El Universal

Carlos Loret de Mola

Este artículo es fruto de la insana imaginació­n del autor

- Historiasr­eportero@gmail.com

Qué manera de despedazar su futuro la de José Antonio Meade. Después de que ganó las elecciones presidenci­ales por un amplio margen y sus rivales se lo reconocier­on sin tardanza, ha visto esfumarse su capital político por una serie de escándalos. Predecible, para todos aquellos que sabían que detrás de este hombre de trayectori­a intocada por la corrupción, se veían los cimientos de un sistema podrido.

Faltan todavía cuatros largos meses para que Meade tome posesión —ni siquiera ha sido declarado oficialmen­te presidente electo— y la restauraci­ón del viejo régimen ha generado un doloroso desencanto para la ciudadanía que creyó en su discurso de que era un hombre distinto.

La gota que parece haber derramado el vaso del enojo social fue el nombramien­to de José Córdova Montoya al frente de la Comisión Federal de Electricid­ad. Argumentan­do la expe- riencia política de Córdova —número dos del sexenio hace treinta años—, pasó por alto las denuncias en su contra por estar presuntame­nte vinculado a un largo historial de fraudes electorale­s y represión contra periodista­s, activistas y políticos incómodos.

El rosario había iniciado desde antes, cuando el INE, que lo dio por cómodo ganador la misma noche de la elección, exhibió una robusta investigac­ión que señalaba que, so pretexto de ayudar a los damnificad­os por el sismo, el PRI había orquestado una sofisticad­a operación simultánea de retiros y depósitos de dinero en efectivo, que fueron a parar a manos de sus propios operadores políticos… a unos días de las elecciones. En la historia de este polémico Fideicomis­o fueron implicados intelectua­les de prestigio afines a Meade, la dirigencia de su partido, su nominado para ser fiscal anticorrup­ción y hasta su popular esposa Juana.

Lejos de mostrar sensibilid­ad frente a tamaño cuestionam­iento, Meade acudió este fin de semana a una de las instalacio­nes de la empresa Higa, de Juan Armando Hinojosa, empresario muy cercano, cuestionad­o en medios de comunicaci­ón internacio­nales por presuntos malos manejos de sus negocios, y a quien nombró su jefe de gabinete. El conflicto de interés ha sido tema central en la opinión pública. No parece preocuparl­e.

En el plano internacio­nal, Meade ha tratado con docilidad inaudita al presidente estadounid­ense Donald Trump, incluso a unos días de que separara a los niños migrantes de sus padres (el mundo sí se escandaliz­ó por esto), mientras mantiene su discurso del muro, cuando sigue peleando a favor de sus políticas antimexica­nas y a pesar de que endurece sus posiciones comerciale­s en el marco de la renegociac­ión del TLC.

Con esta sucesión de escándalos, al candidato ganador no le queda nada. Eso sí. El viernes, Meade invitó a López Obrador a desayunar a su casa. Hicieron un video juntos con elogios, buenos deseos y apostando por el éxito del próximo gobierno y la reconcilia­ción nacional.

Meade ha tratado con docilidad inaudita a Donald Trump, incluso a unos días de que separara a los niños migrantes de sus padres

SACIAMORBO­S. Pero claro, uno es Andrés Manuel y el otro José Antonio.

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