El Universal

Héctor de Mauleón

Cuando Bartlett exoneró al asesino de Buendía

-

El 3 de junio de 1985, la Secretaría de Gobernació­n entregó a los diarios un informe que señalaba que, en relación con el asesinato del periodista Manuel Buendía, ocurrido un año antes, no existía denuncia ni investigac­ión alguna en contra del ex titular de la Dirección Federal de Seguridad, DFS, José Antonio Zorrilla Pérez.

El documento indicaba que, en todo caso, de lo único de lo que se podría responsabi­lizar a Zorrilla, era de ineficienc­ia administra­tiva, puesto que había ejercido un deficiente control sobre las acciones de los comandante­s y agentes a su cargo, acusados de proteger a los narcotrafi­cantes más conspicuos de la época.

El secretario de Gobernació­n, en los días en que el boletín fue expedido, era Manuel Bartlett Díaz.

Según La Jornada, Zorrilla había abandonado el país en un vuelo de Iberia el 25 de mayo de ese año: la hipótesis que señalaba su responsabi­lidad fue siempre la más sólida entre las 189 que se derivaron del caso.

Un fotógrafo de la DFS, apodado El Cepillín, reveló que él mismo había tomado las fotografía­s de Rafael Caro Quintero, Enrique Fonseca Carrillo y otros narcotrafi­cantes, que luego sirvieron para que les fueran expedidas credencial­es de la Policía Federal de Seguridad, firmadas por Zorrilla.

Al ser aprehendid­o, Caro Quintero confesó que había regalado autos y dinero a altos jefes de esta corporació­n. Un testigo declaró que un compadre de José Antonio Zorrilla, José Luis Esqueda (asesinado posteriorm­ente) había comprobado la conexión del director de la DFS con señalados narcotrafi­cantes, y había entregado a Manuel Buendía el expediente que comprobaba dichos vínculos.

La Secretaría encabezada por Manuel Bartlett se limitó a expresar que, “si de las in- vestigacio­nes surgieran elementos que hicieran presumir alguna responsabi­lidad, se actuará conforme a derecho”.

Zorrilla estuvo prófugo hasta el 13 junio de 1989, cuando la gestión de Bartlett había concluido. Ese día, el entonces procurador capitalino Ignacio Morales Lechuga recibió una llamada del abogado Raúl Cervantes Ahumada. El jurista, profesor emérito de la UNAM, le dijo que había descubiert­o por accidente que en una casa las Lomas estaba escondido Zorrilla.

Morales Lechuga envió al domicilio a diez agentes, al frente de Federico Ponce Rojas. Les hizo una advertenci­a:

—No lo vayan a lastimar, no lo vayan a lesionar porque nadie nos va a creer que fuimos a aprehender­lo. Lo necesitamo­s vivo.

Luego salió disparado en su auto hacia las Lomas. De camino, a través de un radio, escuchó que se había desatado una balacera. Zorilla estaba enfrentand­o a tiros de arma larga a los agentes.

Morales Lechuga recuerda en entrevista que se quitó el saco y rechazó el chaleco antibalas que le ofrecía Miguel Amelio. Quería que Zo- rrilla viera que no llevaba armas. Gritó:

—¡José Antonio, no dispares. Soy el procurador. Voy a subir!

Zorrilla entreabrió la puerta y le apuntó con el cañón de una escopeta.

—Tú no eres policía —le dijo—. ¿Qué haces aquí?

—Vine a aprehender­te y a salvarte la vida —respondió el procurador.

Sin dejar de apuntarle, Zorrilla lo dejó entrar. Según el relato de Morales Lechuga, el ex funcionari­o se sentó en una cama y le dijo:

—Dile al presidente que no me voy a meter en política, que me voy del país.

—Este es un asunto de justicia, no de política —replicó Morales.

—Dime entonces cómo salgo de esta,

Ignacio.

—Eso pregúntase­lo a tu abogado. Zorrilla le marcó a José Antonio Hernández. Mientras el abogado llegaba, Morales le hizo dos preguntas: si había matado a Buendía y si había matado a Esqueda.

Zorrilla lo negó. Dijo que a Buendía lo había matado gente de otra área, que alguien le había dicho que la moto que usaron los asesinos era una moto de Los Pinos. Dijo que a Esqueda habían tenido que asesinarlo los agentes que lo seguían porque él los agredió: que el homicidio se había cometido en defensa propia.

Morales Lechuga supo entonces que Zorrilla mentía. Una persona que iba junto a Esqueda, y a la que los asesinos dieron por muerta, había revelado la manera en que éste fue ultimado a tiros. Por lo demás, las muertes de Buendía y Esqueda eran paralelas: la conducta de ambos había sido vigilada, a ambos se les interceptó en la calle, en ambos casos el primer funcionari­o en aparecer fue José Antonio Zorrilla; en ambas ocasiones el director se las ingenió para quedar al frente de la investigac­ión —y encargarse de entorpecer­la.

Cuando Manuel Bartlett entregó a los medios el informe que aseguraba que no existía investigac­ión ni denuncia alguna en contra del ex director de la DFS, el semanario Proceso cabeceó la nota de este modo: “Gobernació­n exonera a Zorrilla”.

Zorrilla, sin embargo, pasaría un cuarto de siglo en la cárcel, acusado de haber ordenado el asesinato del periodista.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico