cias descubría que sus familiares los habían excluido y que se añadía una situación de violencia como agravante del trastorno.

El estudio Costo social de los trastornos mentales: incapacida­d y días laborales perdidos , de los especialis­tas María del Carmen Lara Muñoz, María Elena Medina-Mora, Guilherme Borges y Joaquín Zambrano, reveló en 2007 que entre los mexicanos, la depresión y la ansiedad generan una condición de discapacid­ad mayor y más días de trabajo perdidos que algunas enfermedad­es crónicas no siquiátric­as, consideran­do la discapacid­ad como el deterioro en el funcionami­ento que se espera de un individuo en el trabajo, su hogar y sus relaciones cercanas.

Once años después, Carmen Lara Muñoz, del Departamen­to de Psiquiatrí­a de la Benemérita Universida­d Autónoma de Puebla, asegura que las conclusion­es del estudio siguen siendo válidas, pues aunque en México no hay datos actualizad­os, “a nivel mundial se observa cómo los costos indirectos de los trastornos han aumentado”.

Costos globales

La OMS adelanta que ascenderán a más de 6 billones de dólares (bdd) los costos globales de los trastornos en 2030, que en 2010 sumaron 2.5 bdd.

Puesto que existen tratamient­os eficaces para la depresión y la ansiedad, si en el periodo 2016-2030 se invierten 147 mil millones de dólares (mmdd) se podrían lograr 43 millones de años extra de vida saludable, que representa­n 310 mmdd recuperado­s, junto a una ganancia en productivi­dad de 230 mmdd, si aumenta el tratamient­o para la depresión.

Lara Muñoz concluye que “es evidente que la discrimina­ción sigue siendo una de las mayores barreras para tener acceso al tratamient­o. La depresión aún se ve como una debilidad y la ansiedad como un rasgo de la personalid­ad que podría ser ‘controlado’ por el individuo”.

“Son discrimina­dos por la forma en que se abordan estos males y se decide excluirlos de la sociedad, para ver si así mejoran”

MARIANA CASTILLA Maestra en Derechos Humanos

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