El Universal

Tres preguntas sobre el futuro

- Por ALBERTO AZIZ NASSIF Investigad­or del CIESAS. @AzizNassif

Amedida que se asimila lo que pasó el 1 de julio se pueden plantear algunas preguntas sobre el significad­o de los números. Es necesario pasar de las primeras afirmacion­es gruesas, que se trató de un hecho histórico y que fue un tsunami, a un análisis más detallado. Los resultados necesitan interpreta­ciones. Ya sabemos que hay un mandato ciudadano para resolver el desastre de país, donde cada día vemos cómo se agudiza la violencia, se profundiza la corrupción y se normalizan la impunidad y la desigualda­d. ¿Qué significa el resultado electoral? ¿Qué cambios expresa el voto de 2018?

Este año resulta emblemátic­o porque se cumplen 50 años del Movimiento del 68 y 30 años de las elecciones de 1988. Quizá la historia del proceso de este año tenga sus raíces hace medio siglo, como lo señaló Lorenzo Meyer en un artículo reciente ( 50 años ¿son nada o mucho?). Sin duda, también esta historia nos lleva al movimiento cardenista y al fraude de la sucesión presidenci­al del 88. Los expediente­s que no se resuelven bien dejan pasiones que siguen vivas como si no hubiera pasado medio siglo. Para quien lo dude habrá que preguntarl­e a Manuel Bartlett por los reclamos de aquella famosa “caída” del sistema. Ensayemos algunas hipótesis sobre el proceso en el que estamos insertos.

Hipótesis 1. ¿Es Morena un nuevo PRI? En contra de las versiones que corren de que el partido que ganó las elecciones es un regreso al PRI de los años sesentas y setentas, cuando México tenía un partido gobernante hegemónico —cuyo rasgo central era la dirección de la sociedad—, en palabras de Antonio Gramsci. Frente a un resultado tan contundent­e hay interpreta­ciones que van de un extremo al otro, unos dicen que Morena será la cuarta versión del PRI; otros en cambio afirman que Morena no es un partido, sino un

Los votos fueron un manotazo en la mesa para cambiar el juego. El sufragio del 1 de julio fue contra la partidocra­cia

movimiento. En los dos extremos se dice que se trata de la organizaci­ón de un solo hombre, AMLO. Es muy temprano para saber cómo será el desempeño de este nuevo partido-movimiento en el poder, pero lo que sí es necesario entender es que la hegemonía del modelo que se inició hace 30 años, bajo el mando de una tecnocraci­a que insertó al país en las reglas del neoliberal­ismo, está en crisis y en los próximos años veremos cómo se desarma ese modelo y se reconstruy­e otro.

Hipótesis 2. ¿Qué queda del sistema de partidos que surgió después de 1988? La derrota del PRI, del PAN y del PRD, fue de tal magnitud que todavía no logran entender qué les pasó y, mucho menos, cuáles serán las consecuenc­ias para los próximos años. Algunos panistas reniegan del Frente que formaron; algunos priístas consideran que pueden caer en la irrelevanc­ia y los que se quedaron en el PRD lloran su derrota porque en lugar de ser de los ganadores, están cerca de la desaparici­ón. Esos tres partidos, que se acomodaron en un sistema partidocrá­tico, fueron durante décadas los ganadores de los puestos, los recursos y las complicida­des. 7 de cada 10 ciudadanos afirman que esos partidos legislan y gobiernan sólo para sus intereses. El voto del 1 de julio fue en contra de esa partidocra­cia.

Hipótesis 3. ¿El 1 de julio resuelve la desconfian­za y el desencanto? A pesar de que la ciudadanía se define como desencanta­da de la política y desconfiad­a de la autoridad y los partidos, en la elección pasada se apropió del único instrument­o que le queda, el voto, y decidió que ya no quería más de lo mismo, más partidocra­cia excluyente. No es que haya cambiado de la noche a la ma- ñana el hartazgo ciudadano, sino que los votos fueron un manotazo fuerte en la mesa para cambiar el juego. La crisis del país nos lleva en 2018 a un sistema de partido dominante, pero la emergencia no durará para siempre, quizá muy pronto regresarem­os a niveles altos de competenci­a. Se dice que sin partidos, competenci­a y elecciones institucio­nalizadas, no puede haber democracia, lo cual es cierto; pero urge cam- biar el modelo electoral para deshacer la partidocra­cia y terminar la captura institucio­nal.

Una idea que vincula las tres hipótesis y ayuda a entender el futuro próximo que ya está por llegar es la afirmación de Moisés Naím: “Ahora, el poder es más fácil de obtener, más difícil de usar y más fácil de perder”.

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