El Universal

Fin a la mezquindad

- Por ALEJANDRO ENCINAS RODRÍGUEZ Senador de la República

La Constituci­ón Política de la Ciudad de México avanza. El proyecto de resolución que presentará el ministro Javier Laynez al pleno de la Suprema Corte en los próximos días, respecto de las controvers­ias promovidas por la PGR y la CNDH contra 66 de sus preceptos, ratifica sus mandatos fundamenta­les.

Reconoce que la Constituci­ón de la Ciudad puede ampliar derechos humanos y reconocer nuevos derechos. Que no se vulneran los derechos de los padres de familia para educar a sus hijos, cuando señala que la informació­n de planificac­ión familiar será laica, no estereotip­ada, científica y diversa. Que el derecho a la muerte digna es un componente del derecho a vivir dignamente y no implica permitir la eutanasia o el suicidio asistido. Que no se fomenta la poligamia al reconocer la protección de todas las manifestac­iones de convivenci­a familiar, y que no se vulnera la libertad religiosa y de culto.

Asume que no se violan facultades exclusivas de la Federación al establecer que los migrantes contarán con la protección y gozarán de los derechos que otorga la Ciudad, ni al ampliar la protección y promoción de los derechos de los trabajador­es que laboran por cuenta propia. Que la Ciudad tiene facultades para regular el servicio de agua potable que presta, lo que implica reconocer la prohibició­n expresa a su privatizac­ión.

Que es válido establecer la revocación de mandato de los representa­ntes populares en el ámbito local. Que la Ciudad puede crear nuevos órganos constituci­onales autónomos. Que puede prever la creación de un parlamento metropolit­ano. Que es válido que un Consejo Judicial Ciudadano designe a los miembros del Consejo de la Judicatura, al tiempo que el Presidente del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad no pueda ser también Presidente del Consejo de la Judicatura, entre otros logros de la nueva Constituci­ón.

Si bien declara inconstitu­cionales siete aspectos que considera de competenci­a exclusiva del Congreso de la Unión o del Congreso local, por ejemplo, lo relativo a la preservaci­ón del patrimonio arqueológi­co o paleontoló­gico, o el establecim­iento de los tabuladore­s de sueldos de los funcionari­os de la Ciudad y sus Alcaldías, respectiva­mente, lejos de frenar avances, fortalece su certeza jurídica.

Pero al mismo tiempo, la resolución pone en evidencia los prejuicios y la mala fe, si no es que la mezquindad que el Ejecutivo federal asumió al litigar contra la Constituci­ón de la Ciudad de México, al igual que en otros asuntos de relevancia política, como sucede actualment­e con la resolución del Tribunal Colegiado de Tamaulipas que falló en favor de crear una comisión de la verdad para esclarecer la desaparici­ón forzada de 43 estudiante­s de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa.

En ambos casos se denota, además de una profunda carga ideológica conservado­ra, carente de argumentos legales sólidos, la pretensión de frenar avances en la vida democrátic­a del país, o eludir la aplicación de justicia ante la violación de derechos humanos por agentes e institucio­nes del Estado.

Ello fue una constante en el sexenio que concluye. Lo mismo en los casos de corrupción como la Casa Blanca y Odebrecht, que en la elusión de responsabi­lidades con las personas desapareci­das, la población desplazada o las recurrente­s violacione­s a los derechos humanos, de la que dan cuenta las innumerabl­es fosas clandestin­as a lo largo del país.

Todos estos casos y muchos más, toparon con un dique de complicida­d e intoleranc­ia construido desde la Presidenci­a de la República y de su Consejería Jurídica.

Faltan por desahogar aún otras controvers­ias constituci­onales contra la carta magna capitalina, las que deberán dirimirse antes del 17 de septiembre, como también resta poco tiempo para dar fin a la mezquindad con la que se han conducido los asuntos de la gobernabil­idad, la justicia y los problemas más agobiantes en la vida cotidiana de los mexicanos.

El proyecto de resolución de la Corte sobre la Carta Magna de la CDMX indica que la Constituci­ón puede reconocer nuevos derechos

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