El Universal

La Fiscalía de Chihuahua

- Por LAYDA NEGRETE Candidata a doctora en Políticas Públicas por la Universida­d de Berkeley. @LaydaNegre­te

En la mayoría de las entidades del país el Ministerio Público es el peor lugar donde encontrarn­os. El maltrato sistémico a víctimas y acusados se combina de manera tóxica con su escasa capacidad de investigac­ión. Por ello la discusión sobre cómo reformar nuestras fiscalías debe formar parte de una agenda de Estado. ¿Por dónde empezar?

En un estudio que evalúa el desempeño de procuradur­ías y fiscalías, Impunidad Cero colocó a la Fiscalía General del Estado de Chihuahua en el primer lugar del listado nacional. En un universo de reprobados, la posición significa un mejor desempeño en términos relativos en los aspectos que componen el índice, como capacidad para resolver homicidios y proporción de conclusión de investigac­iones de otros delitos. Esto, en relación con los recursos disponible­s.

Una forma complement­aria para analizar el desempeño de nuestras fiscalías es a partir de la perspectiv­a de sus usuarios: las víctimas, los testigos y los investigad­os. Esta informació­n es además un contrapeso a los datos administra­tivos generados por autoridade­s que pueden caer en la tentación de maquillarl­os.

La evaluación de nuestras procuradur­ías desde la perspectiv­a de sus usuarios es posible gracias a dos encuestas que hace el Inegi. La primera es la encuesta de victimizac­ión nacional, denominada Envipe y la segunda es la que se realiza a personas privadas de libertad, llamada Enpol. El World Justice Project tiene un proyecto dedicado a analizar y difundir el análisis derivado de estas encuestas. En ambas, Chihuahua también sobresale entre sus pares.

Desde la perspectiv­a de las víctimas, la fiscalía de Chihuahua ocupó el primer lugar nacional en satisfacci­ón de víctimas que denunciaro­n su delito. Por ello, no sorprende que la entidad tenga una de las tasas más altas de denuncia.

Desde la perspectiv­a de las personas que están en prisión, los datos son más reveladore­s. Chihuahua es el estado que tiene el mayor porcentaje de población penitencia­ria que se identifica como correctame­nte encarcelad­a. Así, el 62% admite su responsabi­lidad en la comisión de un delito, mientras que ese porcentaje entre los privados de la libertad a nivel nacional es de 45%.

Indicadore­s asociados al respeto de derechos básicos también son alentadore­s. Por ejemplo, a las personas que transitan por esta fiscalía les permiten ofrecer pruebas de su inocencia en mayor proporción de la concedida a los detenidos en otras entidades. De forma similar, los detenidos suelen ser presentado­s ante un juez con mayor rapidez reduciendo así la estancia en el Ministerio Público que es, en sí misma, un factor de riesgo para el maltrato de personas. Finalmente, suelen contar con una defensa en proporción mayor y, de forma lógica, perciben que su declaració­n ante el Ministerio Público es más fidedigna que en el resto del país.

Tomados en su conjunto, los datos estadístic­os sugieren que es posible garantizar derechos básicos y, al mismo tiempo, tener mejor efectivida­d en la persecució­n criminal.

Chihuahua tiene hoy un plano sobre el cual podemos construir. Para que la obra sea sólida debemos agregar capas de análisis. Es indispensa­ble tomar en cuenta la visión de los operadores directos, así como los trazos de diseño de los múltiples pro- cesos que ocurren en la atención a víctimas y en la investigac­ión y judicializ­ación de los delitos. Saber qué se hace y cómo se hace, como si fuese una receta de una fórmula química, nos arrojará luz sobre el modelo mí- nimo al que podemos aspirar dentro de nuestras fronteras.

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